Amor, Extasis, Pareja

09.06.2013 22:39
 
“El amor es éxtasis” recibió el mismo año de su estreno el galardón: “Premios 
Golden Spire en San Francisco International Film Festival 1997”. 
Joseph y María son una pareja a punto de casarse. Ese día, camino de la 
Iglesia, Joseph admite nervioso a su amigo y padrino, que su futura esposa no 
es como las demás, que es compulsiva, neurótica, duerme con un matamoscas 
y que tiene tendencias suicidas, pero que la ama. Ella también parece tener 
dudas y malestar. 
El sacerdote une sus manos y pronuncia unas vaticinadoras palabras: 
“…os exijo a ambos, pues tendréis que responder en el día del juicio final, 
cuando los secretos de todos los corazones sean revelados…” 
Seis meses después ambos están sentados en la consulta de un terapeuta de 
parejas, Alfred, y aunque siguen enamorados, los problemas de comunicación 
son evidentes y cada uno expone lo que le disgusta del otro. Es así como 
Joseph se entera que su mujer finge los orgasmos, se da cuenta de que en 
realidad no conoce a María y que entre ellos existen secretos. Desconcertado 
le pide una explicación al doctor sobre el comportamiento de su esposa, y éste 
le dice que María ha sido muy valiente exponiendo lo que le pasa y que corre 
un riesgo al decirlo. 
Ellos siguen haciendo el amor, y ella comenta que aunque no pueda alcanzar 
el orgasmo, disfruta en la cama con él.
Joseph está cada día más cabizbajo y no disfruta con las bromas de sus 
compañeros de trabajo. Un día, visitando una de las construcciones que está 
edificando, descubre a los operarios distrayéndose con un telescopio que han 
instalado en la obra para espiar la vida de otras casas, sobre todo de una 
adonde acuden mujeres a practicar sexo con un hombre. Pero él no quiere 
participar de esa distracción y sigue con su trabajo pensando en los problemas 
que tiene en su vida conyugal. 
Uno de los juegos favoritos de Joseph y María es “Si me quisieras”, que 
consiste en decirse lo que les gustaría que el otro hiciese: “si me quisieras en 
nuestro segundo aniversario me llevarías a Paris” dice ella, “si me quisieras no 
faltarías a las citas con Alfred” dice él, mientras se cortejan e interpretan una 
danza de seducción con los ojos. 
Las sesiones de pareja son cada vez más difíciles, Joseph les recrimina a los 
dos, a su mujer y al terapeuta, que siempre se centran en él y en las cosas que 
hace mal. Ella acaba llorando y yéndose de la consulta con lo que Albert 
aprovecha para preguntarle, “¿qué es lo que quieres?” A lo que él responde: 
“Un matrimonio feliz y una esposa que me apoye”. Y Albert le contesta: “ella 
está dando la cara y es maravilloso, pero en lo que respecta a ti, Joseph, aún 
es muy frágil. Estas confrontaciones son destructivas”. 
Uno de los días que va a visitar la obra y no hay nadie, no puede resistir la 
tentación de mirar por el telescopio a la casa de citas. Su sorpresa y estupor es 
enorme cuando ve a su mujer entrando por el portal con sigilo. Decide ir a la 
casa y en la puerta hay una placa que dice: Dr. Baltazar Vincenza, la puerta 
está abierta y decide entrar, es una casa amplia, luminosa y mientras camina 
por el largo pasillo oye gemidos, llega a un salón y se queda absorto sentado 
en una silla escuchando el gimoteo placentero de María que le es tan conocido. 
Joseph, totalmente devastado, acaba tirado en el suelo de la obra con una 
botella vacía recibiendo al nuevo día, mientras unas campanas suenan a lo 
lejos. Cuando se recupera se presenta en casa de Alfred y le exige que le diga 
si conoce a ese tal doctor. Éste le responde con nerviosismo que lo único que 
sabe de él es que, se trata de un sexólogo que ejerce al límite de la ley, que 
intentaron cerrarle la consulta pero que nadie declarará en su contra. Joseph 
sigue preguntándole con dolor: 
-Joseph: ¿Por qué hace esto? 
-Alfred: Lo único que puedo decirte es que María muestra la 
 mayoría de los síntomas de lo que llamamos personalidad 
 inestable. No tiene una identidad real, tiene que recurrir al 
 exterior en busca de seguridad, consuelo y amor. No puede encontrar sustento en su interior, de ahí su personalidad 
 exaltada, su obsesión con las moscas, necesidad de tener el 
 control a cualquier precio. La mayoría de los afectados son 
 incurables, necesitan ser rehabilitados por completo. 
