psiquismo fetal

23.04.2013 12:35

 

parto
 
FUNDAMENTOS FISIOLOGICOS 
DEL PSIQUISMO FETAL 
Todo tipo de comportamiento está basado en una 
fisiología, existiendo entre ambos una relación directa de 
tal manera que, cuanto más rica es la gama comportamental de un ser viviente más avanzada y perfecta es su 
anatomía neurofuncional. Lógicamente, el comportamiento psíquico no constituye una excepción, y así se ha 
comprobado que evoluciona paralelamente al Sistema 
Nervioso del organismo en que se manifiesta. Es por 
ello: que, para encuadrar debidamente el psiquismo fetal, 
revisaremos brevemente los datos que nos permiten 
apreciar la progresiva madurez y capacitación del sistema de relación del niño uterino, que puede esquematizarse en tres momentos; si bien en la realidad la secuencia 
no es tan rígida, estando dichos momentos interrelacionados. 
1) Un primer momento estaría constituido por el proceso de mielinización. Numerosos autores han coincidido al encontrar la correlación existente entre dicho proceso y el desarrollo de patrones de conducta. La mielina 
aparece sobre el cuarto mes de la vida fetal y a partir de 
ahí comienza a depositarse en la fibra de tal manera que, 
según LANGWHORTHY (2), a los siete meses todas las trayectorias conectadas con las actividades fetales fundamentales están mielinizadas; siendo así que un feto nacido en este tiempo es viable, teniendo grandes posibilida-ACTAS LUSO-ESPAÑOLAS DE NEUROLOGIA, PSIQUIATRIA Y CIENCIAS AFINES.–Vol. XI – 2.ª Etapa – N.º 3 
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des de supervivencia. La mielinización, no obstante, no 
se agota aquí, sino que continúa incluso durante la vida 
postnatal. 
2) El segundo momento vendría dado por el desarrollo y la aparición de los reflejos fetales. Es interesante 
constatar que todos los autores que han estudiado esta 
específica actividad coinciden al afirmar que en la octava 
semana de vida intrauterina ya se producen reflejos en el 
feto humano. Desde entonces y hasta el final de la gestación se pueden encontrar los siguientes: 
 – Evitativos. Serían los primeros en hacer su aparición sobre las siete y media-ocho semanas, según los casos. Como su nombre indica, son. de evitación contra el 
estímulo y algunos autores, como HUMPHREY (3), los 
identifican como componentes de una reacción defensiva. 
– Aproximativos. Sería el caso contrario, de acercamiento hacia el estímulo. HUMPHREY ve en ellos secuencias de la conducta oral postnatal de alimentación. 
– Grasping, o reflejo de presión. 
 – De Moro, que consiste en la extensión y flexión de 
las extremidades seguido de llanto, provocado por un estímulo, brusco táctil y sonoro, 
– Tonicocervical, o rotación de la cabeza con esténsión de miembros superior e inferior del mismo lado y 
flexión de los miembros del lado opuesto. 
 – Cremastérico, que consiste en la concentración del 
músculo cremáster del muslo provocado por frotación a 
lo largo de la cara interna del mismo. 
 – Parpebral o cierre del párpado del ojo. 
 – Plantar o flexión plantar del dedo gordo al estimular la planta de pie. 
 – Abdominales, que consisten en contracciones homolaterales de los músculos abdominales que ocasiona 
la desviación de la línea media y del ombligo. 
 – Anales y genitales o contracciones de los músculos 
de dichas zonas. 
3) Las conductas fetales constituirían el último paso 
en la evolución psicofisiológica del niño uterino. A diferencia de los reflejos prenatales, provocados exprofeso 
por el experimentador y consistentes en una sola respuesta ante un determinado estímulo, las conductas fetales son espontáneas (el feto las desencadena por sí mismo, sin necesidad de que nadie se las provoque) y en su 
configuración pueden intervenir no una, sino varias pautas de acción dirigidas y subordinadas a un fin determinado. Así, podemos apreciar en este período: 1.° Conductas sensoriales como las degustativas, consistentes en 
la deglución de líquido amniótico y en la succión del 
pulgar in útero, esta última fotográficamente demostradas por NILSSON (4), preparatorias de la conducta alimenticia postnatal. 2.° Conductas prerrespiratorias, estudiadas exhaustivamente por GESSELL (5), como el hipo 
o el llanto fetal que podrían ser preparatorias de la respiración aérea postnatal. Precisamente por su condición de 
conductas preparatorias de otras postnatales, otra nota 
características de ellas es su flexibilidad. La cuestión de 
si el feto puede ser capaz de aprender in útero se desprende de los experimentos de condicionamiento intrauterino de SPELT (6 y 7); este autor informa que durante 
los dos últimos meses de embarazo el feto puede ser condicionado, con aparición de extinción experimental y recuperación espontánea. 
