"Las dos formas de pensamiento" de Carl Jung

26.08.2014 18:37
Uno de los principios de la psicología analítica es que las imágenes oníricas han de entenderse simbólicamente, no deben tomarse al pié de la letra, y sí suponerles un sentido oculto. Nada tiene de extraordinario que el sueño posea significado y sea susceptible de interpretación. El hecho de que una opinión sea tan antigua y tan general, demuestra necesariamente que de algún modo tiene que ser verdadera, esto es, psicológicamente verdadera. La verdad psicológica es un hecho, no un juicio. A diferencia de la teoría del conocimiento, a la psicología no le incumbe el que una determinada idea se adecue o no a una realidad objetiva. Solo le interesa su existencia y “en tanto existe es psicológicamente verdadera”. 
El sueño surge de una parte del alma que no conocemos y se ocupa de la preparación del día siguiente y sus acontecimientos. El sueño es una serie de imágenes aparentemente contradictorias y absurdas, pero contiene un material de pensamiento que, traducido, arroja un sentido claro. No cabe explicar ningún sueño sin tener que relatar luego la historia de media vida del soñador. Existen ciertos sueños y temas oníricos típicos de significado aparentemente sencillo si se los considera desde el ángulo del simbolismo sexual. Pero el hecho de que un símbolo sea de índole sexual en modo alguno significa que también lo sea el interés que lo aplica. Para la orientación de la conciencia es importante descubrir la compensación expresada por el sueño.
El pensamiento conciente opera con una representación inicial o superior donde guiados por un sentimiento de dirección  seguimos una serie de representaciones singulares asociadas. Pensamos en palabras, un raciocino muy intenso se desarrolla en forma más o menos hablada, es decir, como si se lo quisiera exponer, enseñar, o convencer a alguien. Es evidente que se dirige hacia fuera. En este sentido, el pensamiento dirigido o lógico es un pensamiento acerca de la realidad (“el pensamiento es un acto del alma mediante el cual ésta se percata de la cosas ajenas a ella” Wolff), es decir, que se adapta a la realidad (“esta aptitud de hacerse cargo de nuevos hechos, será considerada por nosotros como diferencia específica del pensamiento lógico. 
Mediante ella se distingue suficientemente del pensamiento asociativo ordinario” James), en el cual, expresándolo con otras palabras, imitamos la sucesión de las cosas objetivas y reales, de suerte que las imágenes desfilan en nuestra mente en la misma serie causal que los acontecimientos exteriores. También se lo suele llamar pensamiento con atención dirigida. Tiene además la particularidad de que fatiga y, en consecuencia, solo puede funcionar durante lapsos mas o menos cortos. Toda nuestra tarea vital, tan costosa, es adaptación al ambiente; parte de ella es el pensamiento dirigido, que, para expresarlo en términos biológicos, no es más que un proceso psíquico de asimilación que como toda tarea vital, provoca un agotamiento proporcional.
La materia con que pensamos es el lenguaje y el concepto verbal, que solo tiene una única razón de ser: la comunicación. Mientras nuestro pensar es dirigido, pensamos para otros y hablamos a otros. Originariamente, el lenguaje no es otra cosa que un sistema de signos o “símbolos” que designan eventos reales o su repercusión en el alma humana. Nuestro pensamiento dirigido no es más que la fase previa de un llamamiento a los compañeros. Según una acertada paradoja de Abelardo “el lenguaje es producido por el pensamiento y produce el pensamiento”. 
El lenguaje debe entenderse más bien en una en una acepción mas amplia, que, por ejemplo, el habla, que no es en si misma más que la emisión del pensamiento formulado, susceptible de comunicación. De lo contrario, el sordomudo debería verse sumamente limitado en su capacidad de pensar, y no ocurre así, pues aunque privado del habla, tiene también su lenguaje.
El pensamiento dirigido es un descendiente de las palabras primitivas, asi lo indica Wundt: “...la transformación de los sonidos y del significado consiste en que numerosas palabras pierden paulatinamente todo su originario significado concreto-sensible… De esta suerte se desarrolla el pensamiento abstracto que… no sería posible mas que sobre la base de esa transformación de significado”.