La convivencia del matrimonio se hace complicada, él le dice a ella que es una 
farsante y María se obsesiona con la limpieza. Joseph en un arranque de ira se 
dirige a casa del Dr. Baltazar y éste parece estar esperándole, le invita a pasar, 
pero Joseph lo insulta diciéndole que allí se hacen prácticas pervertidas del 
sexo y que lo va a denunciar. El doctor mantiene la calma, existe una gran 
armonía en su forma de vestir, en la luz que entra por los enormes ventanales y 
en los objetos de la espaciosa casa. Le ofrece una taza de té que Joseph 
rechaza diciéndole: 
 -Joseph: Aléjese de mi esposa es una enferma. 
-Baltazar: Estoy de acuerdo. 
Joseph tira con rabia los objetos que Baltazar tiene encima de la mesa. 
 -Baltazar: No entiendes nada, amigo mío. Soy psicólogo, todo lo 
 que hago es por algún motivo. Representar su fantasía de abu- 
 so permite a María superar la culpabilidad y la ansiedad que le crea 
 una relación íntima. Si no expresamos estas fantasías gobiernan 
 nuestras vidas insidiosamente. Cuando ella deje de pedir el abuso 
 su necesidad de él se habrá ido. 
 -Joseph: ¡Qué locura! Estoy aquí sentado con un sexólogo que se 
 folla a mi mujer. 
 -Baltazar: María lleva siete años de terapia con tres psicólogos, llega- 
 dos a este punto, ¿qué crees que funcionará? No existe una cura 
 psicoanalista, la mente no puede cambiar a la mente, el cambio real 
 no es un proceso mental. El sexo consciente que logra la felicidad 
 es el mejor remedio que existe. El sexo consciente física y emocio- 
 talmente integrado es una forma de curar a un ser humano. 
 El éxtasis cura lo inconsciente. Una mujer también puede curar a un 
 hombre. 
 Y Baltazar termina diciendo: No soy el enemigo. 
Un día Joseph regresa a casa después de un día de trabajo y se encuentra a 
su esposa limpiando compulsivamente, ha levantado toda la casa y cuando lo 
ve, le pide que también se ponga a limpiar porque los han invadido las moscas 
y están poniendo huevos por todas partes Entristecido y sin recursos, Joseph vuelve a visitar a Baltazar sin saber muy 
bien por qué. Éste a pesar de que son las seis de la mañana lo recibe con 
amabilidad y lo invita a desayunar. Cuidadosamente le prepara un mango 
cortado a trocitos con una dedicación y una precisión encomiable.
-Joseph: Quiero que me enseñe lo que sabe. Quiero curar a mi mujer. 
 -Baltazar: ¿Tocas algún instrumento musical? –el médico es un virtuoso 
 del violín. 
 -Joseph: No. 
-Baltazar: ¿Crees que serías capas de dejar a un lado tu rabia y escu- 
 charme? Te ayudo a ti, María debe seguir su camino. Te voy a enseñar 
 el arte de amar. 
 -Joseph: Pero usted tiene que prometerme que nunca volverá a ver a 
 María. 
 -Baltazar: ¡Ah!, ¡es por eso por lo que has venido! Dudo que no sientas 
 rabia, pero podemos aprovecharla. De acuerdo, mientras te enseño el 
 arte de amar no sería correcto que yo viese a María. 
Se estrechan la mano en un pacto de caballeros donde cada uno ha puesto sus 
condiciones y al despedirse, el doctor le pregunta: -¿De veras quieres tanto a
María? Joseph no contesta pero su mirada lo dice todo. El médico sonriéndole 
con complicidad dice: -Lo siento por ti. 
Al día siguiente Joseph acude como paciente a la casa de Baltazar y éste le 
hace una encuesta para ir conociéndolo, le pide que le describa cómo y cúando 
le hace el amor a una mujer. Joseph con cierto nerviosismo describe sus 
escenas de sexo con María. Baltazar a cada respuesta de él le contesta con 
una pregunta: -¿Cómo se siente ella? La mayoría de las veces, Joseph se 
encuentra respondiendo con un… “no sé cómo se siente ella”.
 -Baltazar: ¿Te haces el amor a ti mismo? ¿Te masturbas? 
 -Joseph: No, no. Si tengo una relación no suelo hacerlo. 
