LA EDUCACIÓN COMIENZA EN LA VIDA INTRAUTERINA

13.11.2013 19:26
LA EDUCACIÓN COMIENZA EN LA VIDA INTRAUTERINA
Etimológicamente la palabra  educar significa: “ permitir que brote.” Yo le añadiría “que brote el Ser”. Nada más exacto como actitud, de unos padres gestantes de un hijo.
 
Sin embargo no ha sido así en nuestras vidas. La educación castradora del Ser, no ha comenzado en la crianza o en las escuelas o guarderías, sino, dentro del útero.
 
No importa la edad gestacional, ese bebé en formación va recibiendo cantidad de impactos emocionales y físicos que se quedarán impregnados en sus memorias celulares traduciéndose posteriormente en decisiones ante la vida. La creatividad del pensamiento se encargará de atraer, manifestar y proyectar esas supuestas realidades.
 
De esta manera el niño gestante va alejándose de su unión Universal, va olvidándose de quien es e identificándose con un montón de pensamientos que conformarán su personalidad tremendamente enraizada a su madre, o mejor dicho, a la de su madre.
 
Un niño que haya vivido traumas físicos durante esa etapa primordial de su vida, tendrá tendencia a tener dificultad con todo lo material-físico y le acompañará el dolor del  pensamiento de que hace daño, de que su presencia no es buena o de que si crece morirá o alguien saldrá dañado.
 
Si durante la gestación ha habido problemas emocionales como, sentimientos contrarios al embarazo, ser concebidos con algún fin oculto, expectativas excesivas, ilegitimidad, violación, intento de aborto, deseo de aborto, adicciones, culpabilidad por el embarazo, angustia persistente de la madre, muerte de algún familiar, etc., dependiendo de cual fue la solución del conflicto, el niño no nacido aún, decidirá que no es valioso, no es suficiente por si mismo o no merece ser amado, entre otras decisiones.
 
Cuando los padres piensan: “ahora no es el momento” o dan miles de razones para no aceptar el embarazo, el niño vivirá en un alto grado de ansiedad (dificultad de estar presentes). Y si su madre actúa como si no estuviera embarazada, a veces incluso escondiendo su estado gestacional, el bebé sentirá y pensará: “Soy insignificante, no cuento para nadie, no existo o no soy importante”.
 
Los tipos de nacimiento también tiene una gran influencia en la conducta del ser humano, creo que sería tema de otro artículo. Puedes explorar en el libro del Dr. Thomas Verny “La vida secreta del niño antes de nacer”, o en el mío “Nacimos para triunfar”.
 
Lo más significativo desde la visión de una educación hacia el Ser, es que todas estas actitudes engloban soterradamente un sentimiento de culpabilidad, la gran separación del Ser, la expulsión de nuestro propio Paraíso.
 
No es de extrañar entonces, que vivamos en una sociedad global amenazada por los sentimientos de la culpabilidad primitiva. Nuestro camino: ¡Vamos a volvernos inocentes para entrar en el Reino de los Cielos!.
 
Curiosamente en mi trabajo me encuentro muchas veces con personas que huyen de sentirse inocentes por creer que es debilidad cuando se trata de la mayor fuerza existente, la fuerza del amor que se expresa con absoluta honestidad y tolerancia.
 
Veo con placer cómo padres que están en un camino de expansión de consciencia buscan tener a sus hijos a través de partos respetados, o padres no tan conscientes que han tenido a sus hijos respetadamente y esa experiencia les ha llevado a la búsqueda de su propia esencia. Así como al tener personas de dos generaciones de la misma familia en mi consulta puedo ver la herencia del guión natal, que me hace no tener duda, ya hoy en día, de que elegimos a nuestros padres perfectos.
 
TODOS SOMOS INOCENTES, ni nuestros padres, ni abuelos, ni toda nuestra genealogía sabían hacerlo de otra manera. Incluso creo que fue la manera perfecta para que hoy estemos recordando a través de esa parte que la creemos o denominamos oscura, quienes somos.
 
Más ahora nos llegó el momento de despertar, de trabajar con nosotros mismos para transformar esas memorias en nuestro interior, para aprender a acogerlas a rendirnos a ellas y así transformarlas en Amor. Esta es la educación que nos corresponde como adultos, y desde ahí darles la bienvenida a unos preciosos chipilines que son la Luz del mundo y que nos están diciendo que los acompañemos.
 
Quiero honrar aquí a uno de mis maestros, el Dr. Frédérick Leboyer autor del libro “El parto: crónica de un viaje” quien fue pionero del nacimiento sin violencia.
 
Asimismo agradecer a los organizadores del Congreso LOS NIÑOS DEL TERCER MILENIO. Para mi fue como un viaje fantástico a la vez que real hacia el AMOR y la UNICIDAD.
 
MARIA LUISA BECERRA MARIN

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