Jodl rechaza la identidad entre leguaje y pensamiento, fundándose en que por ejemplo un mismo hecho psíquico puede expresarse de diversas maneras en diferentes idiomas. De ahí deduce la existencia de un pensamiento “supraverbal”, que Erdmann llama “hopológico”. No cabe duda de que semejante pensamiento exista, pero no es pensamiento lógico. La concepción de Jung concuerda con las notables aserciones de Baldwin: “El tránsito desde el sistema de ideas que preceden al juicio, al sistema del juicio, es exactamente igual que el paso desde un saber que tiene sanción social a aquel que puede prescindir de la misma. Los conceptos utilizados en el juicio son aquellos que fueron elaborados ya en sus premisas e implicaciones por la actividad del trato social. De esta suerte, el juicio personal, educado en los métodos de la retribución social, disciplinado por la interacción con su mundo social, proyecta de nuevo su contenido en el mundo. Dicho con otras palabras, la base de todo movimiento que conduzca a la afirmación del juicio individual -el nivel desde el cual se utiliza la nueva experiencia-  está ya y a cada momento socializada y es precisamente este movimiento lo que reconocemos en el resultado efectivo como sentimiento de “adecuación” o carácter sinonímico del contenido que se expresa.
…lanza al mundo como si fuera verdadera una opinión que es aún la suya propia, personal,… ahora bien, como no dispone sino del lenguaje corriente, solo puede emplear significaciones que son ya propiedad de su uso social y convencional.
De ahí que el lenguaje se desarrolle exactamente igual que el pensamiento, sin perder nunca su referencia sinonímica y bilateral; su significación es tanto personal cuanto social.
El lenguaje es el catalogo del saber heredado. En su mayor parte, la educación del yo, que somete a la base fundada del juicio sano la inseguridad de la reacción personal frente a hechos y representaciones se opera mediante el lenguaje. Cuando el niño habla, somete al mundo indicaciones para la fijación de un significado general y común. La acogida que se le dispense, confirma o rechaza su proposición; pero en ambos casos extrae de ello una enseñanza.
El lenguaje constituye un testimonio y prueba excelentes de la coincidencia del juicio personal con el social. En él, la significación sinónima juzgada como “adecuada” pasa a ser significación social, que se considera socialmente generalizada y reconocida”.
El pensamiento dirigido o, como también podríamos denominarlo el pensamiento verbal, es el instrumento notorio de la cultura, y seguramente no nos equivocaremos si decimos que la formidable labor educativa, precisamente mediante el peculiar desenvolvimiento del pensamiento desde lo subjetivo-individual hasta lo objetivo-social, la capacidad de adaptación del espíritu humano a la cual debemos paciencia y las técnicas modernas, ese fenómeno absolutamente sin par en la historia universal. A menudo intrigó a muchos autores el hecho de que los antiguos, no obstante sus conocimientos sin duda elevados en los sectores de las matemáticas, la mecánica y la materia, y su incomparable destreza artística, jamás pudieran pasar del diletantismo a la verdadera técnica en el sentido actual (por ejemplo a los principios de las máquinas sencillas). A eso cabe replicar que los antiguos, con excepción de unos pocos espíritus esclarecidos, eran totalmente incapaces de interesarse en los cambios de la materia inanimada al punto de poder reproducir artificialmente sus procesos naturales, único medio que hubiese podido ponerlos en posesión de las fuerzas de la naturaleza. No estaban entrenados en el pensamiento dirigido (no existía escasez que impusiera necesidad de pensamiento técnico. La obra de mano barata estaba resuelta por los esclavos por lo tanto no necesitaban ingeniárselas para ahorrar trabajo. Su interés se hallaba trabado en al veneración del cosmos divino). El secreto del desarrollo de la cultura es la movilidad y la facultad de desplazamiento de la energía psíquica. El pensamiento dirigido de nuestros días es una adquisición más o menos moderna de que carecieron las épocas anteriores. 