 -Baltazar: Eso tendrá que cambiar. ¿Cómo puedes hacerle el amor a 
 alguien, sino te lo puedes hacer a ti mismo? No quiero que le hagas el 
 amor a María hasta que yo te lo diga. Quiero que la abraces, que le 
 hables en la cama de cosas íntimas, de tus sentimientos más íntimos. 
 Cuando durmáis abrázala por la espalda, a esto lo llamamos “la posición 
 de incubación”. 6
El director, Lance Young, para presentar el aprendizaje
-Joseph: Quiero que me enseñe lo que sabe. Quiero curar a mi mujer. 
 -Baltazar: ¿Tocas algún instrumento musical? –el médico es un virtuoso 
 del violín. 
 -Joseph: No. 
-Baltazar: ¿Crees que serías capas de dejar a un lado tu rabia y escu- 
 charme? Te ayudo a ti, María debe seguir su camino. Te voy a enseñar 
 el arte de amar. 
 -Joseph: Pero usted tiene que prometerme que nunca volverá a ver a 
 María. 
 -Baltazar: ¡Ah!, ¡es por eso por lo que has venido! Dudo que no sientas 
 rabia, pero podemos aprovecharla. De acuerdo, mientras te enseño el 
 arte de amar no sería correcto que yo viese a María. 
Se estrechan la mano en un pacto de caballeros donde cada uno ha puesto sus 
condiciones y al despedirse, el doctor le pregunta: -¿De veras quieres tanto a
María? Joseph no contesta pero su mirada lo dice todo. El médico sonriéndole 
con complicidad dice: -Lo siento por ti. 
Al día siguiente Joseph acude como paciente a la casa de Baltazar y éste le 
hace una encuesta para ir conociéndolo, le pide que le describa cómo y cúando 
le hace el amor a una mujer. Joseph con cierto nerviosismo describe sus 
escenas de sexo con María. Baltazar a cada respuesta de él le contesta con 
una pregunta: -¿Cómo se siente ella? La mayoría de las veces, Joseph se 
encuentra respondiendo con un… “no sé cómo se siente ella”.
 -Baltazar: ¿Te haces el amor a ti mismo? ¿Te masturbas? 
 -Joseph: No, no. Si tengo una relación no suelo hacerlo. 
 -Baltazar: Eso tendrá que cambiar. ¿Cómo puedes hacerle el amor a 
 alguien, sino te lo puedes hacer a ti mismo? No quiero que le hagas el 
 amor a María hasta que yo te lo diga. Quiero que la abraces, que le 
 hables en la cama de cosas íntimas, de tus sentimientos más íntimos. 
 Cuando durmáis abrázala por la espalda, a esto lo llamamos “la posición 
 de incubación”. 
Foto: SEAMOS SIMPLES.. SEAMOS LIBRES... SEAMOS DESINTERESADOS... SEAMOS SUAVES .. ABANDONEMOS LA DESCONFIANZA Y SEAMOS INOCENTES... SEAMOS NIÑOS...Y SEREMOS NUEVAMENTE LIBRES PARA AMARNOS DE VERDAD. GENIAL VIDA!
El director, Lance Young, para presentar el aprendizaje de Joseph, crea una 
atmósfera de escenas superpuestas. Por un lado las conversaciones de los dos 
hombres en casa de Baltazar y a éste tocando el violín, y por otro lado las 
escenas de amor de Joseph y María, que muestran como éste se va 
contagiando de la filosofía del sexólogo ante el hecho amatorio. 
Algunas de las sesiones de terapia transcurren en una habitación amplia, con 
un gran espejo con soporte y recortes pegados en la pared que dicen: “Only 
here and now can we truly love” (Solamente aquí y ahora podemos amar de 
verdad); “You are not your body” (Tú no eres tu cuerpo); “Sex does not equal 
orgasm” (Sexo no es equivalente a orgasmo), alternándose con algunos 
dibujos de chakras. Un día Joseph, cumpliendo lo que le dicen, entra en la 
habitación y se queda en calzoncillos. Baltazar aparece también en calzoncillos 
y le espeta: -mírate al espejo y dime que ves, háblame de tu cuerpo. Él 
cohibido le dice lo que no le gusta, que está delgado, que sus piernas son 
delgadas, pero Baltazar agrega: -parece como si tu cuerpo no te gustara, yo lo 
encuentro delgado y fuerte, y mientras lo mira sentencia: -aquél que no acepta 
plenamente su cuerpo nunca podrá sentir el éxtasis y no puede hacer que otra 
persona lo sienta. Concluye diciéndole mientras lo mira a los ojos: 
-¿Qué piensas sobre tu pene? 
