El fenómeno de las adicciones.Parte 1

22.08.2014 16:33
Fundamentos existenciales
"La vida de los seres personales es una continua reconsideración de su posicionamiento en el mundo a través de la experiencia, y ello indica de entrada que las personas siempre tenemos idea de que nuestro mundo, el propio y el de los demás, es perfeccionable. La investigación que ahora presento pretende encontrar teorías que expliquen en qué consiste el fenómeno de las adicciones las dependencias y la experiencias fundamentales de todo ser adicto, así como de su posible superación o re humanización"[1].
Los seres humanos están inmiscuidos en una serie de conflictos, que en muchas oportunidades lo desahogan en las adicciones, las cuales pueden ser drogas, alcoholismo, perversiones, etc. Pero su tratamiento debe ser estudiado por personas con la capacidad suficiente para aportar soluciones, conociendo la realidad histórica de la persona adicta, para brindar las mejores terapias de rehabilitación, teniendo en cuenta la re humanización que debe tener presente el terapeuta.
"De modo que para ser útil de verdad al terapeuta le es preciso tener una versión antropológica previa clara, porque para provocar el cambio definitivo en la persona adicta no basta poseer una metodologías bien definida y utilizar técnicas de modo adecuado, es necesario tener la visión integral de una realidad personal esperanzada. Y eso, en principio, no lo pueden aportar la ciencias particulares por sí solas"[2].
En sí, es necesario tener el interés de rehabilitar a la persona, pero con el ánimo
suficiente para dar la confianza de que el terapeuta no solo es un profesional sino que además tiene las características de consciencia humanitaria.
"En los Institutos y Centros sobre drogas se estudia, en efecto, con detenimiento todo tipo de teorías y de instrumentos terapéuticos más eficaces, pero no siempre se tiene una visión de conjunto de a quién van dirigidos dichos instrumentos, esto es, una visión humana global del ser- en- el- mundo- adictivo. Hasta llegar a descubrir que en la problemáticas de las adicciones el principal problema no es prioritariamente la adicción sino la persona adicta, y después ser coherente con este principio fundante en las terapéuticas que se apliquen, en primer lugar hace falta un conocimiento teórico antropológico de la persona previo que explique esencial y existencialmente quién es el ser adicto, y cuál es la lógica interna de los procesos de su regresión y de su maduración, y en segundo lugar hace falta ejercitar una terapéutica que respete la libertad de la persona adicta, es decir que la re humanice de verdad"[3].
Por tal motivo, se hace necesario que existan instituciones y personas que estudien el fenómeno para dar solución a los problemas relativos a la adicción, teniendo como base la re humanización de la persona que trata al adicto, pues éstas deben llenar requisitos humanitarios y de bien al prójimo.
"Si podemos distinguir entre la persona y su adicción ello es posible porque la persona es un ser más profundo y más íntimo, visto desde un conocimiento típicamente humano, que el ente objetivo de su adicción, con lo cual estamos priorizando a la persona frente a su objeto de deseo adictivo merced a un fundamento antropológico previo. Y ello nos pone bien en claro que el mero-objeto-adictivo es una tentación de la persona adicta de reducir toda su rica y compleja realidad personal a algo dominable, algo posible de verificación y control, y, por tanto, manipulable. Al contrario, toda persona posee características propias que superan las condiciones de lo espacio- temporal que ostentan los objetos, tal y como han puesto de manifiesto las mejores corrientes filosóficas existenciales y humanistas contemporáneas como el personalismo y la filosofía dialógica, entre otras.
