La conciencia. La lucidez mental

23.04.2013 19:01

  

 

La conciencia
Como conclusión de todo lo expuesto y a manera de resumen, intentamos la siguiente definición:
La conciencia es una estructura compleja, irreflexiva (empírica- reflexionante), reflexiva (reflexionada), intencional, temporal (no espacial), dinámica, de flujo constante no detenible pero sí “tetanizable”, unificada, unificante, con sustrato orgánico, constituida por la integración de todas las funciones psíquicas en su permanente accionar, y cuyo producto final es el conocimiento (síntesis vivencial) o reconocimiento de algo real o no, interior o exterior y del yo por sí mismo.
A continuación explicamos los términos de esta definición:
Estructura compleja: Implica la distribución, disposición y orden de las diversas parte de un todo. La estructura es la ordenación en el espacio y función, estructura en el tiempo. No hay estructura sin función ni función sin estructura.
Irreflexiva: Pertenece al mundo fenoménico (representaciones, percepciones, vivencias) psicológico. Es una conciencia que piensa, sin yo, empírica, espontánea, autónoma, no posicional, no tética, impersonal, reflexionante, de primer grado.
Reflexiva: Conciencia que dice “yo pienso”, reflexionada, vida egoísta, posicional, tética, de segundo grado, con evocaciones, rememoraciones.
Intencional: Intención: acción o efecto de tender hacia algo. La conciencia es siempre conciencia de algo, un “dirigirse a”. Intencionalidad es la constitutividad noético-noemática de la conciencia.
Temporal: Estructura temporal o en el tiempo (función o conjunto de funciones). Lo psíquico es temporal, no espacial. “La conciencia es el simple fluir de sus propios contenidos.” La memoria tiene una estructura espacial.
Dinámica: Que está en permanente movimiento.
De flujo constante: Como un río.
No detenible pero sí “tetanizable”: La detención implicaría la desaparición de la conciencia. Ese “tétanos” es la oscilación más o menos rápida entre el contenido de la conciencia fijado por la atención y los otros contenidos que se ofrecen al fluir de la conciencia. La conciencia no se detiene, no se paraliza ni es frenada. Fluye con ritmo oscilatorio.
Unificada: Que es limitada por ella misma.
Unificante: Que unifica (unificar: “hacer una o un todo de muchas cosas mezclándolas o reduciéndolas a una misma especie”).
Con sustrato orgánico: Sin la integridad del Sistema Nervioso Central no se puede concebir la conciencia.
Integración: De “integrar” (componer un todo con sus partes integrantes).
Todas las funciones psíquicas: Atención, sensopercepción, memoria, ideación, juicio, asociación ideativa, pensamiento, razonamiento, imaginación, inteligencia, afectividad, actividad.
Conocimiento: Aprehensión de un concepto; noema.
Reconocimiento: Rememoración.
Real: Realidad sensible (lo que “choca” con nuestros sentidos, todo lo que aparece) e inteligible.
O no: De lo ausente, de lo inexistente.
Interior: Modificaciones del propio yo.
Exterior: Un objeto, una cualidad, una situación.
Del yo por sí mismo: Apercepción.
El yo es una producción sintética y trascendente de la conciencia más que una estructura puramente formal, habitante de la conciencia que constituye la personalidad en su aspecto activo y la totalidad concreta psicofísica de la misma; es vivido como sujeto de todo acto psíquico.