Todos estos datos fisiológicos mencionados nos permiten apreciar la progresiva maduración del sistema nervioso fetal, que culmina con la aparición de estas conductas intrauterinas. 
LA RELACION MATERNOFETAL 
NILSSON, ROTTMANN y LUKESCH (8) realizaron un 
experimento consistente en la observación de mujeres 
gestantes que no deseaban su embarazo y el estudio posterior del niño con el fin de ver si encontraban anomalías 
en su desarrollo. Descubrieron correlaciones significativas entre la gravedad del rechazo materno y: 
1. Síndrome de apatía del neonato (deseo de dormir, 
poca movilidad). 
2. Síndrome hiperactivo (excitación, grito y llanto 
continuo, etc.). 
3. Anomalías en sus hábitos alimenticios 
4. Inclinación a la devolución de alimento. 
Experimentos como éste permiten avanzar la hipótesis de la existencia de una relación maternofetal no meramente física sino también perceptiva-psicológica, que 
concede al niño uterino la oportunidad de establecer una 
comunicación con la madre; asimilando aún a tan temprana edad sus estados emocionales así como su actitud 
vivencial hacia él. Para clarificar esto hemos de recordar 
el ambiente que rodea al feto durante toda su gestación. 
El útero materno, contrariamente a la fantasía habitual, no es un lugar neutro y sosegado, sino una constante fuente de estimulación difícilmente reemplazable, que 
condiciona, al menos desde una perspectiva neurofisioló-
gica, el desarrollo del bebé. Estudios efectuados con prematuros, según la recopilación de AJURIAGUERRA (9), 
demuestran que, a pesar de estar correctamente atendidos 
en lo que a necesidades físicas se refiere, se encuentra en 
estos niños, cuando alcanzan la edad de nueve meses, 
entre otros síntomas, un retraso en el desarrollo motor y 
una persistencia anormal de los reflejos primitivos en 
comparación con bebés nacidos a término. DREYFUSBRISAC, citado por AJURIAGUERRA (9), explica este fenómeno aduciendo que su causa no es otra que una carencia sensorial, o falta de estimulación sensorial adecuada que se darla in utero. 
Desde una perspectiva psicológica recordemos, aunque parezca obvio, que el ambiente uterino es la madre, a 
la que se encuentra íntimamente unido el feto todo el 
tiempo que dura su gestación. La información materna, 
entonces, puede alcanzar al infante fetal por dos canales: 
el sonoro y el humoral. El canal sonoro está constituido, 
en primer lugar, por la percepción del latido cardiaco 
materno. Parece ser, de acuerdo a experimentos como los El psiquismo fetal M. Cogollor y J. L. González de Rivera 
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de SPELT (6 y 7), que el niño uterino demuestra su reactividad a sonidos disturbantes por medio del movimiento, 
y, al contrario, se relaja al oír sonidos rítmicos. Esto último nos haría entender la frecuente observación de que 
los neonatos se tranquilizan al oír estos sonidos rítmicos; 
así como la manera universal, pues se da en diferentes 
culturas y sociedades, de coger y acunar al bebé sobre el 
lado izquierdo (lado del corazón) que realizan incluso 
madres zurdas, las cuales, lógicamente, deberían tomarlo 
y acunarlo hacia el lado contrario. También nos explica 
el éxito comercial de grabaciones de tipo Baby Sueño, 
concebidas para relajar al bebé y dormirle. Todo esto no 
serían más que intentos de rememorar en el niño el sonido cardiaco materno, constante y tranquilizador, que percibían in útero. 
También dentro de este contexto debemos mencionar 
un interesante experimento llevado a cabo en la Facultad 
de Medicina de Lyon por JEANNEROD (10), que comprobó que la actividad motora fetal decrece durante las fases 
de estados de sueño materno de ondas lentas, para aumentar de manera importante en las fases REM. En el 
caso de una mujer gestante, el hijo, que durante las anteriores fases del sueño había decrecido su actividad motora de la misma forma que la había decrecido su madre, la 
incrementa cuando ella así lo hace; pudiendo interpretarse este hecho como una respuesta fetal a los mensajes fisiológicos maternos que recibe, y que apoyaría el fenó-
meno no conocido todavía en toda su amplitud, de la comunicación niño uterino-madre. 
