¿Hay que cortar el cordón umbilical? ¿Tengo que empujar cuando esté dando a luz?

20.05.2013 12:48

Nunca es tarde para aprender que no se debe empujar de forma programada cuando das a luz. Seguro que te has sorprendido al igual que hice yo cuando lo escuché, especialmente si has visto esas películas donde un doctor o cualquier otro viandante le dice a la parturienta “EMPUJA, EMPUJA, EMPUJAAAA”.

Resulta que el mecanismo de un parto es parecido al de los esfínteres: uno no empuja cuando le dicen, es muy difícil hacerlo cuando te dicen. Sin embargo si vas al cuarto de baño cuando sientes la necesidad sólo tienes que relajarte y dejar salir todo lo que llevas dentro… Siento hablar de cuartos de baños y compararlo con un parto, pero es lo mismo. Recuerda que somos animales, educados algunos, otros no, pero animales. Si esperas el momento no te cuestionarás si debes empujar o no. Lo harás mecánicamente: sólo relajarás y dejarás salir al bebé. Tenemos un reflejo de expulsión del bebé cuando llega el momento. Pero para que llegue hay que esperar.

El porqué se hace de otra manera, el porqué no se espera a ese momento de forma generalizada en hospitales e incluso en partos en casa es un misterio sin resolver. He llegado a ver un vídeo en Internet que muestra un parto en casa, como ejemplo de parto natural, donde uno de estos “entrenadores” le chillaba a la pobre mamá que es lo que debía hacer. Me espantó sobremanera. Si quiero ver un parto natural quiero ver a la madre y a su bebé. A nadie más chupando cámara y protagonismo. Me imagino que, como tantas otras cosas, es consecuencia de la baja autoestima de algunos profesionales de la salud que alimentan esa carencia robando protagonismo a los demás. Además es una forma de asegurarse que para dar a luz necesitas a un profesional cerca que te anime como si fuera un entrenador de boxeo “DALE, VENGA, EMPUJA, VENGA, PARA, EMPUJA”. Es muy triste que las primeras voces que escuche tu pequeño a la entrada a este mundo sea la de tu entrenador.

Hay dos formas de manejo de parto: la que participa de forma activa, monitorizando, controlando e interviniendo para que “todo vaya bien” y la expectante, que espera y protege el medio para que el parto se desarrolle de forma natural y sólo interviene si hay problemas.

La primera, la participación activa, es la más común desgraciadamente. No quiero entrar a describir en este artículo la cascada de intervenciones (digo cascada porque si intervienes una vez en el proceso natural de un parto, las demás se suceden irremediablemente) que se produce bajo esta forma de manejo. Ya tendremos tiempo. Ahora vamos a ver que pasa desde el punto de vista del usuario. Y el usuario eres tú y tu bebé.

La forma de manejo “activa”, cuando las intervenciones son rutinarias y no por una causa, es perjudicial para tí y para tu bebé, y te deja heridas físicas y mentales, te quita el poder y el protagonismo de tu propio parto. El lema es “tu vas a hacer lo que nosotros te digamos, cuando te lo digamos sin motivo aparente, sólo porque nosotros lo decimos”. Tras un parto lleno de intervenciones rutinarias (no porque haya habido ninguna emergencia) la madre encima no puede quejarse si los dos, el bebé y ella, están sanos (aunque estén machacados moralmente). A la hora de empujar, empujarás cuándo el entrenador te diga, cuando y cómo quiera. A sus ojos tú no sabes de esto y encima tus facultades están mermadas por la intensidad del parto.

El manejo “expectante” sin embargo es mucho más sano para todos y mucho más respetuoso. El profesional de la salud que te acompaña sólo observa y te deja hacer. Eres tú y tu bebé quienes deben elegir posturas, quien debe tomar el tiempo y el espacio necesario. Un manejo expectante vigilará que todo va bien, te aconsejará y te dejará hacer. He tenido la fortuna de asistir a una conferencia de Mary Cronk el año pasado. Mary Cronk es una comadrona británica que ha atendido el parto de más de 1600 bebés y que es especialista en partos con bebés mal posicionados y partos en casa. Ella y las mujeres que trabajaban con ella únicamente ponían sus brazos para recoger al bebé que caía, sin intervenir ni una sola vez si no era necesario. Sólo usaban un fetoscopio (como un estetoscopio pero para tripas embarazadas) para vigilar que el bebé estuviera contento durante el parto. Nada más. Nada menos. Si todo marchaba en orden sólo esperaban, dando cariño a la parturienta. Las primeras voces que escuchaba el recién nacido eran las de sus felices padres, en un tono suave, dándole la bienvenida a este mundo.