Esta visión humanista inicial de las adicciones, que se fija primero no en qué es la adicción sino en quién es la persona adicta, podemos llamarla visión antropológica personalista porque prioriza a la persona y no al objeto droga. Diríamos que las ideas de la antropología personalista actual (Burgos, 2003) estaría perfectamente adaptadas para explicar la realidad de la persona adicta hoy día porque ya no podemos dudar de que el problema es la persona y no la droga (Peleón, 2000, 35). Priorizar la conducta adictiva, y las perturbaciones psíquicas o el deterioro físico que la adicción puede originar al poner el objeto-droga sustancia o conducta en el centro de la problemática lo que hace es dar lugar a una visión reduccionista de la persona adicta invirtiendo el enfoque profesional y cultural del problema, entre otras cosas porque es más fácil de adoptar. La mayoría de la investigación experimental sobre las adicciones que se lleva a cabo actualmente en las Universidad y Centros Superior de Investigación no sale del unívoco método empírico sin tener en cuenta la grave parcelación de las personas y del ámbito personal del mundo adictivo ello implica"[4].
"La frontera entre la dependencia adictiva y la dependencia no adictiva o la no-de-pendencia estaría en hacer girar todo nuestro ser en torno a algo o a alguien que nos anula como perronas. Vistas las cosas bajo este prisma podemos sostener que en potencia todos podemos llegar a ser adictos, en mayor o menor grado. Hemos sido adictos de alguna forma por ejemplo cuando hemos experimentado el vértigo de una ambición económica desmedida, o de alcanzar poder para manipular a los demás, o el deseo de obtener un placer irracional compulsivo. Cualquier situación incitadora de placer obsesivo y autonomizado puede acabar generando dependida, y la mayor parte de las conductas compulsivas nacen de hábitos de comportamiento de los que la persona es responsable en última instancia. Es decir, las características psicosociales de cada persona son las que determinan y modulan la vía concreta y particular hacia un tipo de adicción"[5].
"Socialmente, la más escandalosa de todas las adicciones es la drogadicción, aunque para cada persona particular la adicción más grave siempre es la suya. Ahora bien lo mismo que podemos afirmar con absoluta seguridad que no se sales de las drogas hablando de las sustancias o de las conductas que las producen sino de las personas que las padecen, y que sólo se cambia de verdad atajando las cusas existenciales profundas de las personas y no centrándose en la sintomatología, eso mismo lo debemos sostener respecto de cualquier tipo de adicción. Muchas personas siguen pensando que una adicción es el resultado inevitable de consumir alguna sustancia una droga, pero tal concepción limitadora es peligrosamente errónea dando que, entre otras cosas, pone todo el énfasis del problema en un objeto sin alma la sustancia, ignorando que un proceso adictivo puede sustentarse sólo en la repetición de una conducta sin que medie ningún consumo de sustancias".
En todo caso, las adicción (de todo tipo no deben ser tratadas como un problema exclusivo y preferentemente sanitario ni psiquiátrico. El dependiente no es sólo un enfermo que padece una enfermedad física y mental: su tratamiento únicamente sanitario-psicológico está abocado al fracaso si se renuncia a la re humanización de su persona, verdadera perceptiva global aportada hoy por la antropología filosófica personalista sobre la condición humana. Ya F.G. Schelling, desde su romanticismo, lo expresó perfectamente en la frase el enfermo, como todo hombre, es inagotable (Jaspers, 1955, 3229), lo cual quiere decir que el ser adicto no es sólo una entidad patológica es ante todo una persona y, por tanto, un ser con posibilidades de cambie el rumbo de su existencia en cualquier momento merced a su libertad. La terapéutica actual más valiosa y generalizada demuestra que las adicciones son un problema existencial, pedagógico y preventivo antes que sanitario, judicial y policial, y que se ha de afrontar presentando más atención al sufrimiento de cada persona adicta, de su familiar y de su entorno próximo, antes que a la intervención paliativa aunque lógicamente esta sea necesaria. Dicho de otro modo, si de verdad se quiere atajar la raíz del problema se han de aplicar tratamientos farmacológicos, sanitarios y psicológicos de forma rehumanizadora.
