La escuela como vida cotidiana

03.11.2013 22:28

Para Agnes Heller la vida cotidiana se caracteriza por ser heterogénea y jerárquica. La heterogeneidad alude a que los diversos ámbitos en que nos movemos son distintos en contenido y significación. La jerarquía da orden a la vida cotidiana y varía en cada época en función de las estructuras económico-sociales. La jerarquía, a diferencia de la heterogeneidad, no es eterna. «La heterogeneidad es imprescindible para conseguir ese liso despliegue de la cotidianidad, y también hace falta el rutinario funcionamiento de la jerarquía espontánea para que las esferas heterogéneas se mantengan en movimiento simultáneo» (Heller, 1970b, 40-41).

Heller sostiene que el hombre nace ya inserto en su cotidianidad (Heller, 1970b, 41), no obstante, necesita una gran cantidad de aprendizajes para su supervivencia, los cuales se adquieren mediante la convivencia con los otros; ya sea en la familia o la comunidad, con los amigos o compañeros de juego, en los clubes, gremios de trabajo o asociaciones a las que nos integramos, con los maestros en la escuela, etc.

Lo que aprendemos en el mundo varía mucho en función de lo que necesitamos y de los ámbitos en los que aprendemos, de acuerdo con Delval, los aprendizajes son de cuatro tipos: los primeros tienen que ver con el desenvolvimiento en el medio físico, los segundos con la adquisición de las capacidades sociales; el tercer tipo se refiere a los aspectos más generales de la vida y cuarto al conocimiento escolar. Estos conocimientos se adquieren a través de diferentes vehículos que pueden ser la actividad guiada por los adultos y compañeros, la actividad propia y la social, ésta última nos llega a través de narraciones, rituales sociales, actividad escolar o de la lectura (Delval, 1999). Tales aprendizajes serán los básicos y necesarios para poder movernos en el mundo.

Los sujetos tienen que pasar una especie de prueba social para salir al mundo, Heller comenta que si bien nacimos insertos en la cotidianidad, se es adulto o se madura cuando se es capaz de vivir por sí mismo la cotidianidad (Heller, 1970b, 41). Uno aprende los elementos básicos de las relaciones sociales en los pequeños grupos, pero estos se usan sólo hasta que salimos a integrarnos en un grupo más amplio y recurrimos a los elementos aprendidos en el grupo menor.

Pero ¿qué es la vida cotidiana que determina en gran medida aprendizajes que se adquieren y decisiones que se toman? Heller presenta la siguiente definición: «es el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez crean la posibilidad de la reproducción social.» (Heller, 1970a, 19).

Entiéndase, a raíz de esta definición, la relevancia que tiene la vida cotidiana no sólo como forma de reproducción social, sino como la forma de asegurar la continuidad de las formas de vida del ser humano. Afirma Heller, y con sobrada razón, que «la reproducción del hombre particular es siempre la reproducción de un hombre histórico, de un particular en un mundo concreto» (Heller, 1970a, 22). Hay conjuntos de actividades que el ser humano de cualquier época debe aprender a hacer, «es necesario saber usar –en mayor o en menor medida– las cosas e instituciones del mundo en el que se nace» (Heller, 1970a, 22), dicho aprendizaje ocurre porque se vive con otros seres y porque para sobrevivir en el mundo el sujeto debe aprender a usar los objetos y a hacer determinadas actividades.

Esos conjuntos de actividades implícitas en la definición de Heller, se refieren en lo general a saber, por ejemplo, dónde conseguir alimentos, qué hacer para conseguirlos, saber comer, bañarse, andar en las calles, moverse en los diferentes medios de transporte, etc. Tales actividades, aún cuando no sea tan evidente, están ligadas por explicaciones particulares, intenciones y creencias compartidas.

Heller ha dicho que si bien, todos necesitamos comer y dormir no lo hacemos durante el mismo tiempo, pero hay otras actividades que forman parte de nuestra vida cotidiana y que si bien, también las requerimos en distintas cantidades de tiempo, están unidas a intenciones precisas y a concepciones sobre cómo vivimos la relación con los otros, tal es el caso de actividades como ir a misa, manifestarse en alguna marcha, visitar un museo, etc.

