ESQUIZOFRENIA Y MISTICISMO; ERROR EN LA COMPARACIÓN

28.06.2013 10:40


 

 

 


 

Siempre se ha considerado a la esquizofrenia de un modo similar a la locura y la genialidad. Pero, aunque parezcan muy semejantes, lo cierto es que se trata de dos fenómenos completamente diferentes. En cualquiera de los casos, las similitudes existentes entre la esquizofrenia y el misticismo han dado lugar a dos climas generales de opinión con respecto a dichos estados mentales. Quienes consideran que la esquizofrenia es una enfermedad, una dolencia o una de las peores patologías, suelen tener (dadas sus semejanzas) la misma idea sobre el misticismo. Desde este punto de vista, si los sabios y los místicos no son puramente patológicos, poco les falta para ello. El psiquiatra dice un informe recientemente publicado por el Group for the Advancement of Psychiatry (GAP)- hallará el fenómeno místico interesante porque puede encontrar en él formas de conducta que se hallan a mitad de camino entre la normalidad y la auténtica psicosis, una especie de regresión egoica al servicio de la defensa contra la tensión interna o externa. Con cierta frecuencia he aceptado e incluso sostenido el hecho de que esta regresión puede ocurrir y ciertamente ocurre; que algunos de los que se autodenominan místicos están, en realidad, atrapados en algún tipo de regresión e incluso que algunos auténticos místicos reactivan ocasionalmente complejos regresivos en su camino hacia los estados superiores de unidad. Pero esto, sin embargo, no debería impedirnos diferenciar de una manera clara y rotunda entre la esquizofrenia y el verdadero misticismo. Así pues, la generalización del GAP sobre la trascendencia y el misticismo resulta de una ayuda bastante limitada.

La segunda actitud general con respecto a la esquizofrenia y el misticismo parece algo más próxima a la verdad pero lo cierto es que es tan generalizadora y dogmática como la primera. Esta perspectiva no tiende a considerar a la esquizofrenia como algo patológico sino, por el contrario, como algo super-sano. Los investigadores que sostienen este punto de vista investigadores, por otra parte, a quienes tengo en mucha estima (como R. D. Laing y Norman O. Brown, por ejemplo) – simpatizan con la idea de que los estados trascendentes son ultrarreales (algo con lo que estoy plenamente de acuerdo) y, puesto que la esquizofrenia y el misticismo parecen tan semejantes, el esquizofrénico debe constituir también un modelo de salud extraordinaria. Según Brown: No es en la esquizofrenia sino en la normalidad donde la mente se halla dividida; en la esquizofrenia las falsas barreras se desintegran Los esquizofrénicos están sufriendo de verdad El mundo del esquizofrénico es un mundo de participación mística; una amplificación indescriptible de las sensaciones interiores, misteriosos sentimientos de referencia; influencias y poderes psicosomáticos ocultos

 



Puntos destacables del ciclo vital (pre frente a trans)

 

Mi propia opinión sobre el tema se ubica en una posición intermedia entre ambas perspectivas y se basa en las importantísimas distinciones existentes entre el pre y el trans que tantas veces hemos descrito y que se ilustra en la figura; basándonos en los informes fenomenológicos de que disponemos hoy en día acerca de la experiencia esquizofrénica, un episodio esquizofrénico típico suele constar de los siguientes factores:

1.- El evento que lo desencadena suele ser una situación de tensión extrema o una contradicción extraordinaria. Tal vez, antes de eso, el sujeto haya tenido grandes dificultades para establecer relaciones sociales, tal vez su ego (o su persona) sea demasiado débil y también cabe la posibilidad de que sea proclive al aislamiento. También puede ocurrir, por otra parte, que el individuo simplemente sea víctima de dukka el sufrimiento inherente al samsara - y se sienta provisionalmente abrumado por una dolorosa introspección. Pero, sea cual fuere el catalizador (y no excluyo de, entre ellos, a los poderosos factores bioquímicos – que son extraordinariamente importantes, un hecho cuya capital trascendencia se ha visto claramente demostrada por las recientes investigaciones bioquímicas sobre los procesos cerebrales – sino que simplemente no me ocupo de ellos porque se precisarían capítulos adicionales y nuestras conclusiones generales seguirían siendo las mismas), sea cual fuere el catalizador, digo, la traducción egoico-personal se desmorona o se debilita (y la teoría del doble vínculo de la esquizofrenia estaría directamente relacionada con esta perturbación de la traducción egoica o meta programación).