Esta visión antropológica personalista de las adicciones se apoya en las filosofías humanista y en las psicologías integradoras, una fundamentación existencial que nos lleva a conclusiones del tipo teoría, prevención y terapéutica de las adicciones. El título lo tomo prestado de Víctor Frankl, quien en 1956 presentó a la sociedad de su época una sistemática de su pensamiento, confirmada con una amplia casuística terapéutica ya entonces. A la búsqueda del placer (Luststrebigkeit) que Sigmund Freud estimó como el principal motor del ser humano, opuso Frankl la voluntad para encontrar sentido a todas las situaciones humanas (wille zum Sinn), incluida la enfermedad, la depresión y la muerte, así como en la trágica situación de las adicciones. Lo cual, entre otras consideraciones, inicialmente quiere decir que también la persona adicta tiene más participación en su destino de lo que a simple vista se la quiera atribuir, como un ser que crea el mundo y determina lo que ella es y lo que ella quiere que sea.
1.2. Persona adicta
Características de la persona adicta
Sufre de un trastorno de personalidad, del que la adicción es un síntoma.
No acepta ser adicto. No reconoce que necesita ayuda. Niega sus problemas.
Vive en una su –cultura entre otros drogadictos (usa un lenguaje típico para comunicarse).
Es una persona de inteligencia promedio o más (en su mayoría).
Tiene conflictos con la autoridad. La rechaza.
Es egocéntrico e individualista. No se preocupa por los demás (él es el sol y los demás giran alrededor de él).
Distingue entre el bien y el mal, no es un loco, pero cuando actúa lo hace mal.
Tiene pobres controles internos.
Es inconsciente. No persevera. Empieza las cosas y no las termina. No tolera la rutina.
Vive el presente. Es un niño. Quiere las cosas cuando las pide y no puede esperar.
No planifica en base a la realidad que tiene (se casa sin tener trabajo, compra carro nuevo aunque no tenga con que pagarlo).
Es manipulador, quiere siempre salirse con la suya. Quiere las cosas como y cuando él dice.
Es inmaduro, ansioso, inseguro.
Le gusta vestir y calzar bien aunque o trabaje.
No aprende de sus experiencias, ni de las de los demás.
Es irresponsable en grado óptimo, difícil de manejar. Quiere un carro y se lo roba (la persona normal planifica, economiza, hace prestamos y los paga).
Tiene nivel de frustraciones y tolerancia baja.
Su autoestima es muy baja.
Carece de introspección (Los demás tienen la culpa de los que sucede).
Es vago. No le gusta trabajar. Le gusta la vida fácil. No está dispuesto a sacrificarse.
Manifiesta una constante inestabilidad en el trabajo. Cambia mucha.
Carece de remordimiento y sentido de culpa. A veces siente arrepentimiento pero no le dura mucho.
Le gusta hacer promesas que no cumple.
Presenta embotamiento afectivo. No siente amor por nadie, ni por el mismo. Se le hace difícil recibir amor.
Es desconsiderado. Justifica su conducta. Siempre le echa la culpa a los demás, lo persiguen los demás.
Es mentiroso, se cree el mismo sus mentiras.
Tiene ambiciones desmedidas, no a tono con su situación. Quiere ganar dinero, aunque no tenga ningún oficio o destreza (Sí lo tiene no se destaca por su irresponsabilidad).
Tiene una gran capacidad para seducir, para agradar.
No se conforma nunca con lo que tiene (Mientras más se le da más quiere).
Muchos tienen identificación pobre con su propio yo.
Tiene conflictos con el sexo opuesto (Ve el sexo opuesto como un objeto que utiliza cuando más le conviene). Tiene un concepto pobre de su hombría (Para ellos el machismo impera). El más macho es el que más droga consume, el que conquista más mujeres, el que engaña más.
Trata de modificar el mundo de acuerdo a sus intereses. El tratamiento debe ser como ellos dicen.
Es desconfiado por excelencia.
Normalmente se siente rechazado, perseguido, inferior, inadecuado.
A veces se torna irracional, negativo, hostil, manipulador, superior al terapeuta en conocimiento sobre la adicción.
Es rechazado por su conducta no por su persona.
Puede controlar su vida si se lo propone.
Puede modificar su conducta y cambiar sus actitudes: reeducarse.