Hay una continuidad absoluta en la vida cotidiana, pese a eventos menores que la modifican ocasionalmente (Heller, 1970a), es decir, uno interrumpe las actividades porque se va de vacaciones o se enferma, con lo cual la vida cotidiana adquiere una nueva configuración, pero posteriormente uno se reintegra a sus actividades.

Tenemos entonces que cualquier evento que tiene lugar (y del que somos partícipes) y que ocurre cada día es nuestra cotidianidad, pero precisemos: «el particular forma su mundo como su ambiente inmediato. La vida cotidiana se desarrolla y se refiere siempre al ambiente inmediato. El ámbito cotidiano de un rey no es el vino sino la corte» (Heller, 1970a, 25).

De esta manera, la escuela, en tanto lugar de convivencia, de encuentro con amigos, espacio de crecimiento, lugar para entablar relaciones con otros, espacio para la demostración de afectos que sirve en gran medida de referencia para los otros, puede ser considerada como ambiente inmediato; por lo tanto, componente y parte esencial de la vida cotidiana.

Para pensar en la escuela como vida cotidiana hemos de considerar las dos características esenciales descritas por Heller: es heterogénea y jerárquica. La escuela mantiene dentro de sí misma una variedad de actividades con las que los niños se encuentran día con día y que muestran su heterogeneidad, tales como:

  1. Diversidad de temáticas con tiempos establecidos: matemáticas, español, ciencias naturales, geografía, historia, civismo, deportes, actividades artísticas, etc.
  2. Espacios de recreo en los que se puede comer, comprar, jugar con los amigos. Los juegos pueden ser de gran variedad: fútbol, básquetbol, contar chistes, simular una escolta, jugar con muñecas, con carros, con los juguetes más modernos, buscar al novio o a la novia, caminar en el patio de la escuela, quedarse a platicar con la maestra o el maestro, etc.
  3. Aplicación y resolución de exámenes, ya sean determinados por los maestros o por instancias administrativas, estos últimos son en determinados periodos.
  4. Ensayar para algún evento, una poesía coral, un baile, una tabla gimnástica, una obra de teatro, o bien, preparar material para alguna ocasión particular como: maquetas, papel picado para el día de muertos, banderas tricolores para el día de la bandera o para el día de la Independencia, diseñar vestuario para una obra de teatro, elaborar algún regalo para el día de las madres, etc.
  5. Festivales y salidas ocasionales: Natalicio de Benito Juárez o día de la primavera, día del niño, día de la madre, día de la Independencia, día de muertos, pre-navidad, rosca de reyes, conclusión del ciclo escolar, etc. El espacio físico de la escuela se extiende con salidas a museos, bibliotecas, ferias, centros recreativos, fábricas, bosques, viveros, zoológicos, etc.

Esta lista de actividades muestra lo heterogénea que puede ser la vida en la escuela, distinta en contenido y en significación. Para los sujetos que se encuentran en este ámbito, no tiene el mismo significado resolver una operación matemática que comprar un dulce y compartirlo con el hermano o la amiga, o bailar «la bamba» con sus compañeros ante la mirada de sus madres, hablamos de actividades diversas que mantienen cierta rutina dentro de la escuela, tal cual ocurre con la vida cotidiana.

La escuela como vida cotidiana es jerárquica

En general, los niños tienen muy claro que no deben faltar a clases, cualesquiera que sea la razón (por faltar pueden reprobar algún examen, desean aprender, les gusta la geografía, les cae muy bien la maestra, los padres los pueden regañar si no van a la escuela, etc.) Se sabe cuál actividad tiene más relevancia, cuál puede dejar de ocurrir sin que se altere la rutina y cuál no puede alterarse.

La escuela exige cierta regularidad a sus miembros, la vida cotidiana también, todos los días necesitamos comer ciertos alimentos con nutrientes específicos en el mismo horario y dormir cierto número de horas si no queremos enfermar. A la escuela asistimos todos los días a la misma hora, los horarios de recreo siempre son a la misma hora, conocemos la rutina; entrar al salón, sentarnos en nuestra banca, sacar el cuaderno de español, copiar lo que la maestra escribe en el pizarrón, llevárselo al escritorio o esperar que ella pase lugar por lugar. El año escolar se mantendrá con la misma secuencia de actividades, la vida cotidiana, es el cada día de.