El manejo “expectante” está avalado por millones de años de humanidad y por la OMS.

Respecto a la fase del “empuje” Mary Cronk decía que siempre había que respetar los tiempos de la parturienta, que cada mujer es distinta, que en ausencia de problemas, las comadronas o profesionales de la salud deben esperar y no intervenir, ni tocar la zona, ni limpiar la zona, ni nada. Respecto a las Episiotomías rutinarias nos animó a todas a querellar a nuestros hospitales si nuestro bebé no había sufrido estrés, si no había habido una emergencia y aún así se había practicado el corte. Incluso cuando el desgarro natural llega a la zona anal, el daño es preferible al corte quirúrgico provocado. Por supuesto que no es agradable un desgarro así y que además debe suturarse en quirófano, pero la recuperación es más rápida y las secuelas no son tan devastadoras. Algunas mujeres me han dicho que antiguamente sufrían de incontinencia porque no les practicaban Episiotomías. Eso no es correcto. La incontinencia depende de lo fortalecido que tengas el suelo pélvico, y normalmente es el peso del embarazo, y no el parto, lo que hace que la zona pélvica quede dañada.

Tu cuerpo está diseñado para dar a luz. No te hace falta un tijeretazo de un profesional de la tijera, en ausencia de complicaciones.
Quiero volver al tema de los esfínteres aunque te parezca escatológico. Imagina que alguien te hace ir al baño y empujar cuando no quieres. No sólo te harás daño físicamente, sino que mentalmente pensarás que eres incapaz de hacerlo y que menos mal que tienes a toda esa gente tan preparada delante que puede sacarte todo con fórceps o cesáreas.

Y ahora piensa que alguien está a tu lado esperando a que tengas ganas. Que te sujeta la mano y te admira por lo que haces. Que sabe que eres única y que cada persona va al baño cuando quiere. Que cuando llega el momento sólo observa y te felicita.
Y ahora piensa en tus otros esfínteres, en esas vísceras que están preparadas desde el comienzo de la historia de la humanidad para que tú, como mujer, des a luz a tu bebé. Piensa cómo se ha estirado tu piel para albergar a tu bebé en la tripa durante nueve meses, cómo todos tus órganos se han acomodado para dejarle sitio, como tu cuerpo ha sido y es sabio. Deja que el proceso siga, tu bebé encontrará su camino, con tu ayuda. Y sólo tu bebé puede decirte cuándo y cómo. Si tienes la desgracia de ser una de esas pocas mujeres que tiene algún problema durante el parto un profesional experimentado sabrá aconsejarte que hacer y podrá intervenir cuando la necesidad apremie (NO ANTES). Mientras eso no ocurra, el profesional de la salud será respetuoso y asistirá deslumbrado, como espectador de lujo, al espectáculo inigualable del comienzo de la vida.

A los entrenadores/as les diría que no hay que hacerse notar o estar por encima de nadie, que el poder se gana, no se impone, y que, si no se saben controlar, deberían trabajar en un gimnasio para hacerle un verdadero favor a la humanidad.

La cabeza del bebé pasando por la apertura vaginal no duele


Alguien me comentaba esta semana que no creía que al estirar tanto la piel del perineo al dar a luz no doliera, me decía “si estiras así cualquier otra parte de piel del cuerpo la rompes”.

  • Las hormonas actúan (si la madre está relajada) para que esa parte de tu cuerpo se estire de manera milagrosa, no hay en tu cuerpo ningún proceso parecido al del parto.
  • La presión de la cabeza del feto en la zona adormece la zona pélvica. El mecanismo es el mismo que cuando una que se queda dormida sobre un brazo y a la mañana siguiente nota que no siente el brazo, que se toca y es como si no existiera. Es el mismo principio: la cabeza del feto presiona y “anestesia” de forma natural.