Este fenómeno, por otra parte, se aprecia en ciertas 
especies inferiores como las aves, existiendo estudios de 
Psicología Animal que nos muestran el establecimiento 
de una comunicación prenatal entre la madre y las crías 
basada en una interacción auditiva mutua, que se produce una vez que: las crías alcanzan la cámara aérea del 
huevo. Estos experimentos comenzaron a desarrollarse a 
partir de que el etólogo LORENZ descubriese el fenómeno 
del imprinting en los gansos neonatos, lo cual hizo cuestionarse a los investigadores si esta característica forma 
de aprendizaje temprano se produciría también durante 
el período prenatal. Los resultados obtenidos apuntan hacia una confirmación de este hecho y hoy se sabe que 
perdices, alondras, gallinas, gansos y patos se comunican 
con sus huevos de tal manera que las crías salen de ellas 
imprintadas a la madre, sabiendo reconocerla y seguirla. 
Recientemente, además, HESS (11) descubrió que los patos silvestres hembra diferían en sus estilos de vocalización y en las llamadas que emiten y constató que la estimulación auditiva antes y después del nacimiento, contribuyen a la impronta completa de los patitos al pato silvestre hembra que se halle presente, sea o no la madre 
biológica. Este diálogo prenatal puede tener por objeto la 
salida simultánea de todos los huevos incubados, así como también facilitar el reconocimiento de la posterior 
llamada materna favoreciendo el establecimiento del vínculo filial postnatal. 
Volviendo al ser humano, es obvio que esta comunicación auditiva no puede ser, puesto que in útero no 
existe un espacio aéreo que posibilite la emisión de vocalizaciones fetales. Sin embargo, existe la posibilidad 
de interacción dentro del paradigma sonoro (materno)-
motor (fetal), de acuerdo con la experiencia mencionada. 
Los afectos de este diálogo pueden ser análogos a los observados en el mundo animal, posibilitando el establecimiento de un vínculo afectivo, estimulante y gratificante 
por sí mismo durante el período prenatal, y susceptible 
de evolución en la vida postnatal hacia formas más maduras de afectividad materno-filial. Concretamente, TRUBY (12), considera que el ambiente lingüístico que rodea 
al feto en los últimos meses de embarazo influye en el 
rendimiento lingüístico de la niñez; y TOMATIS (13) va 
más allá, afirmando que es precisamente la percepción 
repetida de la voz lo que permite la integración del soporte de la lengua materna. 
En cuanto al canal humoral, las variaciones del medio interno de la madre se transmiten al feto a través de 
la placenta. La actividad endocrina materna es de particular importancia para el desarrollo fetal, y cambios 
bruscos de esta actividad relacionados con experiencias 
de estrés, pueden marcar al individuo ya desde antes de 
nacer (14). La creencia popular de que toda mujer gestante ha de estar tranquila y relajada no carece de base 
científica, puesto que el estado psicofísico de la madre, 
reflejado por sus secreciones endocrinas y su actividad 
neurovegetativa, afecta por vía placentaria al feto en formación (15). Estudios de experimentación animal demuestran la posibilidad de desarrollar cepas de ratas con 
hiperactividad neurovegetativa mediante condicionamiento aversivo en sus predecesores (16), mientras que 
estudios epidemiológicos demuestran una mayor incidencia de alteraciones funcionales y morfológicas, tales 
como retrasos en el desarrollo motor (18), paladar hendido y estenosis de píloro (17), en niños nacidos de madres 
que han sufrido excesivas experiencias estresantes durante el embarazo. 
EL NACIMIENTO 
Durante todo el tiempo que dura el embarazo la simbiosis madre-hijo es total. A pesar de ser dos personas 
distintas ambas están tan íntimamente unidas que, cuando se separan después del parto se hace necesaria una adaptación a la nueva existencia; adaptación más acusada 
en el caso del recién nacido debido a que todavía no puede valerse por sí mismo y continúa dependiendo de la 
madre para su subsistencia física. 