La continuidad absoluta de la vida cotidiana en la escuela se configura distinto cuando hay eventos ocasionales; por ejemplo, un festival; en ese momento las cosas cambian, pero luego se continuará con la tendencia anterior. Una precisión habrá que hacer, en la vida cotidiana no se sabe totalmente lo que ocurrirá, no se sabe cuándo enfermaremos o cuándo sufriremos la muerte de algún ser querido; eventos como éstos alteran la continuidad y la rutina de la vida cotidiana. En la escuela tampoco sabemos que eventos lo cambiarán todo, aunque lo que sí conocemos bien es el calendario escolar ya que determina muchas actividades.

Vida cotidiana dentro de la vida cotidiana. La escuela puede ser vista de esta manera: un pequeño mundo que, para los que a ella asisten día con día, no puede ser anulado. Considérese lo que se le pregunta a un niño que recién se conoce: «¿en qué grado vas?», o bien, «¿ya vas a la escuela?», se supone casi de inmediato que lo más importante para el pequeño no es qué le gusta jugar o cómo se lleva con sus padres, sino el pequeño mundo que abarca la totalidad del niño: la escuela.

Jackson caracteriza a las escuelas de Estados Unidos y las vivencias de los maestros y alumnos en su interior de manera muy detallada, ofreciendo una visión cuasi-dramática de la vida en esas aulas. Me parece que esta precisa descripción puede ser aplicada a las escuelas mexicanas:

«La asistencia de los niños a la escuela es una experiencia tan común en nuestra sociedad que los que nos quedamos mirando cómo se van, rara vez nos detenemos a pensar qué será de ellos cuando lleguen a sus clases. Por supuesto, nuestra indiferencia desaparece algunas veces. Cuando hay algún problema, o cuando nos comunican el progreso excepcional de algún hijo nuestro, pensamos, al menos por un momento qué puede significar esta experiencia para el niño; pero la mayoría de las veces simplemente nos limitamos a pensar que nuestro hijo está camino de la escuela y en seguida volvemos a concentrarnos en nuestra taza de café» (Jackson, 1975, 13).

Más adelante comenta el autor:

La escuela es un lugar en el que se aprueba o se suspende, en el que suceden cosas divertidas, se aprenden cosas nuevas y se adquieren nuevas capacidades. Pero es también un sitio donde los alumnos se sientan, escuchan, esperan, levantan la mano, se pasan papeles de mano en mano, están en filas y afilan sus lápices. En la escuela encontramos amigos y enemigos, desatamos nuestra imaginación, se resuelven nuestras dudas. Pero también en la escuela bostezamos, pintamos sobre la tapa de los pupitres, hacemos colectas y pasamos al último banco. Ambos aspectos de la vida escolar, los que destacan y los que pasan desapercibidos nos son familiares a todos, pero los últimos, aunque sólo sea por la oscuridad en que los sumergimos, parecen merecer más atención de la que les dedican hasta ahora los profesionales de la educación.

Para apreciar la importancia de los acontecimientos triviales de la clase hay que tener en cuenta la frecuencia con que ocurren, la uniformidad del entorno escolar, y la obligatoriedad de la asistencia diaria. En otras palabras, tenemos que reconocer que los niños pasan mucho tiempo en la escuela, que los locales en que se desenvuelven son muy parecidos entre sí y que se encuentran allí lo quieran o no» (Jackson, 1975, 15).

Esta rica descripción nos permite reafirmar que la vida escolar es vida cotidiana. La escuela establece rutinas, horarios, tiempos y actividades, los niños saben moverse dentro de la vida en las aulas igual que aprenden a moverse en el mundo social. Es cierto, –como lo afirma Jackson–, que los niños bostezan, esperan, se aburren a veces, pero también ocasionalmente la vida cotidiana nos aburre y nos cansa. Existen días en que no queremos ir a trabajar, nos da pereza cocinar o no tenemos deseos de manejar entre el tránsito de la ciudad.