2.- El entorpecimiento de las funciones de edición y filtraje de la traducción egoica (proceso secundario, principio de la realidad, estructura sintáctica, etc.) deja al individuo sin defensas y vulnerable tanto a los niveles inferiores como superiores de la consciencia. Lo que ocurre, a mi entender, es que entonces se pone en funcionamiento un doble proceso ya que, por una parte, el yo comienza a experimentar una regresión hacia los niveles inferiores de consciencia mientras que, al mismo tiempo, se ve inundado por aspectos procedentes de los dominios superiores (especialmente el nivel sutil). Dicho de otro modo, en la medida en que el individuo se traslada al subconsciente, entra en él lo supraconsciente, en la medida en que retrocede a los niveles inferiores se ve invadido por los superiores y, de esta manera, se ve afectado por el inconsciente sumergido y por el inconsciente emergente. Personalmente, no veo otra forma de justificar la fenomenología que acompaña a la escisión esquizofrénica. Quienes interpretan la esquizofrenia como algo meramente regresivo ignoran su verdadera dimensión religiosa y quienes sólo ven en ella el súmmum de la salud y la espiritualidad hacen caso omiso de las claras evidencias de fragmentación y regresión psíquica.

En cualquier caso, cuando la traducción egoica comienza a fallar suele aparecer una angustia extraordinaria. Con el comienzo de la regresión y de la interrupción de la sintaxis egoica, el individuo se abre al pensamiento mítico y a las referencias mágicas características del estadio mítico-pertenencia. El pensamiento mítico, como hemos visto antes, confunde la parte con el todo y los miembros de una clase con la clase misma, y esta es precisamente la característica más relevante del pensamiento esquizofrénico. Un esquizofrénico, por ejemplo, puede decir anoche me metí en una botella pero no pude cerrarla cuando, en realidad, lo único que está afirmando es que el frío le impidió dormir. La lógica mítica de esta afirmación es la siguiente: la cama, con sus sábanas y mantas, pertenece a la clase de los recipientes, es decir, de los objetos capaces de contener a otros. Una botella también pertenece a la misma clase y, dado que el pensamiento mítico es incapaz de distinguir entre los diferentes miembros de una clase, meterse en la cama y meterse dentro de una botella son lo mismo (y no sólo de un modo simbólico). De la misma manera, mantas y tapones son también equiparables, de modo que no poder cerrar la botella significa que la manta no le cubría suficientemente, lo cual explica el frío y sus dificultades para conciliar el sueño (no poder cerrar la botella). Tal persona, como diría Bateson, está teniendo problemas con los tipos lógicos.

En el caso de que la regresión vaya, aunque sólo sea un poco, más allá del pensamiento mítico, el individuo queda a merced de las floridas fantasías preverbales y del proceso primario, es decir, sufre alucinaciones (por lo general auditivas y, en ocasiones, visuales).

3.- El asunto, a mi entender, es que, cuando la traducción egoica comienza a fracasar y el yo se siente arrastrado a los dominios preegoicos, el individuo también queda simultáneamente expuesto a verse invadido por los dominios transegoicos (castración). Es por ello que, en tal caso, la consciencia del individuo suele verse abrumada por intuiciones muy intensas de naturaleza auténticamente religiosa (y no sólo de fantasías regresivas sino de genuinas y válidas introspecciones espirituales). Tal vez la experiencia creativa, la conversión religiosa y otro tipo de experiencias cumbre incluyan muchas de las formas de experiencia interna que pueden acompañar a la reacción psicótica aguda. Este es un hecho que, a mi juicio, simplemente no podemos ignorar.