"El fenómeno adictivo conmociona la vida de los seres adictos, de su familiar y de la sociedad entera. Esta pandemia, cuyos daños no se pueden evaluar sólo cuantitativamente, es sobre todo dolorosa por lo que significa de pérdida de personas que en vez de ser libres y generosas derivan en esclavas, egoístas y solitaria, en un proceso de vertiginosa destrucción tanto personal como social. El emplastamiento de la persona con las adicciones puede ofrecer todo tipo de explicaciones científicas, pero especialmente una antropológica: huir de la realidad. De tal modo que las conductas adictivas y las adicciones de cualquier tipo que sean la distinción legales/ilegales, blandas/duras, es un mero metalenguaje son sobre todo un anestésico a la fatiga de vivir, y una escapatoria para aplazar a un eterno mañana la asunción de las responsabilidades personales cotidianas"[6].
Se desconocen aún los riesgos con precisión, pues se han registrado casos graves en personas que sólo han consumido estas sustancias esporádicamente, pero sí se ha establecido ya con seguridad la relación entre el consumo de estas sustancias, como el éxtasis, y la aparición de trastornos mentales graves: su composición química actúa sobre la serotonina, una sustancia implicada directamente en los estados de ánimo, cuyos niveles menores de lo normal se registran en las personas con depresión. En un principio, la sustancia hace liberar grandes cantidades de serotonina, lo cual se manifiesta en euforia y energía para resistir despierto y activo. Pero al poco tiempo (una semana en los experimentos llevados a cabo con ratas) cusa toxicidad en las neuronas implicadas en la liberación de serotonina, imprescindibles para el correcto funcionamiento del cerebro, incluso puede llegar a destruirlas.
Los 4 síntomas cardinales de la adicción son:
 
"La conducta adictiva es, por lo general, apremiante y obsesiva. Cuando se es adicto a menudo no se puede pensar en otra cosa que no sea la droga, el modo de conseguirla, la forma de administrarla, etc. En general, la adicción es vivida como una obsesión que dirigirá gran parte de su tiempo, su energía y su atención.
El estilo de vida se vuelve monótono y 'unimodal': todo gira en torno a la adicción, y el resto de personas, cosas, intereses, obligaciones, pasa a un plano secundario. Lo que hace que una adicción sea una adicción nociva es que se vuelve en contra de uno mismo y de los demás. Al principio se obtiene cierta gratificación aparente, igual que con un hábito. Pero más temprano que tarde su conducta empieza a tener consecuencias negativas en su vida.
Las conductas adictivas producen placer, alivio y otras compensaciones a corto plazo, pero provocan dolor, desastre, desolación y multitud de problemas a medio plazo.
Las consecuencias negativas asociadas a las adicciones afectan a muchos aspectos diferentes de la vida de una persona. Los más importantes son"[7]:
Relaciones: La relación con la familia, amigos o pareja se altera, aparecen discusiones frecuentes, desinterés sexual, la comunicación se interrumpe, hay pérdida de confianza, alejamiento, etc.
Trabajo: Cuando una persona tiene una adicción suele restarle tiempo a su trabajo para buscar la droga o recuperarse de su uso, suele llegar tarde, hay menor productividad, deterioro de la calidad del trabajo o pérdida del propio trabajo.
Economía: Al destinar la mayor parte del dinero a comprar las drogas, apenas queda dinero para otras cosas. Los ahorros se agotan y suele aparecer el endeudamiento. A veces para poder sufragar los gastos de la adicción se ve obligado a recurrir a actividades ilegales.
Salud psíquica: Los adictos suelen padecer una amplia gama de trastornos psicológicos, como estados de ánimo negativo e irritabilidad, actitudes defensivas, pérdida de autoestima e intensos sentimientos de culpa.
Conducta: Como conseguir y usar la droga se ha vuelto casi más importante que ninguna otra cosa, los adictos se vuelven egoístas y egocéntricos: no les importa nadie más que ellos mismos.
Salud Física: La adicción suele conllevar la aparición de multitud de síntomas físicos incluyendo trastornos del apetito, úlcera, insomnio, fatiga, más los trastornos físicos y enfermedades provocadas por cada sustancia en particular.