Pero, he de plantear una pregunta que surge a raíz de afirmar que la escuela es vida cotidiana: ¿qué pasa con los niños que por cualquier razón abandonan la escuela? Por supuesto que no dejan de tener vida cotidiana, pero sí pierden, (además de la preparación que la escuela les ofrece, que ya es razón suficiente de preocupación), una parte primordial de vida cotidiana, porque en ella hemos de aprender nuestro traslado a ese otro ámbito de la vida cotidiana: el trabajo, a saber:

Elsie Rockwell en su excelente ensayo De huellas, bardas y veredas: una historia cotidiana en la escuela, nos brinda una rica descripción de las escuelas mexicanas; argumenta que «si se mide en tiempo, la experiencia escolar tiene un peso importante en el contexto formativo del niño. Le presenta prácticas o elementos poco usuales en otros ámbitos o aun desconocidos. Sin embargo, también le cierra opciones, es decir, por asistir a la escuela los niños pierden otras experiencias formativas» (Rockwell, 1982, 16).

Si tomáramos como referencia el tiempo que el niño pasa en la escuela, tendríamos en cuenta cuán importante es la vida escolar para el niño, independientemente de que su aprendizaje le sea útil o no para vivir en el mundo del trabajo; ésa es otra cuestión. Sí, –como dice Rockwell– el niño se pierde de otras experiencias formativas, es cierto también que siempre, en cualquier momento, nos estamos perdiendo de experiencPara Agnes Heller la vida cotidiana se caracteriza por ser heterogénea y jerárquica. La heterogeneidad alude a que los diversos ámbitos en que nos movemos son distintos en contenido y significación. La jerarquía da orden a la vida cotidiana y varía en cada época en función de las estructuras económico-sociales. La jerarquía, a diferencia de la heterogeneidad, no es eterna. «La heterogeneidad es imprescindible para conseguir ese liso despliegue de la cotidianidad, y también hace falta el rutinario funcionamiento de la jerarquía espontánea para que las esferas heterogéneas se mantengan en movimiento simultáneo» (Heller, 1970b, 40-41).

Heller sostiene que el hombre nace ya inserto en su cotidianidad (Heller, 1970b, 41), no obstante, necesita una gran cantidad de aprendizajes para su supervivencia, los cuales se adquieren mediante la convivencia con los otros; ya sea en la familia o la comunidad, con los amigos o compañeros de juego, en los clubes, gremios de trabajo o asociaciones a las que nos integramos, con los maestros en la escuela, etc.

Lo que aprendemos en el mundo varía mucho en función de lo que necesitamos y de los ámbitos en los que aprendemos, de acuerdo con Delval, los aprendizajes son de cuatro tipos: los primeros tienen que ver con el desenvolvimiento en el medio físico, los segundos con la adquisición de las capacidades sociales; el tercer tipo se refiere a los aspectos más generales de la vida y cuarto al conocimiento escolar. Estos conocimientos se adquieren a través de diferentes vehículos que pueden ser la actividad guiada por los adultos y compañeros, la actividad propia y la social, ésta última nos llega a través de narraciones, rituales sociales, actividad escolar o de la lectura (Delval, 1999). Tales aprendizajes serán los básicos y necesarios para poder movernos en el mundo.

Los sujetos tienen que pasar una especie de prueba social para salir al mundo, Heller comenta que si bien nacimos insertos en la cotidianidad, se es adulto o se madura cuando se es capaz de vivir por sí mismo la cotidianidad (Heller, 1970b, 41). Uno aprende los elementos básicos de las relaciones sociales en los pequeños grupos, pero estos se usan sólo hasta que salimos a integrarnos en un grupo más amplio y recurrimos a los elementos aprendidos en el grupo menor.

Pero ¿qué es la vida cotidiana que determina en gran medida aprendizajes que se adquieren y decisiones que se toman? Heller presenta la siguiente definición: «es el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez crean la posibilidad de la reproducción social.» (Heller, 1970a, 19).

Entiéndase, a raíz de esta definición, la relevancia que tiene la vida cotidiana no sólo como forma de reproducción social, sino como la forma de asegurar la continuidad de las formas de vida del ser humano. Afirma Heller, y con sobrada razón, que «la reproducción del hombre particular es siempre la reproducción de un hombre histórico, de un particular en un mundo concreto» (Heller, 1970a, 22). Hay conjuntos de actividades que el ser humano de cualquier época debe aprender a hacer, «es necesario saber usar –en mayor o en menor medida– las cosas e instituciones del mundo en el que se nace» (Heller, 1970a, 22), dicho aprendizaje ocurre porque se vive con otros seres y porque para sobrevivir en el mundo el sujeto debe aprender a usar los objetos y a hacer determinadas actividades.