Con frecuencia, sin embargo, el individuo es incapaz de articular lógicamente estas introspecciones. De hecho, si para hablar de algo tan simple como acostarse dice meterse en una botella, cuál no será su dificultad para describir una visión-imagen de Jesucristo! Además, y por encima de todo, estas introspecciones tienden a ser sumamente autistas, auto centradas y crípticas y el único que puede comprenderlas es el propio sujeto. Esto parece estar relacionado con el hecho de que, dado que el aspecto regresivo de la esquizofrenia tiende a conducirle hasta niveles anteriorespre- a la comprensión del rol, el individuo cree que él y sólo él – es, por ejemplo, Jesucristo. Al no poder aceptar o asumir el papel de los demás es incapaz, por tanto, de ver que todo el mundo es Jesucristo. Intuye viva y fuertemente su naturaleza Atman (como resultado de la influencia de los niveles superiores) pero sólo desde un nivel primitivo y narcisista. Veamos ahora una conversación entre un místico y un esquizofrénico hospitalizado que ilustra perfectamente lo que estamos diciendo. Dice Baba Ram Dass:

Él (esquizofrénico hospitalizado) producía muchísimo material y leía en griego, un idioma que, por cierto, nunca había aprendido. Presentaba muchas actividades fenoménicas que los médicos interpretaban como patológicas: robar, mentir, engañar y proclamar que era Jesucristo. En varias ocasiones se había escapado del hospital y era un individuo muy creativo. Leyendo sus escritos comprendí que estaba sintonizado con algunas de las grandes verdades del mundo que han sido enunciadas por los seres humanos más evolucionados. Las estaba experimentando directamente pero se hallaba, sin embargo, atrapado por la sensación de que eso era algo que le estaba ocurriendo sólo a él Por consiguiente, no dejaba de repetir:

-Yo tengo este don, un don del que tú careces
-Crees que eres Jesucristo? El Cristo de la consciencia pura? le pregunté.
-Sí- me respondió.
-Yo también creo que lo soy le repliqué yo. Entonces me miró y me dijo:
-No, tú no lo comprendes.
.Ése precisamente es el motivo por el que estás internado, sabes? concluí.

 


 

4.- Van Dusen, en un importantísimo trabajo basado en Swedenborg, ha distinguido fenomenológicamente dos formas fundamentales de este tipo de alucinaciones. No es ahora el momento para describir cómo lo ha hecho es excesivamente complicada – pero debo reconocer que tanto sus métodos como sus conclusiones me parecen sumamente válidos. Básicamente, se limita a hablar con esas alucinaciones a través del paciente y elabora luego informes biográficos sobre ellas. De su estudio emergen dos tipos fundamentales de alucinaciones. Las inferiores, que son generalmente malévolas, similares al ello de Freud, antiespirituales y hablan sin cesar (es decir, son estructuras verbales). Más importante todavía es el hecho de que residen en un área inferior pero todavía inconsciente de la mente, la memoria personal y que se hallan de algún modo, relacionadas y limitadas a la propia experiencia del paciente. El individuo está alucinando con su propia sombra. Las otras alucinaciones son de orden superior, que son puramente visuales y que no utilizan palabra alguna (reinos transverbal y sutil). Se trata de alucinaciones que recuerdan primordialmente a los arquetipos de C. G. Jung. Es decir, que estas alucinaciones proceden exclusivamente de los niveles sutiles arquetípicos y transpersonales y, en ese sentido, son reales y no alucinatorias.

5.- Finalmente, el individuo puede regresar realmente a las estructuras urobóricas y pre-personales, confundiendo entonces completamente el yo con los demás y el interior con el exterior, en cuyo caso el tiempo se evapora en la pretemporalidad y el sistema del self se colapsa por completo. No se trata, por tanto, en este caso, de una intuición del Eterno Ahora transtemporal sino de la simple incapacidad de reconocer secuencias temporales.