Lo importante: estar tranquila, seguir el proceso natural (en ausencia de complicaciones médicas, esto es, en un 95% de los partos, no dejar que nadie nos intervenga innecesariamente, ni nos haga empujar) y respirar.

 

El parto natural no duele. Enriquece, da poder, hace un mundo
durante el parto no debías empujar cuando te lo dijeran sino cuando tú tuvieras ganas y que no tendrías dudas sobre esas ganas. Pues bien, no te preocupes si das a luz sola en una isla desierta, o en el coche camino al hospital, o en el medio de un campo… No sólo puedes hacerlo sola sino que además nadie tiene que cortarte el cordón umbilical. Como siempre, hablo de partos normales en mujeres normales (de un 80 a un 90% de las mujeres).

El Lotus Birth se basa en el hecho de que el recién nacido expulsa su placenta a los 2 ó 3 días del parto sin necesidad de que nadie se la corte. De hecho, cortar el cordón umbilical antes de que éste deje de pulsar, esto es, de trasmitir sangre al bebé, puede poner en riesgo la salud del recién nacido, dejarle no sólo anémico sino con problemas hormonales de por vida, además de otras enfermedades y dolencias.

La placenta es un órgano, como puede serlo tu hígado o tu pulmón. Ese órgano ha servido de alimento y sustento a tu bebé durante nueve meses. La sangre que contiene ese órgano es rica en células madre y hormonas. Las células madre pueden generar hasta neuronas. De hecho ahora está de moda el extraer sangre del cordón umbilical para conservarlo y poder usarlo en caso de enfermedad. Sin embargo, somos tan incoherentes que cortamos el cordón umbilical muchas veces antes de que el bebé haya recibido de vuelta todo lo que fluye entre su placenta y él. Se lo arrebatamos y lo tiramos o hacemos cremas para la cara, con el consiguiente daño irreversible para el bebé (pérdida de oxígeno, pérdida de sangre, pérdida de nutrientes).

Normalmente el cordón umbilical suele seguir pulsando bastantes minutos. Cortarlo antes debería estar penado por la ley. La expulsión de la placenta es un proceso natural que sucede tras el parto del bebé. La mujer vuelve a tener contracciones y expulsa la misma. Con un delicado examen externo una experimentada comadrona puede verificar que toda la placenta ha sido expulsada. El tiempo transcurrido entre el parto del bebé y el de su placenta varía. Hay mujeres que pueden hacerlo a los 20 minutos mientras que otras pueden tardar 28 horas. Hasta que la placenta no ha sido expulsada el bebé debería seguir conectado a ella. Y luego, tras la expulsión, debería seguir con ella hasta que su cuerpo, naturalmente, se deshiciera de la misma, de 2 a 3 días después del parto.

Sin embargo, comenta esto en tu hospital y probablemente se rían a carcajadas de ti. Lo normal es que, inmediatamente tras el parto, a tu bebé se le ponga una pinza en el cordón, una pinza que bloquea toda entrada de células madre y hormonas valiosas a tu bebé. Luego, como no hay tiempo para esperar a que tu placenta salga por sí misma, te pondrán una inyección de drogas que faciliten el desprendimiento artificial de la misma, con los riesgos que esto supone. Si alguien te dice que necesita la placenta fuera para que no sangres miente. Las hemorragias suceden tras la expulsión de la placenta, nunca antes. Como he comentado antes, en caso de emergencia (como la denominada placenta previa o cuando hay problemas con el cordón umbilical) sí se justifica lo anterior. Pero si tu parto es normal y tu eres normal, vamos, lo normal, esto no sólo no tiene justificación. Es una agresión a tu bebé. Una agresión que le perseguirá toda una vida. Si decides seguir el proceso natural y seguir el Lotus Birth adelante. No tengas miedo. Comenta a tu profesional de la salud competente cómo quieres hacerlo. Por supuesto, como siempre, en caso de emergencia tus deseos deben ser adaptados, pero si todo va bien, como debe ir, tu bebé será el indicado de decir “ya no quiero más placenta, me quedo en este otro mundo”.

