La crítica que hace Jung de el error escatológico de Nietzsche,

09.05.2014 18:43
"Nietzsche y la Locura", por Guido Luigi Russolo (1885-1947)
La crítica que hace Jung de el error escatológico de Nietzsche, que fue intentar establecer como centro de mando esa personalidad numero 2, o profunda,  que tenemos todos, e intentar desde ella establecer un sistema (o anti-sistema) filosófico en un mundo florecido a la luz de la consciencia, o personalidad numero 1,  y que no estaba ni está preparado para vivir en crudo las caóticas energías creativas (ciertas, verdaderas, pero excesivamente intensas, demasiado poderosas,  para el frágil contenedor de la psique humana) del inconsciente, me parece una de las más lucidas y acertadas criticas que yo, un precoz lector de la filosofía del Filósofo del Martillo, y practicante de las incontrolables energías dionisiacas por las que he pagado el mismo precio que tantos y tantos adolescentes hastiados y perdidos en un mundo demasiado dominado por la personalidad número 1, o las coarcitivas, mas necesarias normas de la razón, me he encontrado nunca. Pese a la neutralidad con la que me gusta encarar estos combates X VS X entre titanes, a estas alturas de mi larga y sufriente experiencia de la "locura" de intentar vivir el inconsciente a la luz del sol, tal y como lo predicaba el viejo Zaratustra, y en este caso en particular, por lo cercano e intimo que me queda, no puedo mas quetomar partido, y  declinarme por el análisis de sabio Jung (sin dejar por ello de admirar la temeridad y el valor de Nietzsce, asi como su contribución al desenquistamiento del Ideal en el que estaba varada desde hacia unos cientos de años la filosofía. Nietzsche, un profundo conocedor de los clásicos, en especial del sentido de la tragedia,  sera siempre, en lo que a la filosofia occidental se refiere, el precursor del espíritu postomoderno que culmino en los trabajos demoledores de un Heidegger, o de un Kierkaegaard, verdaderos profetas de la Kenosis de Dios en el fragil  espíritu del hombre.
Pero si tenemos que comparar la maduracion de ambos pensamientos, volviendo a Jung VS Nietzsche, no hay duda de que ambos rios o caudales desmbocaron en lugares bien distintos. A los hechos me remito. Ambos titanes tuvieron no pocos encuentros a pelo con lo innominable, y conocieron a fondo el espíritu de la soledad necesaria (quizas en Nietzsche tuvo mas carácter de aislamiento que de esta última) para desarrollar entre terribles dolores de parto el  extraño fruto del pensamiento propio, pero mientras que uno acabo rotundamente loco, otro llego a la vejez disfrutando de la lucidez y la sabiduría de años y mas años de construción de puentes humanamente franqueables, entre el océano del inconsciente y las islas de consciencia, diminutas, frágiles, insignificantes puntos de luz (como  unas pocas estrellas en un cielo negro e interminable) en un abismo de oscuridad que amenaza de continuo con tragarnos vivos, pero que son el único lugar donde podemos tener, por muy a la intemperie que nos sintamos, una vida. Una vida humana, a caballo entre la rutinaria construcción de una dura y costosa realidad diaria, y el infinito mundo de las posibilidades que ofrece el absoluto, el caos que algunos hemos visto. Y no solo visto. Donde nos hemos zambullido, aunque por suerte, o por gracia, alguna fuerza divina nos haya arrojado de vuelta a la costa, a la orilla de las islas de la consciencia, a la tierra donde tiene lugar la mediocre, pero sagrada, por lo frágil y delicada que es, vida de los hombres:
 
Cuando Jung topó con Nietzsche 
 
 
"En su interesantísimo libro autobiográfico Erinnerungen, Träume, Gedanken (Recuerdos, sueños y pensamientos), Carl Gustav Jung describe su encuentro con la filosofía de F. Nietzsche cuando estudiaba medicina en Basilea, en 1898 (en el mismo instituto donde Nietzsche impartió clases como catedrático de filología clásica). Escribe Jung:
 
"Los siguientes semestres me ocuparon tanto que apenas tuve tiempo para mis escapadas a lugares apartados. Sólo los domingos podía leer a Kant. Leía también con interés a E. von Hartmann. Nietzsche estuvo por algún tiempo en el programa, pero dudaba en leerlo porque no me sentía suficientemente preparado. Se discutía entonces mucho sobre Nietzsche, pero se rechazaba casi siempre, con mayor viveza por los estudiantes de filosofía «competentes», de lo que yo sacaba mis conclusiones sobre la oposición reinante en las altas esferas. La máxima autoridad era naturalmente Jakob Burckhardt, de quien se divulgaban diversos juicios críticos en relación con Nietzsche.
 