Hablando en términos generales, la esquizofrenia nos demuestra que el individuo puede regresar, en su búsqueda de unidad una búsqueda impulsada por el proyecto Atman – a cualquiera de las unidades arcaicas inferiores (la estructura parental, la maternal, la urobórica e incluso la pleromática). Erich Fromm parece ser plenamente consciente de este fenómeno y de sus implicaciones y, aunque no pormenoriza los estadios concretos, la siguiente cita demuestra que conoce perfectamente este punto:

El hombre lucha por encontrar esa unidad regresiva en distintos niveles, que son, simultáneamente, niveles de patología y niveles de irracionalidad. Puede sentirse poseído por la pasión de regresar al útero, a la madre tierra o a la muerte (incesto pleromático). Y, si este objetivo es abrumador y desbordante, puede terminar conduciendo al suicidio o a la locura (castración pleromática). Una forma menos peligrosa y menos patológica de la búsqueda regresiva de la unidad consiste en el deseo de seguir unido al pecho de la madre (incesto maternal), a la mano de la madre o a las órdenes del padre (incesto parental). Otra forma de orientación regresiva es la destructividad, el deseo de trascender la separación mediante la destrucción de todo y de todos (lo que nosotros hemos denominado sacrificio sustitutorio). Y aún otra puede asumir la forma de tratar de comérselo todo y a todos y así integrarlo – es decir, experimentando al mundo y a todo lo que éste contiene en forma de comida (fijación oral).

Nota: los paréntesis son de K.W.

Fromm, en esta breve cita, ejemplifica todo el espectro de unidades regresivas anheladas por el individuo a través de los incestos pleromático, materno, parental y urobórico-alimentario. Pero, a pesar de ello, Fromm es plenamente consciente de que el satori místico es un tipo de unidad completamente diferente, una unidad mística que nada tiene que ver con la unidad regresiva que se encuentra al volver a la armonía del paraíso pre-consciente y pre-individual (subconsciencia pleromática-urobórica), sino que constituye una unidad superior, una unidad a la que sólo puede arribarse después de que el hombre haya experimentado su independencia, después de haber atravesado la etapa de alienación de sí mismo y de su mundo y de haber nacido nuevamente. La premisa de esta nueva unidad es el pleno desarrollo de la razón hasta alcanzar un estadio en el que ésta deje de separar al hombre de su percepción inmediata e intuitiva de la realidad. Este punto resulta ahora tan claro que no comprendo cómo ha podido seguir siendo ignorado. En todo caso, creo que el hecho de seguir manteniendo la ecuación místico = psicótico no hace más que evidenciar la ignorancia de quien la afirma.

Un último punto que, dicho sea de paso, es de suma importancia, es el hecho de que el individuo pueda volver o no pueda volver a la realidad egoica normal después de haber atravesado un episodio esquizofrénico. En el caso de que no lo haga tenderá a permanecer perdido, atrapado y abandonado en la confusión de fragmentos preverbales e incluso pre-personales. Así son precisamente la mayor parte de las esquizofrenias crónicas. Sin embargo, el clásico brote esquizofrénico presenta una peculiar combinación de pre y de trans que le permitió a Laing escribir: Cuando una persona se vuelve loca, tiene lugar una transposición profunda de su ubicación con respecto a todos los dominios de la existencia. El centro de su experiencia se traslada de su ego a su Self. El tiempo mundano se convierte en algo meramente anecdótico y sólo cuenta lo Eterno. Sin embargo, el loco está confundido. Mezcla el ego con el yo, el interior con el exterior, lo natural con lo sobrenatural Un exiliado del campo de la existencia, un alienado, un extraño que nos hace señas desde un vacío en el que zozobra.