Y Joseph le devuelve una mirada orgullosa: -La verdad es que me gusta, es 
grande y poderoso.
 Y Baltazar le dice sonriendo: -Bien, eso es lo que quiero que sientas. Más 
adelante te enseñaré unos ejercicios para aumentar su tamaño, será bueno 
para ti y para María. Ahora cada noche antes de dormir quiero que practiques 
lo que yo llamo “la caricia de la felicidad”. Casi sin tocar a María acaricia su 
cuerpo con ternura de pies a cabeza con la mano. Estamos sensibilizando su 
cuerpo, despertando su respuesta estática. Luego que te acaricie ella. Imagina 
la energía vital fluyendo por sus manos. Siente la electricidad.
En la siguiente escena, continuando con el juego entrelazado que propone el 
director, una hermosa luz gris y violácea desciende sobre el rostro de Joseph y 
María, sus manos acariciándose recorren la piel; ombligo, pechos, pezones, boca, muslos, espalda; un paraíso de sensaciones y emociones atraviesa el 
dormitorio y lo envuelve en placer. 
María sigue yendo a la consulta de Baltazar, y un día le plantea angustiada que 
le prometió a su marido que no volvería a verlo, la respuesta de éste es 
invitarla a bailar. Los dos comienzan a danzar por la enorme sala y ella traza 
elegantes giros envuelta en los brazos del doctor. Acaba rendida y satisfecha: 
 -Baltazar: ¿Te ha gustado? 
 -María: Sí. 
 -Baltazar: A mí también me gustó mucho. Si te ha gustado el baile…
 -María: …entonces el baile es suficiente. 
 -Baltazar: Te lo prometo. 
El doctor utiliza toda su creatividad para sanar a sus pacientes. En este caso, el 
baile como goce y disfrute para que María despierte al mundo de los placeres, 
al paladeo y la sensibilidad de algo tan hermoso como el baile, sentir el cuerpo 
vibrar y estremecerse al ritmo de una melodía. 
También Joseph sigue yendo a terapia. En esta ocasión el doctor le ofrece 
unos puros; sigue la misma técnica que con su mujer, abrir los sentidos y 
disfrutar sin prejuicios de lo bueno que la vida nos pone a nuestro alrededor: 
 -Baltazar: Fuma un cigarro, son muy suaves. 
 -Joseph: No, no. 
 -Baltazar: Venga fúmatelo –y mientras Joseph aprende a encender un 
 puro, el doctor continua hablando-, la mayoría de los hombres temen 
 el poder de las mujeres. Una mujer sexualmente consciente es uno de 
 los seres más poderosos de este planeta. Entramos en una nueva Era, 
 será el resurgir del divino espíritu femenino. Debemos honrar ese espí- 
 ritu en nosotros mismos y en los demás. La finalidad del sexo no es el 
 orgasmo Joseph, sino el éxtasis. La satisfacción de María te dará el éx- 
 tasis. Hay nueve niveles o movimientos en el orgasmo femenino.La ma- 
 yoría de los amantes solo pueden alcanzar el cuarto nivel, pero es solo 
 el umbral; entre los movimientos cinco y nueve es donde se produce la 
 auténtica curación. Para alcanzar estos movimientos tienes que practi- 
 car con diligencia los ejercicios que te dé. Uno de los propósitos es ha- 
 cer del orgasmo y la eyaculación un acto voluntario. 
-Joseph: Pensaba que era lo mismo. 
 -Baltazar: Como mucha gente. El orgasmo y la eyaculación están gober- 
 dos por distintos mecanismos neurológicos, debes aprender a separar y 
 controlar cada uno a voluntad. La única forma de satisfacer a una mujer 
 y a ti mismo es manteniendo el control completo sobre tus eyaculacio- 
 nes, luego dejarás de guiarte por tu pene. Esto repercute enormemente 
 sobre todos los aspectos de la vida, ¿no crees? 
 -Joseph: ¿Está diciendo que no debo correrme nunca? 
-Baltazar: Cuando lo decidas, así no derrochas tu fuerza vital. ¿No te 
 sientes cansado después de hacer el amor? Yo te enseñaré a inyacular
 para que puedas tener muchos orgasmos sin perder tu energía. Sí, os 
 enseñaré a ti a María a gozar de un placer más grande de lo que podáis 
 imaginar.
 

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María del Carmen

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