Llegamos así a otra cuestión: ¿qué ocurre cuando pensamos en forma no dirigida? Entonces falta a nuestro pensamiento la presentación superior y el sentimiento de dirección que de ella emana (“No puede elaborarse un pensamiento sin nociones de finalidad…” Freud). Ya no imponemos a nuestros pensamientos un itinerario determinado, sino que los dejamos flotar, hundirse o subir por su propia densidad. Según Kulpe, el pensamiento es una especie de “actividad interior de la voluntad”, cuya falta conduce necesariamente a un “juego automático de representaciones”. James considera que el pensamiento no dirigido o “meramente asociativo” es el más común. 
Ese pensamiento se desenvuelve sin fatiga, abandonado pronto la realidad para perderse en fantasías del pasado y del futuro. En este caso cesa el pensamiento verbal; la imagen sigue a la imagen, el sentimiento al sentimiento (en el curso de experimentos psicológicos Jung comprueba que el sujeto abandonado a sus ensueños presentaba manifestaciones afectivas experimentalmente registrables); una tendencia que todo lo crea y ordena, no como es realmente sino como tal vez desearía que fuese, se impone cada vez más claramente.
Hay pues dos formas de pensamiento: el pensamiento dirigido y el sueño o fantaseo. El primero sirve para que nos comuniquemos mediante elementos lingüísticos; es laborioso y agotador. El segundo, en cambio, funciona sin esfuerzo, como si dijéramos espontáneamente, con contenidos inventados, y es dirigido por motivos inconcientes. El primero adquiere, adapta la realidad y procura obrar sobre ella. El segundo, por el contrario, se aparte de la realidad, libera tendencias subjetivas y es improductivo, refractario a toda adaptación. 
Nuestra ciencia, producto del pensamiento dirigido, tenía un equivalente en la escolástica, que si bien extraía sus temas de las fantasías del pasado, sometía el espíritu a la disciplina dialéctica del pensamiento dirigido. El único éxito que aguardaba al pensador era el triunfo retórico en la controversia y no una transformación visible de la realidad. Históricamente, la escolástica, es la madre del espíritu científico moderno, y en un futuro más lejano se verá cómo y dónde la escolástica sigue enviando todavía vivientes corrientes subterráneas a la ciencia de nuestros días. La escolástica es esencialmente una gimnasia dialéctica que dotó a la palabra, símbolo del lenguaje, de un significado absoluto tal, que acabó adquiriendo aquella sustancialidad que los últimos tiempos de la antigüedad solo mediante una valoración mística habían logrado otorgar a su logos. La gran hazaña de la escolástica fue, según parece, haber establecido sólidamente las bases de la sublimación intelectual, conditio sine qua non del espíritu científico y de la técnica moderna. La antigüedad tendía a un pensamiento más imaginativo pero el centro de gravedad de nuestro interés se ha desplazado por completo a la realidad material. 
La actividad el espíritu de los primeros tiempos de la antigüedad obraba por antonomasia artísticamente. Parece que la finalidad del interés estribaba, no en captar objetivamente y exactamente el cómo del mundo real, sino en adaptarlo estéticamente a fantasías y esperanzas subjetivas.
Cada cosa tenía su demonio, es decir, estaba animada y era igual a un hombre o a su hermano el animal. Todo era antropomórfico o teriomórfico, hombre o animal. Incluso el disco solar había sido dotado de alas o pies para hacer sensible su movimiento. Así surgió una imagen del mundo arto alejada de la realidad, pero que correspondía cabalmente a la fantasía subjetiva. No es preciso extenderse mucho para demostrar que el pensamiento del niño es muy similar al mitológico. En el sueño se manifiesta un pensamiento análogo.