 


 

En el caso de que el individuo regrese y que regrese indemne – normalmente estará más equilibrado y se sentirá más capacitado, menos a la defensiva y más abierto al mundo. Pero en ninguno de estos casos seguir esquizofrénico o regresar curado – acontece nada parecido a la iluminación o a moksha. No hay nada en los informes de los esquizofrénicos recuperados que nos indique que, después de haberse librado de las pautas patológicas de su vivencia pre-mórbida, sigan explorando aquellas experiencias internas que anteriormente les habían abrumado. A diferencia de lo que ocurre con el místico, que busca deliberadamente a veces, incluso, durante mucho tiempo – ese tipo de experiencias internas dentro de un contexto cultural determinado, la experiencia que tiene el esquizofrénico de sus sentimientos más profundos es fortuita y tiene lugar negando su funcionamiento social (no es transbiosocial, sino prebiosocial). Así pues, si la incursión en la psicosis concluye felizmente, el individuo recupera la capacidad de funcionar como miembro productivo de la sociedad, pero no le capacita necesariamente para el proceso vital de moverse entre la experiencia interna (y transpersonal) y el funcionamiento social.

En mi opinión, el brote esquizofrénico exitoso (el brote del que se regresa curado) constituye un auténtico ejemplo de regresión al servicio del ego. Se trata, como muchos investigadores sugieren hoy en día, de una especie de crecimiento y reajuste psíquico, de un tipo de experiencia de muerte y renacimiento. Los esquizofrénicos recuperados tienden a hablar de su antiguo yo como algo completamente inadecuado, inadaptado, fragmentado o incluso simplemente incapaz de vivir. Una mujer describió su crisis del siguiente modo: Algo me ha ocurrido y no sé lo que es. Todo lo que constituía mi antiguo yo se ha derrumbado y de sus escombros ha renacido una criatura de quien nada sé. Pero aquel yo anterior que se ha derrumbado era, en realidad, un ser despreciable, alguien incapaz de enfrentarse a la vida tal como se le presentaba, una criatura que no podía ajustarse a la vida ni tampoco escapar de ella. Así que se volvió loca y pereció de angustia.

Después de cinco días de intenso sufrimiento, locura y la muerte literal de su antiguo yo, dicha mujer renació con lo que ella misma denominó un nuevo yo, relativamente en paz con el mundo y consigo misma. Pero no se trataba de un yo trascendente ni de un yo iluminado sino de un yo relativamente equilibrado, como diría el psicoanálisis, de un ego sano.

Personalmente, creo que una de las cosas que ocurren en este tipo de episodios (insisto en que no pretendo excluir los factores bioquímicos ni tampoco, por otra parte, trato de negar que muchos fenómenos incorrectamente diagnosticados como esquizofrenia caen de lleno en la denominada hipótesis de Sanella-Bentov, el comienzo del ascenso de kundalini a los reinos sutiles) es que el individuo regresa a aquellas estructuras psicológicas profundas que se vieron traumatizadas durante la infancia.

Entre ellas cabe destacar, a mi entender, la etapa del yo corporal, un estadio en el que el yo y el no yo todavía no se habían diferenciado y en el que se supone que la consciencia se hallaba firmemente asentada en el cuerpo y que, a partir de ese momento, actúa como fundamento de las operaciones del yo en el reino ordinario. R. D. Laing cree que el hecho de que la consciencia no se asiente debidamente en el cuerpo conduce a una posterior división o disociación exagerada entre la mente y el cuerpo y a la elaboración de un falso sistema del self. No sólo estoy de acuerdo con estas consideraciones generales sino que también estoy plenamente convencido de que mi presentación de las secuencias evolutivas así lo demuestra. En particular, cabe destacar lo siguiente:

Los dos momentos especialmente peligrosos para la etiología de la esquizofrenia son la emergencia del estadio del yo corporal y la del estadio egoico-mental. Una perturbación del estadio del yo corporal tenderá a dificultar el asentamiento completo de la consciencia en el cuerpo, de modo tal que una imagen corporal débil terminará entonces convirtiéndose en el cimiento de la personalidad subsiguiente y contribuirá a la formación de un falso sistema del self. Esto ocurre fundamentalmente, a mi entender, en el momento de la emergencia del estadio egoico-mental puesto que, si la personalidad no se halla firmemente asentada en una imagen corporal sólida, cuando el ego comienza a diferenciarse del cuerpo estará condenado a experimentar el cuerpo incorrectamente como parte del otro. Además, por otra parte, también se convertirá necesariamente en presa fácil (durante la etapa del complejo de castración) de una disociación más violenta de lo habitual entre la mente y el cuerpo, dejando al individuo con un falso self disociado del cuerpo. Así pues, según Laing, el esquizofrénico tiende a focalizar excesivamente su sensación de identidad en su mente y a experimentar que el cuerpo es el otro.

Me gustaría, sin embargo, agregar algo a lo que dice Laing puesto que, una vez creado el falso self disociado del cuerpo, se dan las circunstancias más propicias para lo que normalmente constituye el aspecto más dramático de la esquizofrenia. Ya hemos visto que, en general, lo sutil puede emerger en cualquier momento posterior al establecimiento del ego. Así pues, a partir de la adolescencia, uno está potencialmente abierto a la emergencia natural de lo sutil. El caso es que, en el caso del esquizofrénico, cuando emerge lo sutil en el supuesto de que lo haga – sólo se encuentra con el sistema del falso self. No se encuentra, pues, con un ego fuerte, o centáurico, sino con un self falso y poco arraigado. Y eso, a mi juicio, es lo que termina conduciendo a la-clásica-crisis-esquizofrénica-de-apariencia-religiosa. En tal caso, lo sutil inunda al falso self, forzando una regresión a estructuras inferiores, con una irrupción simultánea de material procedente de los reinos superiores. Téngase además en cuenta que, desde un punto de vista estadístico, la edad más proclive a la aparición de las crisis esquizofrénicas suele ser poco antes de los treinta años, la edad aproximada en la que puede comenzar a emerger lo sutil. En mi opinión se trata de una irrupción de lo sutil que coincide con un desmoronamiento del yo.

Volviendo a nuestra historia tenemos que decir que, durante el transcurso de una crisis profunda, el individuo experimenta una regresión a la estructura profunda que fue traumatizada durante su construcción en la infancia (yo corporal u otra). Retrocede literalmente a ese punto y, a partir de él, reconstruye de manera ascendente, por así decirlo, su personalidad. También podríamos decir que, después de conectar o de revivir nuevamente ese complejo, o esa perturbación estructural profunda, los estratos superiores de la consciencia se reorganizan espontáneamente en torno a la estructura profunda recién reorganizada. Ésta es una auténtica experiencia de crecimiento, una verdadera regresión al servicio del ego. Antón Boisen lo expresa acertadamente del siguiente modo: En consecuencia, podemos llegar a la conclusión de que estas perturbaciones (esquizofrénicas) no son necesariamente nocivas sino que, al igual que ocurre con la fiebre o las inflamaciones en el organismo físico, son intentos, llevados a cabo mediante la regresión a niveles inferiores de la vida mental, de digerir masas de experiencia vital que no habían sido asimiladas hasta entonces.

En general, lo mejor que puede decirse sobre las crisis esquizofrénicas (no sobre la esquizofrenia crónica) es que se trata de auténticas regresiones al servicio del ego, regresiones que van seguidas de una evolución hacia un ego más sano. Y se trata también de regresiones que pueden dejar al individuo, al nuevo ego, con una comprensión muy profunda de sí mismo. Sin embargo, por regla general, éste no es un paso deseado y ocurre en contra de la voluntad del individuo, privándole del acceso a las estructuras de la lógica, la sintaxis, la relación social y el ego. Además, sea cual fuere el resultado, el individuo no termina iluminado ni en la auténtica consciencia de unidad.