La lucidez
Se llama “foco de la conciencia” a la máxima concentración intencional de la actividad de la conciencia en algo, de manera tal que la percatación se logre con máxima claridad, nitidez y distinción.
Se llama “lucidez mental” al estado de la conciencia capaz de lograr la máxima concentración intencional normal de su actividad ordenada haciendo que sus contenidos posean claridad nitidez y distinción. Una persona tiene la conciencia lúcida cuando tiene todas sus funciones psíquicas normales, lo que la lleva a una correcta orientación auto y alopsíquica.
Desde el punto de vista práctico se puede considerar a la conciencia como un “escenario donde se celebra una representación teatral”. Allí los contenidos de la conciencia serían “lo representado” (objetos, yo) y la estructura de la conciencia sería “el marco de la representación” (escenario, decorado, iluminación, etcétera) con sus tres cualidades básicas:
1. Luminosidad de la vivencia (“iluminación de la escena”);
2. Amplitud del campo (“extensión del escenario”), y
3. Ordenación de la vida psíquica (“puesta en escena de una obra de desarrollo coherente”).
La estructura tiene dos dimensiones:
1. La horizontalidad o campo de la conciencia: estaría representado por el escenario en su extensión, decorados y sobre todo por su iluminación. Con respecto a esta último, los proyectores-focos (spots) centrarían su luz sobre el/los personajes y la escena principal del momento (foco), de tal manera que el actor-espectador (yo) se concentrará más. Dicha iluminación iría decreciendo hacia los límites del escenario, zona que constituiría la penumbra.
Lo vivenciado (“lo vivido en la escena”) estaría en el escenario, y “tras bambalinas” lo no vivenciado (“lo no representado”).
Esta dimensión podría considerarse como un corte sincrónico (en el mismo tiempo) de la representación teatral.
2. La verticalidad podría tomarse como un corte diacrónico (a través del tiempo) de la misma representación. Esta dimensión la constituirían los niveles (alturas, igualdades o desigualdades) de iluminación, claridad, ordenación, coherencia, fluidez, ritmo, novedad, magnitud o extensión, calidad, etcétera, de la “representación” que podría llevar el actor-espectador (yo) desde la vigilia al sueño, pasando por el cansancio o, en sentido inverso, hacia la hiperlucidez. Hay niveles que son alcanzados ante problemas mayores como:
a. Estrechamiento del campo: el “escenario” se achica, y entonces se captaría la escena parcialmente.
b. Que una niebla cubra el escenario (obnubilación), y entonces se confundiría la escena.
c. Que se queme la luz y/o se desprenda el decorado, provocando así el caos, que lleva a la suspensión de la escena (estupor, coma).
d. Que la excitación de los personajes y el director lleve a desordenar la escena y a que la representación pierda coherencia (hiperfrénico).
Sobre la base de los criterios sustentados en este trabajo, no concebimos ninguna psicosis con lucidez mental.
En el síndrome oligofrénico se observa hipolucidez en los débiles mentales, que se acentúa en la imbecilidad. Los idiotas tienen aconciencia.
En el síndrome demencial podemos encontrar desde hipolucidez hasta aconciencia.
En el síndrome confusional es evidente el trastorno de la conciencia caracterizado por obnubilación, que puede alcanzar el coma.
En el síndrome esquizofrénico en general hay hipolucidez; se puede alcanzar el estupor en los catatónicos.
En el síndrome delirante: en los delirios crónicos la hipolucidez es la norma, es menor en la paranoia y se intensifica en las parafrenias. Hay mayor hipolucidez a mayor polimorfismo. En los delirios agudos sintomáticos el síndrome es el confusional y por consiguiente hay obnubilación de la conciencia, y en los reactivos es variable la hipolucidez.
En el síndrome de excitación psicomotriz la conciencia está alterada y disminuida. La armonía de la conciencia (el movimiento interno de sus deseos y el desarrollo de su historia) está rota por un salto, la aceleración, la avidez, que devora el tiempo. La conciencia pierde su dirección, su sentido, su control del orden. Hay desestructuración de la actividad psíquica, pseudolucidez, hipolucidez.
En el síndrome de depresión psicomotriz hay alteración de la lucidez. Las funciones psíquicas están retardadas. Se produce una desestructuración ético-temporal de la conciencia. Hay hipolucidez hasta el estupor en una forma clínica de la melancolía.
En las neurosis hay en general hipolucidez o pseudolucidez; se puede alcanzar el estupor, la agitación y la confusión. Es copiosa la literatura de los estados crepusculares en la histeria.
En las personalidades psicopáticas existe la hipolucidez o pseudolucidez, explicada en general por las alteraciones afectivo-activas de su estructura.

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María del Carmen

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