Piensa en cómo vas a proteger la placenta y tu bebé si decides llevarlo a cabo (envolviéndola en un pañal para que no sangre, teniendo cuidado que nadie tire del cordón, no recibiendo visitas durante esos primeros 2 o 3 días, teniendo en cuenta que es un órgano y que puede oler al secarse, que es normal, etc).

Si empiezas el proceso y luego te arrepientes no pasa nada. Se corta el cordón y listos. Además si ha pasado tiempo suficiente a lo mejor ya está seco y no tienen que ponerle una pinza.

Lo importante es que no corten el cordón de inmediato, que os dejen tiempo para el tránsito a la nueva vida y para que tu bebé recupere lo que es suyo y de nadie más. Como en anteriores ocasiones tienes que ser firme y hacerte oír. Ya eres mamá o papá. No vale “dejarse hacer”si no hay emergencia. Sé responsable. Infórmate y sobre todo pide explicaciones de todo lo que te hagan. La Organización Mundial de la Salud recomienda no cortar el cordón en absoluto o esperar el máximo tiempo posible, nunca antes de que deje de pulsar.

El parto es tuyo.

El Alma de la Placenta

Los Navajo de la zona suroeste de América entierran la placenta de sus hijos dentro de lo que denominan las Cuatro Esquinas sagradas para ligar a su nuev@ hij@ con su tierra y sus ancestros.

Los Maoríes de Nueva Zelanda entierran la placenta en tierra nativa por la misma razón. De hecho tierra y placenta comparten la misma palabra: whenua.

En ciertas zonas de Siberia se piensa que se ha enterrado mal o en un mal sitio la placenta si el bebé enferma. Entonces se desentierra y se le busca un lugar mejor para que el niño o la niña sanen.

Los Ibo de Nigeria y Ghana consideran la placenta como la gemela del bebé. Los Aymara y Quechua de Bolivia dicen que la placenta tiene su propio espíritu.

La gente de Malasia consideran la placenta como hermana mayor de sus hij@s. Los Parigi en Celebes Islands la reservan en algodón blanco hasta que la madre la entierra con un ritual. Parecidos rituales se encuentran en Java y Bali.

Los Toba-Bataks de Sumatra creen que la placenta contiene una de las 7 almas que cada persona posee. En Islandia se piensa que el espíritu guardián del bebé reside en la placenta, de hecho la llaman “fylgia” que significa “angel de la guarda”.

En el oeste de Australia la placenta es la compañera del bebé y se guarda durante 3 días antes de ser enterrada en silencio.

Los Baganda de Uganda consideran la placenta como un segund@ hij@, que posee su propio espíritu. Si el niñ@ tiene sangre real la placenta puede ser incluso llevada en procesión.

Los indios araucanos de Chile y Argentina atribuyen a la placenta poderes mágicos. Dicen que si se arroja a un campo de cultivo lo tornará estéril. Es por eso que hay que enterrarla profundamente.

Los antiguos egipcios creían en la dualidad de almas: un alma habitaba el cuerpo, la otra la placenta. Templos han sido construidos para enterrar las reales placentas de los faraones.

El mundo “civilizado”

En nuestras sociedades la práctica habitual es que los padres apenas vean la placenta cuando nace, cuanto menos honrarla. De hecho cuando nace el bebé parece que lo que queda de nacimiento son ya “los desechos” que cuanto antes se limpien y eliminen mejor.

Tras la expulsión de la placenta (muchas veces forzada, a fuerza de inyección) el hospital la vende a una farmacéutica y/o cosmética. O incinera todas juntas junto al resto de residuos orgánicos.

Tratamos nuestras placentas como si no tuvieran alma y el nacimiento como si no fuera sagrado.

Como debería ser

Deberíamos honrar este órgano que da vida y respetarlo como tal, ser capaces de admirar nuestros cuerpos en su perfección y magia, agradecer a la Naturaleza el milagro de la gestación y el nacimiento.