Nada de lo dicho anteriormente es aplicable al verdadero camino místico de evolución progresiva, a excepción del hecho reconocido de que el místico explora y domina algunos de los dominios superiores en los que naufraga el esquizofrénico. El místico busca deliberadamente la evolución progresiva, se adiestra para ello e invierte la mayor parte de su vida en alcanzar en el mejor de los casos – unidades trascendentes, maduras y permanentes. Al mismo tiempo, sin embargo, mantiene la posibilidad de acceder al ego, a la lógica, al mundo social, a la sintaxis, etc., y para ello, sigue un camino que ha sido cuidadosamente cartografiado bajo la estricta supervisión de un guía. No se trata, pues, de establecer contacto con experiencias infantiles del pasado, sino con realidades profundas presentes e inmediatas.

Quisiera concluir mencionando también el importante trabajo clínico llevado a cabo por Cooper, Laing y Esterson, puesto que, en mi opinión, tanto sus escritos como su labor clínica han supuesto un extraordinario avance en nuestra comprensión fenomenológica de la esquizofrenia y de sus relaciones con la normalidad y con la cordura (que no significan lo mismo). Veamos simplemente el diagrama utilizado por Cooper para resumir los resultados de toda su visión.

 



Ciclo vital de Cooper: Cordura, Paro y Locura

 

El lector se dará cuenta de la semejanza existente entre esta figura y la del modelo básico del ciclo vital que ya hemos presentado. El punto A al que Cooper denomina nacimiento- es análogo a nuestro nivel axial, nuestro estadio del yo corporal. Su normalidad es nuestra persona egoica. El movimiento B es nuestro Arco Interno y la crisis psicótica nuestra regresión. Todos los puntos de la figura de Cooper que se hallan por debajo de la línea del nacimiento son (para nosotros) prepersonales (a la izquierda) o transpersonales (a la derecha). La propia explicación de Cooper es la que sigue:

Desde el momento del nacimiento, la mayor parte de las personas evolucionan a través de las situaciones del aprendizaje social en la familia y en la escuela hasta llegar a alcanzar la normalidad social. Y, una vez alcanzado este estadio de normalidad, el desarrollo suele estancarse. Hay quienes se derrumban en algún momento de este proceso y retroceden a lo que en el diagrama denominamos locura. Otros, muy pocos, atraviesan el estado de inercia o estancamiento (ego/persona) representado por la alienada normalidad estadística y prosiguen (evolucionan) por el camino que conduce hacia B, la cordura (nuestros dominios transpersonales), conservando la consciencia del criterio de normalidad social (es decir, manteniendo la posibilidad de acceder, como reiteradamente hemos señalado, a los niveles inferiores) a fin de evitar la invalidación (dado que éste es siempre un juego muy arriesgado). Conviene darse cuenta de que la normalidad está muy lejos, no sólo de la locura, sino también de la cordura (un punto que nosotros apenas hemos subrayado). La cordura se parece a la locura pero entre ambas siempre existe una distancia importante, una notable diferencia. Éste es el punto omega (Z).

En cuanto a la cordura, tal como se presenta en el diagrama, su colaborador R. D. Laing dice lo siguiente: La auténtica cordura implica algún tipo de disolución del ego normal, de ese falso self que se ha ajustado adecuadamente a una realidad social alienada, la emergencia de los mediadores y arquetipos internos del poder divino, atravesar la muerte y el renacimiento y restablecer finalmente un nuevo tipo de funcionamiento del ego, un ego que sirva y no que traicione – a lo divino.

Fijémonos, por último, en el punto omega. Fuera cual fuese la decisión final en cuanto a la naturaleza del punto omega, es absoluta, definitiva e indiscutiblemente cierto que existe. Baste esto para sostener lo que confío que un día será una verdad evidente para todos: el Retorno a lo Divino no tiene nada que ver con el regreso a la infancia. El misticismo no constituye una regresión al servicio del ego sino que es una evolución que lo trasciende.

 

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