Sin embargo, esto solo no es suficiente. No hemos de 
olvidar que el nacimiento representa para el bebé el abandono de todo lo conocido y experimentado; así como 
la brusca irrupción en otro tipo de existencia que es completamente diferente a la anterior. Fisiológicamente, ha 
de aprender modos nuevos de conducta: su medio líquido se ha transformado en medio seco y esto implica que 
su respiración y sus sensaciones ya no son iguales a sus 
homólogas in útero. Psicológicamente, ha perdido a la 
madre perfecta, representada por su sonido, su presión, 
su tacto. Estos dos aspectos, tan trascendentales, del 
cambio, se unen en la aparición, por vez primera, del 
sentimiento angustioso. No es nueva en psicología la 
idea de relacionar el nacimiento con el origen de la ag-ACTAS LUSO-ESPAÑOLAS DE NEUROLOGIA, PSIQUIATRIA Y CIENCIAS AFINES.–Vol. XI – 2.ª Etapa – N.º 3 
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nustia: angustia, etimológicamente, procede de angosto, 
estrecho y ¿qué puede haber más angosto para el niño 
uterino que ha permanecido flotando y meciéndose en el 
líquido amniótico que atravesar el canal del parto? Ese 
sería el componente fisiológico del sentimiento angustioso, que se corroboraría con la descripción de sus manifestaciones clínicas: taquicardias, trastornos respiratorios 
(principalmente sensación de ahogo), cefaleas más o menos constantes y/o dolorosas, así como cambios térmicos. ¿No es todo eso característico del nacimiento? 
El componente psicológico, afectivo, vendría dado 
por el hecho de la separación de la madre (RANK) que 
consistía su principal fuente estimulante y gratificante, y 
a la que estaba acostumbrado a percibir, sentir y «responder» en la misma forma ya mencionada. Además, recordemos que la angustia es una reacción normal asociada al cambio, al hecho de experimentar algo nuevo y 
desconocido; siendo, entonces, no ya patológica sino natural, estando, por tanto, justificada su aparición en el nacimiento. Pero hay más. Esa unión con la madre también 
se rompe de una manera física, dolorosamente real, por 
medio del corte del cordón umbilical. Autores como FEHER (19) conceden tanta importancia a este hecho que no 
duda en introducir en la terminología psicológica un nuevo concepto, el de la crisis umbilical; explicando que el 
cordón, primer objeto de seguridad del feto, se convierte 
en la primera pérdida del infante, de tal manera que, de 
la forma en que se le desprenda de él, dependerán las 
posteriores respuestas del bebé a la deprivación, porque 
cada pérdida de la niñez o de la vida adulta puede llegar 
a ser una reconstrucción de esta primera. 
En línea paralela, LEBOYER (20) clama por un nacimiento sin violencia, más humano y menos agresivo. Para él, el nacimiento tal y como hoy se efectúa constituye 
una agresión contra el bebé resultante de la cual son las 
sensaciones de anoxia, pánico y angustia que éste experimenta. No se debe arrancar al niño de la madre, arguye, 
sino darle tiempo para el paso, lento y progresivo, de uno 
a otro estado. El nacer como hoy se nace, dice LEBOYER, 
hace que el niño se vuelva hacia el paraíso perdido, el 
útero, y esto significa ser nostálgicos del pasado en vez 
de abiertos hacia lo venidero. 
Quizá por todo lo anterior, al niño no le bastan durante los primeros y trascendentales años de su vida con los 
cuidados y atenciones meramente físicas. Es conocido el 
papel tan importante que desempeña la madre, o en su 
déficit cualquier figura materna, durante este tiempo. La 
angustia natal desaparece cuando el niño vuelve a ser 
consciente de la existencia, de la proximidad, de la persona amada, la madre, que él creía perdida. Por eso el 
bebé necesita, también psicológicamente, a la madre, 
pues sólo ella puede enseñarle, como lo hacía desde un 
principio, los sentimientos de seguridad y ternura tan importantes para la supervivencia mental como lo es el alimento para la física. Este fenómeno puede apreciarse 
claramente en todos aquellos niños aquejados de lo que 
se ha dado en llamar «síndrome de deprivación materno», como los de hospicios u orfanatos o los largamente 
hospitalizados en esta etapa. Se ha comprobado que el 
desarrollo mental, afectivo e incluso físico de estos niños 
está amenazado, así como su lenguaje, que es más pobre 
y tarda más en elaborarse tal vez porque carecen de la 
presencia de la persona con la cual desean continuar comunicándose. La razón de todas estas alteraciones no es 
otra, y los diversos investigadores están de acuerdo que 
la separación de la madre en un momento difícil y delicado para el bebé, por estar éste todavía en tránsito, y no 
sólo biológicamente, desde el útero a la independencia. 

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María del Carmen

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