Carl Gustav Jung (1875-1961) psiquiatra suizo, fundador de la escuela de Psicología analítica.
 
Además existían algunos que habían conocido personalmente a Nietzsche y por ello eran capaces de informar acerca de toda clase de curiosidades sobre él, y no precisamente las más simpáticas. La mayoría no había leído nada de él y, por consiguiente, se recreaban en ciertos aparentes equívocos, por ejemplo, en sus caprichos de gentleman, en su modo de tocar el piano, en sus excentricidades estilísticas, pura curiosidad que sacaba de quicio a los estudiantes de Basilea de aquel entonces. Estas cosas no me sirvieron de excusa para aplazar la lectura de Nietzsche —por el contrario, fueron para mí el máximo incentivo—, sino el que se trataba de un miedo secreto a que quizás yo era semejante a él, por lo menos en lo referente al «misterio» que le aislaba en su ambiente. ¿Quizás, quién sabe, había tenido una experiencia interior o ideas de las que quería hablar y desgraciadamente no era comprendido por nadie? Resultaba evidente que era una rareza, o por lo menos pensaba por tal, como un lupus naturae que yo en ningún caso quería ser. Me atemorizaba el posible descubrimiento de que yo, como Nietzsche, fuera «también Uno». Naturalmente —si parva componere magnis licet—, él era ciertamente un profesor, había escrito libros, es decir, había alcanzado alturas increíbles; es verdad que procedía también de una familia de teólogos, pero en la gran y vasta Alemania, que se extendía hasta el mar, y yo sólo era un suizo que procedía de una modesta casa parroquial de un pequeño pueblo fronterizo. Él hablaba un correcto alemán académico, sabía latín y griego, quizás también francés, italiano y español, mientras que yo sólo sabía expresarme con cierta seguridad en el rudo alemán de Basilea. En posesión de todas estas riquezas podía él permitirse después de todo una cierta excentricidad, pero yo no podía saber entonces hasta qué punto me parecería a él.
"Nietzsche y la Locura", por Guido Luigi Russolo (1885-1947)
 
 
Pese a mis temores, sentía curiosidad y me decidí a leerle. Lo primero que cayó en mis manos fueron las Consideraciones anacrónicas. Quedé fascinado por completo y no tardé en leer Así hablaba Zaratustra. Constituyó, como el Fausto de Goethe, una fuerte conmoción. Zaratustra era el Fausto de Nietzsche, y la número 2 era mi Zaratustra, era —esto me resultó claro— morboso. ¿También la número 2 era anormal? Esta posibilidad me dio un miedo que hacía mucho que no quería reconocer aunque me preocupaba mucho y se me presentaba siempre inoportunamente forzándome una y otra vez a meditar sobre mí mismo. Nietzsche había descubierto tarde a su número 2, transcurrida ya la mitad de su vida, mientras que yo conocía mi número 2 ya desde mi primera juventud. Nietzsche habló ingenua y descuidadamente de este Arrheton, que no se debe nombrar, como si todo esto fuese normal. Sin embargo, yo había visto muy pronto que con ello se adquieren experiencias muy malas. Él era por otra parte tan genial que ya en su juventud vino como catedrático a Basilea sin sospechar nada de lo que le esperaba. Precisamente a causa de su genialidad hubiera debido notar a tiempo que algo no concordaba. Esto fue pues, pensaba yo, su morboso error: resuelta e insospechadamente había mostrado la número 2 a un mundo en el que nada se sabía ni se comprendía de tales cosas. Estaba dominado por la infantil esperanza de encontrar hombres que compartiesen sus éxtasis y comprendieran la «transmutación de todos los valores». Pero sólo halló filisteos de la cultura; en realidad fue tragicómico que él mismo fuera de los que, como todos los demás, no se comprendían a sí mismos, cuando se sumergió en el misterio y en lo indecible y quiso ensalzarlo ante una multitud indiferente y dejada de la mano de todos los dioses. De ahí lo ampuloso de su lenguaje, lo recargado de sus metáforas, la ditirámbica exaltación que inútilmente intentaba hacer inteligible este mundo que se basó en datos científicos inconexos. Y así este equilibrista no concordó ni consigo mismo. No conocía a fondo este mundo —«dans ce meilleur des mondes posibles»— y fue por ello un poseso, alguien que sólo podía ser tratado con sumo cuidado por sus adeptos.”
El profeta Zaratustra. Jung afirmaba que el personaje de Zaratustra era la “personalidad Nº 2” de Nietzsche, de la misma manera que Fausto lo era para Goethe. 
 