Deberíamos ser capaces de mirar más allá de una masa sanguinolenta: la placenta es fuente de vida, un órgano mágico que aparece sólo para albergar y proteger a tu bebé y a ti. Cada nacimiento tendrá su placenta y cada vida estará ligada a la misma.

Tras el nacimiento del bebé deberíamos esperar a que el útero expulsara este órgano mágico, con el mismo cariño y paciencia con el que hemos dado a luz a nuestro bebé. Y agradecer a la vida el regalo de haber tenido semejante placenta.

Si honras tu placenta honras tu vida.


El Cuerpo de la Placenta


América y Europa

En determinadas zonas de América y Europa se come la placenta tras el nacimiento porque se cree que tiene propiedades nutritivas inigualables para la madre y su bebé, y el comerla es tan natural como la propia lactancia. En zonas del norte de California y el Reino Unido tras el nacimiento se celebra la “Placental Party” donde la placenta es compartida y cocinada para familiares y amigos.

La mayoría de los mamíferos comen la placenta tras el nacimiento de sus crías, curiosamente incluso herbívoros.

 

Sociedad “avanzada”

En nuestra sociedad la creencia generalizada es que la placenta es un órgano inútil y desechable (no tanto para las farmacéuticas que se las rifan por su capacidad regeneradora) y que con una buena alimentación no es necesario comer placenta tras el nacimiento.

La ingesta de placenta proporciona altos niveles de hierro, vitaminas, hormonas…(algunos defienden que evita las depresiones posparto), estimula la contracción del útero, la lactancia y previene hemorragias

“La ingesta de placenta tras el parto estimula la lactancia y previene el riesgo de hemorragia”

Incongruencias

En nuestra sociedad la ingesta de placenta puede ser considerada canibalismo. Es curioso: degustamos con placer carne procedente de provocar la muerte a animales pero nos da asco y tenemos infinidad de prejuicios hacia la carne propia que da vida.

Afortunadamente el ser humano tiene la libertad de elección, aunque algun@s la pierdan en el camino, y han aparecido incluso empresas que encapsulan placenta para que pueda digerirse en forma de pastillas. Algunas de estas empresas recomiendan guardar cápsulas para la menopausia.

La medicina tradicional china usa la placenta seca, en polvo. Parece ser que se puede secar de forma casera en el horno y luego hacer polvo en un mortero y guardarla y usarla como si fuera una especia. Hay mamás que lo han hecho.

Algunas matronas y ginecólogos ofrecen a las mamás y papás la posibilidad de preparar un trocito de placenta cruda tras el nacimiento (nosotr@s la tomamos en forma de zumo, mezclada con frutas y estaba buenísima).

También puede tomarse cocinada como he comentado arriba, en las Placental Parties. Hay muchas recetas disponibles en la red.

Otros alternativas

Del mismo modo se puede hacer patrones en papel con la placenta, imprimir su silueta para la posteridad, enmarcar, darle un toque artístico.

Si decides enterrarla no plantes nada encima hasta que no pase por lo menos un año ya que la placenta es tan rica en nutrientes que puedes quemar el árbol o planta que plantes.

Nosotr@s elegimos un árbol que ya existía, que era milenario, y además enterramos lejos, por si acaso.

Hicimos del acto una ceremonia preciosa.

Tierra y cielo unidos.


Dos caminos, dos nacimientos

Ha llegado el momento de escribir sobre el nacimiento de Maya, nuestra segunda hija, pero no se por dónde empezar. Son tantas las emociones, tanta la felicidad, tanto el placer de haber dado a luz en casa… creo que tengo para más de un artículo.

Haber tenido un primer parto en un centro hospitalario hace además las comparaciones casi obligatorias. Voy a empezar por eso. Aunque el final de los dos caminos fue el mismo: dos niñas preciosas que son el centro de nuestro universo, el camino en si fue distinto, y eso que Iris, nuestra primera hija tuvo un nacimiento bastante respetado. Ahí va mi análisis personal de lo que ha sido mi experiencia.