Esos conjuntos de actividades implícitas en la definición de Heller, se refieren en lo general a saber, por ejemplo, dónde conseguir alimentos, qué hacer para conseguirlos, saber comer, bañarse, andar en las calles, moverse en los diferentes medios de transporte, etc. Tales actividades, aún cuando no sea tan evidente, están ligadas por explicaciones particulares, intenciones y creencias compartidas.

Heller ha dicho que si bien, todos necesitamos comer y dormir no lo hacemos durante el mismo tiempo, pero hay otras actividades que forman parte de nuestra vida cotidiana y que si bien, también las requerimos en distintas cantidades de tiempo, están unidas a intenciones precisas y a concepciones sobre cómo vivimos la relación con los otros, tal es el caso de actividades como ir a misa, manifestarse en alguna marcha, visitar un museo, etc.

Hay una continuidad absoluta en la vida cotidiana, pese a eventos menores que la modifican ocasionalmente (Heller, 1970a), es decir, uno interrumpe las actividades porque se va de vacaciones o se enferma, con lo cual la vida cotidiana adquiere una nueva configuración, pero posteriormente uno se reintegra a sus actividades.

Tenemos entonces que cualquier evento que tiene lugar (y del que somos partícipes) y que ocurre cada día es nuestra cotidianidad, pero precisemos: «el particular forma su mundo como su ambiente inmediato. La vida cotidiana se desarrolla y se refiere siempre al ambiente inmediato. El ámbito cotidiano de un rey no es el vino sino la corte» (Heller, 1970a, 25).

De esta manera, la escuela, en tanto lugar de convivencia, de encuentro con amigos, espacio de crecimiento, lugar para entablar relaciones con otros, espacio para la demostración de afectos que sirve en gran medida de referencia para los otros, puede ser considerada como ambiente inmediato; por lo tanto, componente y parte esencial de la vida cotidiana.

Para pensar en la escuela como vida cotidiana hemos de considerar las dos características esenciales descritas por Heller: es heterogénea y jerárquica. La escuela mantiene dentro de sí misma una variedad de actividades con las que los niños se encuentran día con día y que muestran su heterogeneidad, tales como:

  1. Diversidad de temáticas con tiempos establecidos: matemáticas, español, ciencias naturales, geografía, historia, civismo, deportes, actividades artísticas, etc.
  2. Espacios de recreo en los que se puede comer, comprar, jugar con los amigos. Los juegos pueden ser de gran variedad: fútbol, básquetbol, contar chistes, simular una escolta, jugar con muñecas, con carros, con los juguetes más modernos, buscar al novio o a la novia, caminar en el patio de la escuela, quedarse a platicar con la maestra o el maestro, etc.
  3. Aplicación y resolución de exámenes, ya sean determinados por los maestros o por instancias administrativas, estos últimos son en determinados periodos.
  4. Ensayar para algún evento, una poesía coral, un baile, una tabla gimnástica, una obra de teatro, o bien, preparar material para alguna ocasión particular como: maquetas, papel picado para el día de muertos, banderas tricolores para el día de la bandera o para el día de la Independencia, diseñar vestuario para una obra de teatro, elaborar algún regalo para el día de las madres, etc.
  5. Festivales y salidas ocasionales: Natalicio de Benito Juárez o día de la primavera, día del niño, día de la madre, día de la Independencia, día de muertos, pre-navidad, rosca de reyes, conclusión del ciclo escolar, etc. El espacio físico de la escuela se extiende con salidas a museos, bibliotecas, ferias, centros recreativos, fábricas, bosques, viveros, zoológicos, etc.

Esta lista de actividades muestra lo heterogénea que puede ser la vida en la escuela, distinta en contenido y en significación. Para los sujetos que se encuentran en este ámbito, no tiene el mismo significado resolver una operación matemática que comprar un dulce y compartirlo con el hermano o la amiga, o bailar «la bamba» con sus compañeros ante la mirada de sus madres, hablamos de actividades diversas que mantienen cierta rutina dentro de la escuela, tal cual ocurre con la vida cotidiana.