Falta de control
El rasgo distintivo de la conducta adictiva es que al tratar de controlarla, la voluntad
resulta insuficiente. La sustancia o actividad en cuestión controla a la persona, en lugar de ser al contrario. La falsa percepción de autocontrol es uno de los grandes paradigmas para entender las adicciones. Los drogodependientes creen que pueden controlar la droga: la cantidad, las dosis, la frecuencia, etc. sin embargo nada hay más equivocado que esta creencia.
Pensar que uno posee cierta omnipotencia frente a las drogas es una ingenuidad, y más aún cuando ya existen antecedentes de consumo. Si para las personas abstemias resulta difícil controlar la ingestión de alcohol, para las personas que tienen una historia de consumo y/o abuso de alcohol resulta muy difícil parar, decir no o evitar una situación. A medida que los adictos empiezan a acumular problemas (en el trabajo, hogar, socialmente), inevitablemente comienzan a negar dos cosas:
Que la droga o actividad en cuestión constituya un problema que no pueden controlar
Que los efectos negativos en sus vidas tengan alguna conexión con el uso de la droga o actividad.
Como la negación es un proceso mental ficticio, negar la propia adicción o sus consecuencias significa, literalmente, estar fuera de contacto con la realidad.
La negación asume muchas formas:
Negar terminantemente: 'No, yo no tengo ningún problema'
Minimizar: 'No es tan grave'
Evitar el tema por completo (ignorarlo, negarse a abordarlo o desviar la atención a otro tema)
Culpar a otros: 'Quién no haría esto en mi situación'
Racionalizar: 'Lo mío no es tan grave', 'Yo no estoy tan enganchado'
"El fenómeno reviste especial gravedad porque los nuevos consumidores suelen ser personas muy jóvenes, que hasta cierto punto es lógico que no reconozcan dicha gravedad. Más grave aún es que tampoco así lo perciben ni su familiar ni la sociedad en general. El problema, por tanto, es la generación de una mentalidad adictiva que afecta a todos los niveles sociales y también entre los adultos y ancianos, como muy bien observa M. Picchi: la búsqueda de una muleta farmacológica (psicofármacos) para sobrellevar cualquier malestar físico o psíquico, por pequeño que sea, no es exclusiva de los jóvenes[8]
Al interrogarnos acerca de quién es la persona que llamamos adicta de entrada podemos quedarnos con esta bella propuesta procedente de una experimentada terapia rehumanizadora, nosotros la definimos como alguien que tiene un problema añadido (Picchi, 1998,229, para caer ya en la cuenta de que es posible afrontar con esperanza la problemática de las adicciones desde el lado más específicamente humano y, por tanto, más integral. Si desde el primer paso explicativo antropológico que damos entendemos que la conducta adictiva es el síntoma de un profundo vacío existencial previo, entonces la prioridad se nos presenta en la persona y en su re humanización, no es las adicciones ni en las drogas en particular. Y ello es fundamental desde los inicios, pues la perspectiva elegida condiciona cada uno de los aspectos posteriores del problema: prevención, rehabilitación, metadona y narcosalas, legalización, etc.
Sin olvidar los factores personales psicológicos, sociales y culturales, incluso económicos y políticos, que influyen en las decisiones de las personas adictas, los programas de ayuda realistas y efectivos se centran en devolver la responsabilidad individual a casa persona adicta tanto a la hora de explicar su decisión de empezar como a la hora de querer abandonar ese camino deshumanizante y rehumanizarse.
Por lo demás, la conducta adictiva de las personas no es sencilla de delimitar, puesto que no es algo concreto y aislable del resto de sus comportamientos cotidianos, sino que, por el contrario, se encaja dentro de un continuum de actuaciones vitales en el que no hay separación entre las conductas adictivas y las que no los son. Quienes compran por comprar desenfrenadamente, quienes fuman varias cajetillas diarias sin parar, quienes beben alcohol hasta perder el umbral de la conciencia o juegan a las máquinas de azar sin control, etc., hacen lo que hacen de modo compulsivo, y ello marca la frontera entre lo que es una actividad placentera más en la vida, que tiene su momento y su lugar, y lo que hacen las personas adictas.