Fecha posible de nacimiento

  1. En el primer nacimiento nos pasamos 7 días la fecha prevista. En cada visita al hospital nos recordaban que si no llegaba pronto tendrían que intervenirnos. Nos llegaron a hacer una maniobra para separar las bolsas de aguas que no dio resultado.
  2. En el segundo nacimiento se contempló la posibilidad de un retraso, o de un adelanto, como algo natural y fuera de toda preocupación. A partir de la semana 42 estaría muy bien revisar que todo va bien pero nada más. Afortunadamente, Maya nació el día que estaba previsto.

Contracciones de calentamiento

  1. Las llamadas Braxton Hicks. La primera vez, cada vez que tenía movimientos uterinos antes del nacimiento me recomendaban que me hiciera una eco para saber que todo estaba bien.
  2. Esta segunda vez he llegado a tener precalentamientos uterinos que duraban casi un día, pero al ser irregulares sabíamos que no eran sensaciones de parto. Al final desaparecían. No eran motivo de preocupación.

Exámenes vaginales

  1. En el primer nacimiento nos examinaban cada hora para ver cuánto habíamos dilatado. Los exámenes son molestos, especialmente hacia el final de la dilatación. Además conllevan riesgo de infección.
  2. En el segundo nacimiento no hubo ni un sólo examen. Nadie me puso ni una mano encima, mi cuerpo y mi vagina eran tan sagrados como siempre. Por mi forma de actuar las matronas sabían en qué fase estaba y hacia donde me dirigía.

Primeras contracciones. Dilatación

  1. En el primer nacimiento fueron muy intensas, casi lo más difícil de llevar, y duraron casi 12 horas. El ambiente hospitalario, la gente por los pasillos, los ruidos, los exámenes vaginales… Difícil concentrarse y dejar que el útero se abriera. Cada vez que tenía una sensación, sin saberlo, luchaba contra ella. Sabía que no quería drogas, ni epidurales, pero agarraba con fuerza todo lo que pillaba, como si estuviera trepando para escapar.
  2. En el segundo nacimiento, con la información y la tranquilidad, me concentré, con ayuda de hipnosis, en que cada ola, cada contracción, fuera todo menos eso, una contracción: abría mi cuerpo, visualizaba flores que se abrían, relajaba todo lo que podía: entregaba. Las matronas también depositaban una confianza absoluta en el poder de mi cuerpo.

En este caso la dilatación duró unas 2 horas. Además me ayudé del agua caliente, de mi bañera, donde me sentía oculta, ágil, ligera. El “aguadural” resultó ser un placer sin efectos secundarios. Esta vez no agarré. Me dejé llevar por esas fuerzas, por los movimientos de Maya, por las pulsaciones de mi cuerpo.

Liberación de las aguas

  1. Durante el primer nacimiento Luis y yo tuvimos que luchar para que no nos rompieran las aguas “para ver qué color tenían”. Ya sabrás que la rotura de aguas sin motivo acelera el proceso de parto, obliga al bebé a bajar bruscamente y puede acarrear numerosas complicaciones graves. A pesar de nuestra firmeza nos preguntaban cada media hora y nos decían que la decisión pesaba sobre nuestra responsabilidad, ¿sobre la de quién si no? ¿no es este nuestro parto, nuestro cuerpo, nuestro bebé? Estábamos tan convencidos de que en ausencia de complicaciones no hay que romper ninguna bolsa, que nos negamos una y otra vez. “¿Hay alguna razón por la que debas romper la bolsa?¿No? Pues no, gracias”. Así una y otra vez con la consiguiente pérdida de energía, tiempo.
  2. En el segundo nacimiento las aguas se liberaron cuando se tenían que liberar, allá por el final de la dilatación y se mezclaron con el agua de la bañera. Yo fuí la encargada de decírselo a las matronas para que pudieran apuntarlo en sus libros. Nadie en ningún momento intentó intervenir, ya que el corazón de mi bebé estaba estupendo