Según Freud, lo que caracteriza al pensamiento de la vigilia es la progresión, es decir, la marcha de la excitación mental desde el sistema de percepción interna o externa, pasando por la labor asociativa endopsíquica, hasta el acto motor final, esto es la inervación. En el sueño ocurriría lo contrario: regresión de la excitación mental desde lo preconsciente o inconciente hasta el sistema de percepción, a lo cual debe el sueño su carácter de representación sensible que puede llegar hasta la nitidez de una alucinación. El pensamiento onírico se mueve pues, hacia atrás, hacia las materias primas del recuerdo: “El ensamblaje de los pensamientos oníricos se disuelve en la regresión de la materia misma”. Pero la reanimación de percepciones originarias es solo uno de los lados de la regresión; el otro es la regresión al material de recuerdos infantiles. Esa regresión puede calificarse de “histórica”. Ene se aspecto el sueño podría concebirse como una reminiscencia transformada por su transferencia al presente. Dice Freud: “Realizando sus deseos por un breve camino regresivo, nos conserva el sueño una muestra del funcionamiento primario del aparato psíquico, funcionamiento abandonado luego por inadecuado al fin. Aquello que dominaba en la vigilia, cuando al vida psíquica era aún muy joven e inhábil aparece ahora confinado en la vida nocturna, del mismo modo que las armas primitivas de la humanidad, el arco y la flecha, han pasado a ser juguetes de los niños”. Esto nos sugiere un paralelo entre el pensamiento mitológico del a antigüedad y el pensamiento similar de los niños, de los primitivos y del sueño. La anatomía comparada y la genética nos muestra como la estructura y el funcionamiento del cuerpo se forman a través de una serie de transformaciones embrionarias que corresponden a transformaciones análogas en la historia de la especie. En la vida psicológica también la ontogénesis corresponde a la filogénesis: el pensamiento infantil en la vida psíquica del niño así como en el sueño, no sería mas que una repetición de anteriores etapas del desarrollo. Diríamos con Nietzsche: “Durmiendo y en sueños rehacemos toda l tarea de la humanidad primitiva… así como ahora razona el hombre durante el sueño, así razonaba también la humanidad durante la vigilia muchos miles de años. El sueño… es el fundamento sobre el cual la razón superior se ha desarrollado y se desarrolla aún en todo hombre: el sueño nos transporta a remotos estados de la civilización humana y pone en nuestras manos un medio para comprenderlos.” Desde ahí a ver en el mito un pariente un pariente del sueño solo media un paso breve, decía Fred: “…resulta totalmente probable, por ejemplo, que los mitos correspondan a residuos configurados de fantasías deseosas de naciones enteras, a sueños seculares de la joven humanidad.”. Rank califica al mito de sueño colectivo del pueblo. Riklin destacó el mecanismo onírico de los sueños y Abraham dice: “… el mito es un vestigio de la vida anímica infantil del pueblo, y el sueño es el mito del individuo”. A todo esto se impone la conclusión de que la época que creó los mitos pensaba de la misma manera que hoy lo hace el sueño. Sin embargo, detrás de la afirmación de que el mito procede de la vida anímica “infantil” del pueblo, hay que colocar un gran signo de interrogación. Pues es lo mas adulto que ha producido la humanidad primitiva, el hombre que vivía y pensaba en el mito era una realidad adulta.
Basta un relajamiento del interés, un leve cansancio, para eliminar la exacta adaptación psicológica al mundo real, que se expresa por medio del pensamiento dirigido, y sustituirla con fantasías. Nos apartamos entonces del tema y vamos a la deriva, llevados por nuestras propias ideas; y si el relajamiento de la atención se intensifica, perdemos paulatinamente la conciencia del presente y la fantasía lo invade todo. En este punto se impone una importante cuestión: ¿cómo se forman las fantasías? La fantasía obra a modo de compensación. ¿De dónde extraen sus materiales las fantasías? Hubo un tiempo en que las fantasías eran una verdad legítima universalmente reconocida. Las fantasías del hombre moderno no son en el fondo más que reediciones de viejas creencias populares otrora muy difundidas.
