ARTEMISA

25.11.2013 16:19
ARTEMISA:
Con sólo echar una mirada a los atributos que la mitología ha otorgado tradicionalmente a Artemisa podemos entender cuál es la clave del carácter al que se refiere. La Luna, que rige el tiempo de los sueños, y los bosques, nos remiten instantáneamente al nocturno, salvaje e indómito Inconsciente, y el arco y los perros a la facultad que convenimos en llamar intuición, tan conspicua en las mujeres nacidas bajo el patrocinio de esta diosa, que las mantiene en un estrecho y permanente contacto con ese ecosistema natural agazapado detrás de la urbana conciencia. La flecha proyecta la interacción del sujeto hacia cosas que están muy lejos del alcance inmediato de su mano, y el perro husmea para el dueño datos que para él son inaccesibles de modo directo. Todo esto son bellas metáforas de la captación intuitiva. La mujer Artemisa siempre está cazando información para orientar sus elecciones y sus metas a través de la corazonada, la clarividencia y la precognición. “Lo esencial es invisible a los ojos”, decía el Principito, y ella así asume también la realidad. Igual que el pequeño aviador, tiene siempre algo de aniñado e inocente, resistiéndose con uñas y dientes a renunciar al mundo mágico y promisorio de la infancia a favor de la prosaica, pragmática y resignada madurez. Esto conforma la mitad de las razones por las que esta mujer tiende a la soltería y, no pocas veces, en efecto, a la frugalidad sexual e incluso literalmente a la castidad: se trata de mantener un compromiso ideal con la pureza original del alma, a la que sólo se le permite hasta un límite la encarnación, la implicación en lo mundano, a partir del cual esto se siente como suciedad involutiva y angostura vital. No es la fuente de los deseos y el impulso sexual ese Inconsciente con el que está en contacto Artemisa, y al que se debe. Es la fuente de la creatividad, las grandes ideas y el arte, la fuente de la información trascendental, el lugar al que ella se siente comprometida. Está involucrada de tal modo con estas cosas tan etéreas que podríamos decir que toda mujer profundamente Artemisa es una auténtica sacerdotisa, espontánea y natural. Tan vigorosamente creativa y competitiva que sólo siente como destino apropiado alcanzar el liderazgo del templo (para irritación de sus jefes, mientras ella ocupe una posición laboral subordinada, cuando el templo es, por ejemplo, una clínica de medicina holística o una empresa de dietética naturista).
 
La otra mitad de los argumentos que justifican su celibato procede desde la misma esencia de la intuición, que, en contra de lo que suele creerse, no es femenina, sino andrógina, y dota a la personalidad que se sostiene en ella de una fuerte constelación unisex. Lógicamente, donde ya se vive y se piensa como hombre y mujer a la vez se echa menos en falta complementarse en pareja. Artemisa es una feminista genuina, que nunca entendió que tuviera que elegir entre una falda rosa o un pantalón vaquero azul. El amor personal se convierte con mucha facilidad en universal, y pasa a ser expresado, por ejemplo, en un contexto tan apropiado para ella como es una ONG. Pero la renuncia a la pareja es concomitante con otro desestimiento a veces aún más problemático: la maternidad. Nuestra cultura no tiene dificultades en asimilar lo femenino a lo virginal, pero segregarlo de lo maternal es otra cosa. El símbolo cristiano tiende un puente milagroso entre ambos, la Virgen Madre, tratando de superar así el conflicto. En el mito griego la paradoja se expone sin bálsamo, y Artemisa es tan regenta de la virginidad como de la fertilidad y los partos. Lo que ocurre es que la Luna que ella representa es la llena, como faro en la oscuridad, sabiduría sobre cosas ocultas, iluminación mistérica, pero la Luna llena es también simbólicamente desde siempre, en efecto, una representación de la fertilidad y el embarazo. El mito se vuelve aquí indiferenciado, ambiguo. La mujer Artemisa tiene que resolver este dilema en su vida individualmente, con poca ayuda y guía desde él.
 
Es imposible no aludir hoy en un debate sobre ecología al problema con el pulmón del mundo, la selva del Amazonas, y es imposible no hablar de la mujer Artemisa, que sólo un paso más allá se transforma en la pinchuda amazona, en un debate psicoecológico. Ella es la auténtica chamana, la experta en plantas, animales y espíritus del bosque. Su conexión con la Tierra es mucho mayor que la que tiene Deméter, y su afinidad con el Alma del Mundo sólo la obtiene Deméter con su tránsito por los infiernos, por las entrañas supra/inframundanas, al transmutarse en Perséfone.
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María del Carmen

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