Ciertamente, como dice Enrique Rojas (19949, no es fácil llegar al fondo inequívoco de la persona, sino que antes hay que pasar por una selva espesa desbrozando muchos senderos y recovecos.
1.2.3. Causas de las adicciones y vacío existencial.
"El fenómeno de la adicción es síntoma de un malestar profundo que está marcando la cultura y el sentido ético de la sociedad actual. Hace que las personas permanezcan en un estado de permanente insatisfacción existencial, porque bajo el influjo adictivo no encuentran fuerzas que les permitan afrontar los problemas que no dejan de presentarse en la existencia y superar las crisis inevitables: crisis afectivas, dificultades en las relaciones, fracasos profesionales, enfermedades, muerte, etc. En vez de encontrar recursos en la vida del espíritu, las personas adictas tratan de encontrar una respuesta a sus interrogantes una satisfacción de sus expectativas a partir de percepciones vinculadas a su dependencia, cuyos efectos no provienen de una conducta guiada por la razón y la voluntad. Es decir han "tirado la toalla" de su propia vida"[9].
Las motivaciones que llevan a las adicciones a las personas pueden ser múltiples pero estudios humanistas actuales, como el manual de la Iglesia Católica, apuntan que es ante todo una actitud personal ante la vida la que hace al ser adicto. Las adicciones en sí, como la fiebre, serían un síntoma y no una enfermedad, que antes de nada y principalmente manifiesta en las personas adictas problemas de relación y problemas sociales, y en última instancia espirituales. El fenómeno de la adicción tiene que considerarse como el síntoma de un malestar existencial, de una dificultad de la persona para encontrar su lugar en la sociedad, de un miedo al futuro y de una fuga hacia una vida ilusoria y ficticia.
Lo primero que genera toda dependencia es una situación de soledad en la cual la persona dependiente se encuentra en una neurótica lucha por conseguir la nada, que desembocará antes o después en estados de angustia existencial. Buscando vivir en libertad, la persona adicta se vuelve en cambio ocasión de un vivir desmedrado, evadiendo de los problemas reales, que la hacen más bien esclava (de sí misma que libre. En todas las personas adicta, y en la iniciadas a las drogas en particular, se observan rasgos de personas inestables emocionalmente, y sobre todo muy necesitadas de afecto, porque arrastran tempranamente en sus vidas experiencias desgarradoras de falta de autoestima y de autovaloración positiva, así como de desconfianza e incomunicación y de incompetencia social, entre otras cosas porque no saben controlar su afectividad y la ponen al servicio casi exclusivo de la obtención de placer, del placer por el placer o placer adictivo.
La filosofía, la psicología y la sociología confirman que la primera causa que empuja a los jóvenes y adultos al mundo adictivo es la falta de claras y convivientes motivaciones en la vida. La falta de puntos de referencia, la convicción de que nada tienes sentido y que por tanto no vale la pena vivir, es el sentimiento trágico y desolador de ser viajeros desconocidos y solitarios en un universo absurdo que empuja a la huida desesperada hacia el vacío existencia y de valores.
Es relevante insistir en la constatación de que la raíz de la adicción no estriba en el producto o conducta sino en la persona que siente su necesidad, porque lo importante está en lo interrogantes humanos, psicológicos y existenciales que se esconden denteras de las conducta. El joven que fracasa en los estudios y se engancha a la realidad virtual y pone droga, o el adulto que fracasa profesionalmente y recurre al alcohol, se hacen adicto a algo o a alguien que no modifica en nada su suerte, tan sólo se evaden de la realidad durante una horas, pero la realidad sigue ahí. Con el agravante de que cuantas más veces se evaden de la realidad, menos fuerzas tiene para soportar la realidad. No son in-dependientes, están realmente determinados, de-penden de su adicción. Están arrojados a un estado de vacío existencia que Víctor Frankl ha llamado estado subhumano de la existencia.
 
 
 
 
 
 
 

 

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