DEFINIENDO CONCIENCIA, ALMA Y ESPÍRITU

29.11.2013 20:38

A lo largo de mi existencia he comprobado que existe una confusión semántica muy importante sobre esos tres conceptos, en especial viendo como se emplea la palabra alma como sinónimo de espíritu. El alma tan solo es una fuerza intermediaria entre el plano eterno y el plano temporal o dual (psicología y cuerpo). Y es precisamente 'mediante' el alma como se expresa nuestro Espíritu.
Antes hemos dicho que en realidad nuestro espíritu es grupal, es una gota de agua de un gran océano llamado humanidad. La peculiaridad de nuestra gota de agua es indiscutible; una contiene más sal, o menos yodo, es más transparente o más turbia o mezclada de otros substancias, tiene más concentración de información o menos, etc. y cada uno es completamente peculiar y único, aunque pertenezcamos a un mismo océano; es decir, nuestra esencia espiritual está indiferenciada de la esencia espiritual del vecino, porque cada espíritu es una pequeña parte de 'lo mismo', a veces llamado dios, o campo unificado.
Lo que realmente es 'muy diferente' es nuestra alma o conciencia. Nuestra alma contiene muchos registros, muchos datos de todas las experiencias vividas, muchas cargas energéticas, unas más densas y otras más ligeras o luminosas, de todas las vivencias, de todos los paisajes explorados, de todas las emociones y creencias registradas y almacenadas. De hecho nuestra conciencia es una biblioteca de luz, un almacén de cargas energéticas diversas, un substrato de registros, informaciones y experiencias… que en su conjunto llamamos 'alma'.
La conciencia o registro del alma podría decirse que es nuestro cuerpo átmico, nuestro cuerpo de luz. Por eso hay almas muy luminosas, y almas muy oscuras, almas que han adquirido y transformado muchas experiencias, y otras almas que no han sabido aún transformar en luz todo lo que han experimentado en el plano de la dualidad (donde existe el polo positivo y el polo negativo… como todo lo dual) durante sus procesos perfectivos. Esa acumulación de registros, no todo el mundo la realiza de la misma manera.

   

Podríamos poner un ejemplo simple y hacer un paralelismo con nuestra cotidianidad material. Todos tenemos casas, objetos, paisajes, pero no todos armonizamos y embellecemos la casa de igual manera. Hay gente que, aunque tiene naturaleza a su alrededor, nunca pone ninguna planta o flor en su casa; ni siquiera sus cuadros hacen referencia a la fuerza natural. Aunque tenga grandes ventanas por las que puede entrar la luz, prefiere bajar las persianas, mantener la casa a oscuras (a veces con el pretexto obsesivo de 'no estropear' los muebles, o sea, para que sus propiedades duren más tiempo…) y encender la electricidad, la falsa luz solar, para la convivencia y el descanso, que es en realidad la finalidad de un hogar. Aunque tengan muchos utensilios y productos de limpieza, aunque tengan la oportunidad de ventilar, prefieren cerrar todo y poner aire acondicionado, o usar ambientadores perfumados, o limpiar con toallitas olorosas, en lugar de desinfectar a fondo cada objeto sucio y limpiarlo de verdad. A veces es simplemente el hecho de priorizar lo cómodo, lo fácil, lo rápido… ante lo natural, lo energético, lo saludable, lo puro.
Algunas almas son perezosas, otras son activas. Algunas almas tienen ya un entreno de trabajo, otras no están tan entrenadas ni saben por dónde comenzar su proceso iluminativo. Algunas tienen ya muchos registros de luz, es decir, tienen ya una conciencia de lucidez, de claridad, de amor, de pureza, de confianza… otras tienen aún muy poca información lumínica y son almas con menos conciencia, menos experiencia de amor y con más densidad. En realidad, son almas que sufren pues están muy lejos de su espíritu o se sienten 'separados' del campo unificado; entonces viven su vida, toman decisiones, sienten y actúan… desde esa desconexión con la fuente.
El sustrato de nuestras experiencias es la conciencia. Así podríamos definirla. Y el alma es la cantidad de lucidez ganada con esas experiencias registradas. El espíritu es la esencia genuina de la cual partimos, nuestro espíritu creador de experiencias. Nuestro ego y el cuerpo son los medios que emplea el alma para almacenar experiencias. Por tanto, es el alma la administradora de las experiencias que necesita el espíritu para reconocerse a sí mismo y activar o ampliar su capacidad activa, lumínica o creadora.
Por eso nuestro Espíritu genuino trasciende los códigos culturales, los sufrimientos psicoemocionales, y los dolores o necesidades del cuerpo. Tan solo desde nuestra esencia espiritual podemos curar el cuerpo, tan solo desde ella podemos adquirir el equilibrio psicológico necesario para el proceso perfectivo, y tan solo desde este espíritu esencial podemos dirigir e iluminar nuestra alma y tener una conciencia plena, tranquila y expansiva.
De hecho, parece ser que el alma nunca desaparece; después de la muerte, el alma, más o menos iluminada después de la experiencia vital o encarnación, tiene cierto camino a seguir, un proceso no dual del universo, pero no un camino en estos planos conocidos, como el que ya hizo en vida. Tal vez el alma viva en otras dimensiones, o quizá esté a la espera de la oportunidad de volver a encarnar, o sea, de tomar un cuerpo de carne, para seguir su proceso perfectivo o iluminativo.
El hecho de que nuestro espíritu tenga 'hoy' un cuerpo físico, un cuerpo psicoemocional y un alma, es una verdadera suerte. Los budistas explican en sus enseñanzas que, estar vivo, es una oportunidad muy rara, muy poco frecuente, un verdadero privilegio. Existen millones y millones de almas que conviven con nosotros, aunque sean seres incorpóreos que no podemos ver con nuestro sistema óptico (especialmente diseñado para no ver otras dimensiones o realidades existentes). Estas almas… no tienen la suerte de estar vivas, de tener unos vehículos de expresión. Ese fenómeno explica también el parasitismo energético, pero eso es un material didáctico para otro contexto del libro.

. El caso es que, esos entes incorpóreos o sin vehículos de expresión, no pueden tener experiencias en la dualidad, ni retos para crecer, desarrollarse, reconocerse, amplificarse como seres. Su luz interna, está como estática. No cambia, pues no puede cambiar si no tiene una experiencia vital y egoica; siempre está en el mismo punto… hasta que tiene la oportunidad de vivir. Pero los seres humanos, a los que va dirigido este libro, sí tenemos la oportunidad de vivir y de evolucionar como entes.
 Cada experiencia que registramos, sea del tipo que sea, adquirimos luz y sabiduría y eso nos expande como fuerzas activas. Así, somos seres cada vez más creadores de realidades, más autónomos como entidades, más maestros de nosotros mismos. Eso es algo que posiblemente deberíamos agradecer a diario, el simple hecho de estar vivos y tener así la oportunidad de crecer, expandirnos o reconocernos como pequeños dioses creadores. El simple hecho de saber o tener conciencia de todo ello, ya es algo importante para poder 'aprovechar' cualquier enfermedad o anomalía, puesto que se trata siempre de una oportunidad experimental y de desarrollo.

© Marta Povo, junio 2007

Contacto

María del Carmen

609458688 idrisazzahra@gmail.com