El texto citado lo extraje de: Recuerdos, sueños y pensamientos. C. G. Jung, Seix Barral. Barcelona, 1989. En ese libro, Jung hace varias alusiones a Nietzsche".
Hay un intersante libro sobre Nietzsche, que lei y me conmovió, escrito por el dr Irvim Yalom, llamado Cuando Nietzsche lloró. Copio la siguiente reseña, encontrada en la web, asi como el enlace a la película basada en el mismo libro:
 
"Cuando Nierzsche lloró es una obra de ficción, escritra por un psicoanalista norteamericano, quien simula el encuentro del pionero médico Dr. Joseph Beuer, maestro del gran psicoanalista Sigmund Freud con el revolucionario Filósofo Friedrich Nietzsche. La historia se desarrolla en el escenario de la Viena del siglo XIX, iniciado a partir de un contacto hecho por la joven Lou Salomé, amiga de Nietzsche (de quien el se enamorara), con el prominente médico que se habia convertido en famoso por curar la todavia absurda histeria: el Dr. Joseph Beuer. La joven inicia el contacto afirmando que el futuro de la filosofía alemana se encuentra en peligro, porque el gran filósofo Nietzsche corria riesgo de suicidarse. Solicita que el Dr. Beuer atienda a Nietzsche pero debe tratarse de una consulta clínica relacionada con sus fuertes dolores de cabeza. Esto se debe al hecho que Nietzsche tiene como premisa la duda frente a relaciones sociales, incapaz de recibir ayuda, siendo para él necesario que exista un intercambio pre-estipulado, pero lo que no era posible era experimentar un tratamiento psicológico ya que el no admitiria nunca que poseia problemas que no se relacionaran con sus jaquecas. La obra mezcla ficción con realidad, resaltando el caracter psicológico de los personajes.En la primera parte se describe una interesante relación entre Beuer y el todavia estudiante de medicina Sigmund Freud. En el transcurso de la historia se resalta la cuestión psicológica del propio Dr Beuer, inclusive su pasión reprimida por una de sus clientas, famosa por ser curada de Histeria. Sin embargo el punto alto del libro es la relación entre el Dr. Beuer y Nietzsche, donde el Dr. Beuer sugiere intercambiar servicios (para lo cual era necesario que Nietzsche se hospedara en su clínica) por un tipo de consultoria filosófica, alegando que él mismo necesita ayuda. Nietzsche termina por aceptar, lo que termina en un hermoso diálogo psico-filosófico, donde se mezclan los principales conceptos de Nietzsche y los esenciales presupuestos psicoanalíticos, dejando a relucir pasiones reprimidas por ambos. El libro se presenta como un romance, pasa de la Historia de la Psicologia Moderna hasta el ensayo filosófico del autor, que interpreta la filosofía de Nietzsche a su modo, abriendo margen para posibles críticas y discusiones. Recomendable para los amantes de la literatura y del pensamiento. Indispensable para los estudiosos del tema por traer tantas cuestiones vulnerables y pasibles de interpretaciones puras (o ingenuas), obligandonos a posicionarnos".
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María del Carmen

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