 Lo que tenemos en el fondo de la fantasía antaño estuvo a plena luz. Lo que se nos aparece en sueños y fantasías fue antes de uso conciente o convicción general. Más lo que entonces fue tan poderoso como para formar la esfera vital de espíritu de un pueblo de elevado desarrollo, no puede haber desaparecido totalmente del alma humana en el curso de pocas generaciones. Guillaume Ferrero dice: “… el hombre no cambia tan a prisa; su psicología continúa siendo la misma en el fondo; y si su cultura varía mucho de una época a otra, no es aún eso lo que va a modificar el funcionamiento de su espíritu. Las leyes fundamentales del espíritu permanecen inmutables, al menos para los períodos históricos (tan cortos) que conocemos. Y casi todos los fenómenos, incluso los más extraños, han de explicarse por esas leyes comunes del espíritu que cabe verificar en nosotros mismos”.
De las dos formas de pensamiento: el dirigido y adaptado, y el subjetivo, motivado interiormente. La última tiene que producir necesariamente una imagen el mundo desfigurada, preponderantemente subjetiva. Ese estado de espíritu se calificó primero de infantil y autoerótico o, con Bleuler, de autístico, con lo cual se dio clara expresión a la idea de que la imagen subjetiva del mundo, juzgada desde el punto de vista de la adaptación, era inferior a la del pensamiento dirigido. El pensamiento no dirigido está motivado subjetivamente en lo principal, y por mucho menos móviles conciente que inconcientes. Es dudoso que el motivo interno, principalmente inconciente, que dirige los procesos de la fantasía, no exponga un dato objetivo. El propio Freud ha indicado a la sociedad hasta qué punto los motivos inconcientes se apoyan en el instinto, que al fin y al cabo es ciertamente un dato objetivo. También reconoció en parte su naturaleza arcaica.
Las bases inconcientes de los sueños y de las fantasías solo en apariencia son reminiscencias infantiles. En realidad, trátese de formas de pensamiento basadas en instintos, primitivas o arcaicas, que como es natural, se destacan con mayor claridad en la infancia que después. La base instintivo-arcaica de nuestro espíritu constituye un dato objetivo, hallado, que al igual que la estructura y disposición funcional heredadas del Orebro o de cualquier otro órgano, no depende de la experiencia individual ni del arbitrio subjetivo-personal. Al psique posee su propia historia genética, como la tiene el cuerpo, que tan claras huellas ostenta aún de sus distintas fases.
Mientras el pensamiento dirigido es un fenómeno totalmente conciente, no puede decirse lo mismo del pensamiento de fantasías. Sin duda, gran parte de sus contenidos pertenecen a los dominios de la conciencia; mas por lo menos otro tanto vive en una suerte de penumbra o francamente en lo inconciente y, por ende, solo puede conocerse indirectamente. A través del pensamiento fantaseador se establece el enlace con los “estratos” mas antiguos del espíritu humano, desde largo tiempo atrás sepultados por debajo del umbral de la conciencia. Los productos de la fantasía que ocupan directamente la conciencia son las ensoñaciones o fantasías diurnas, y los sueños, pero estos últimos ofrece a la conciencia una fachada enigmática. También, en el complejo disociado, hay lo que cabría denominar sistemas de fantasías, totalmente inconcientes, que manifiestan una marcada tendencia a construir una personalidad independiente. 
Todo esto señala que el mito está emparentado con los productos de lo inconciente. Un adulto en proceso de introversión encuentra primero reminiscencias infantiles regresivas (del pasado individual); si la introversión  y la regresión se intensifican aparecen huellas primeramente vagas y aisladas, pero pronto cada vez más nítidas y numerosas de un estado espiritual arcaico.
Cabe aplicar a la tradición mitológica la siguiente regla: no se propagan relatos de cualesquiera acontecimientos pasados, sino solo aquellos que expresan un pensamiento de la humanidad, pensamiento general y que siempre vuelve a remozarse.
Poco importa que la fantasía conciente esté formada por materiales míticos o de otra índole; en ningún caso debe tomársela al pie de la letra, sino procurar entender su sentido. Las fantasías concientes no revelan, mediante la utilización de materiales míticos, ciertas tendencias de la propia personalidad todavía no reconocidas o que dejaron de serlo. Tiene que haber mitos típicos, verdaderos instrumentos que sirvan a los pueblos para elaborar sus complejos psicológicos. 
 
 

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María del Carmen

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