Nacimiento o expulsivo

  1. En el primer nacimiento la matrona que me atendía tenía prisa. Cuando terminó la dilatación todo paró, de repente. Ella me hizo empujar. El resultado fue que todas mis fuerzas se iban en cada pujo, que no había contracciones que acompañaran esos pujos, por lo que estaba obligando a mi cuerpo y a mi bebé a salir sin venir al caso, que mi cara se llenó de marcas, que mi bebé estuvo a punto de entrar en estrés, que mi periné no dilataba y tuvo que practicarme una episiotomía que casi me lleva al quirófano “por mi bien”… Esa episiotomía tardó más de un mes en sanar. Los puntos tiraban y dolían, no tenía ningún control sobre mis esfínteres, tardé meses en disfrutar mis relaciones sexuales…
  2. En este segundo nacimiento tras la dilatación volvió a haber un descanso. Es normal: el útero descansa, el bebé ha descendido y se ha encajado y el útero se amolda primero a la nueva forma para tener más fuerza al empujar el bebé fuera. En la bañera había silencio y respeto hacía ese periodo. Pude charlar durante esos minutos y retomar energía. Tras el debido descanso mi cuerpo comenzó a tener de nuevo contracciones (olas), que volví a navegar, hasta que llegó una muy intensa que me hizo cambiar de postura y aullar a la luna: nadie me dijo cuando o cómo, el respeto a mi cuerpo me indicó que había llegado el momento de dejar salir a Maya, y así lo hice. Mi periné se abrió sin necesidad de tijeretazo. Mientras que hay mujeres que ni siquiera desgarran, el mío lo hizo, pero he aquí sorpresa: se fue desgarrando sin ningún dolor. Maya venía con una manita en su cabeza, es ahí donde noté como si me arañaran y ese desgarro sí molestó. No me suturaron porque preferimos todos que la herida cerrara sola. Es cierto que el pequeño desgarro de la mano me molestó durante 5 días, mucho, cuando iba al cuarto de baño, pero el gran desgarro entre vagina y ano ni lo sentí cerrar. El cuerpo es sabio. Tras 5 días mi periné estaba listo y en forma, como si nada hubiera pasado. Vida normal.

Primeras palabras

  1. En el primer nacimiento la matrona dijo “empuja… bien… así… tú mira hacía otro lado (refiriéndose a Luis cuando iba a cortar la episiotomía)…ya está” y luego “es una niña grande”.
  2. En el segundo nacimiento nuestra hija mayor, Iris, fue la encargada de dar la bienvenida. En una sala en silencio, exclamó “mira Maya!!” y todos nos echamos o a reir o a llorar.

Expulsión de la placenta

  1. En el primer nacimiento, tras el mismo se me inyectó algo sin ni siquiera consultarme e inmediatamente la placenta salió. Supongo que al ser una pareja informada las que nos atendían decidieron no seguir preguntando sobre intervenciones y decidieron intervenir sin más. El cordón umbilical fue cortado. Gracias a nuestra insistencia, eso sí, se cortó cuando dejó de pulsar.
  2. En el segundo nacimiento esperamos con alegría a que la placenta se liberara. Volví a tener contracciones, olas, y en una de esas parí ese órgano. Cuando nos acordamos y nos pareció cortamos el cordón, aunque podíamos no haberlo cortado. No había prisa. El mundo se había detenido. No había nada mejor que hacer.

El amamantamiento y la placenta merecen nuevos artículos.

La calidad de la experiencia no es comparable. Tanto en el hospital como en casa nos cuidaron profesionalmente, pero el alcance moral del respeto al nacimiento de un hijo, la individualidad del trato y el protagonismo del evento, hace del nacimiento en casa el ganador sin lugar a dudas.

Poco a poco los hospitales toman nota y quizá, en un futuro cercano, dar a luz en hospital no sea como entrar en una factoría y perder toda responsabilidad, y quizá en el futuro todos los participantes sean conscientes del milagro que tienen entre manos y de las consecuencias de sus actuaciones durante el proceso.

Tener un nacimiento “normal” con un hijo sano es importante, pero disfrutarlo y empoderarte con el mismo también lo es. Sólo se nace una vez y la bienvenida es importante.

No subestimes la calidad de ese evento.

Contacto

María del Carmen

609458688 idrisazzahra@gmail.com