La escuela como vida cotidiana es jerárquica

En general, los niños tienen muy claro que no deben faltar a clases, cualesquiera que sea la razón (por faltar pueden reprobar algún examen, desean aprender, les gusta la geografía, les cae muy bien la maestra, los padres los pueden regañar si no van a la escuela, etc.) Se sabe cuál actividad tiene más relevancia, cuál puede dejar de ocurrir sin que se altere la rutina y cuál no puede alterarse.

La escuela exige cierta regularidad a sus miembros, la vida cotidiana también, todos los días necesitamos comer ciertos alimentos con nutrientes específicos en el mismo horario y dormir cierto número de horas si no queremos enfermar. A la escuela asistimos todos los días a la misma hora, los horarios de recreo siempre son a la misma hora, conocemos la rutina; entrar al salón, sentarnos en nuestra banca, sacar el cuaderno de español, copiar lo que la maestra escribe en el pizarrón, llevárselo al escritorio o esperar que ella pase lugar por lugar. El año escolar se mantendrá con la misma secuencia de actividades, la vida cotidiana, es el cada día de.

La continuidad absoluta de la vida cotidiana en la escuela se configura distinto cuando hay eventos ocasionales; por ejemplo, un festival; en ese momento las cosas cambian, pero luego se continuará con la tendencia anterior. Una precisión habrá que hacer, en la vida cotidiana no se sabe totalmente lo que ocurrirá, no se sabe cuándo enfermaremos o cuándo sufriremos la muerte de algún ser querido; eventos como éstos alteran la continuidad y la rutina de la vida cotidiana. En la escuela tampoco sabemos que eventos lo cambiarán todo, aunque lo que sí conocemos bien es el calendario escolar ya que determina muchas actividades.

Vida cotidiana dentro de la vida cotidiana. La escuela puede ser vista de esta manera: un pequeño mundo que, para los que a ella asisten día con día, no puede ser anulado. Considérese lo que se le pregunta a un niño que recién se conoce: «¿en qué grado vas?», o bien, «¿ya vas a la escuela?», se supone casi de inmediato que lo más importante para el pequeño no es qué le gusta jugar o cómo se lleva con sus padres, sino el pequeño mundo que abarca la totalidad del niño: la escuela.

Jackson caracteriza a las escuelas de Estados Unidos y las vivencias de los maestros y alumnos en su interior de manera muy detallada, ofreciendo una visión cuasi-dramática de la vida en esas aulas. Me parece que esta precisa descripción puede ser aplicada a las escuelas mexicanas:

«La asistencia de los niños a la escuela es una experiencia tan común en nuestra sociedad que los que nos quedamos mirando cómo se van, rara vez nos detenemos a pensar qué será de ellos cuando lleguen a sus clases. Por supuesto, nuestra indiferencia desaparece algunas veces. Cuando hay algún problema, o cuando nos comunican el progreso excepcional de algún hijo nuestro, pensamos, al menos por un momento qué puede significar esta experiencia para el niño; pero la mayoría de las veces simplemente nos limitamos a pensar que nuestro hijo está camino de la escuela y en seguida volvemos a concentrarnos en nuestra taza de café» (Jackson, 1975, 13).

Más adelante comenta el autor:

La escuela es un lugar en el que se aprueba o se suspende, en el que suceden cosas divertidas, se aprenden cosas nuevas y se adquieren nuevas capacidades. Pero es también un sitio donde los alumnos se sientan, escuchan, esperan, levantan la mano, se pasan papeles de mano en mano, están en filas y afilan sus lápices. En la escuela encontramos amigos y enemigos, desatamos nuestra imaginación, se resuelven nuestras dudas. Pero también en la escuela bostezamos, pintamos sobre la tapa de los pupitres, hacemos colectas y pasamos al último banco. Ambos aspectos de la vida escolar, los que destacan y los que pasan desapercibidos nos son familiares a todos, pero los últimos, aunque sólo sea por la oscuridad en que los sumergimos, parecen merecer más atención de la que les dedican hasta ahora los profesionales de la educación.

Para apreciar la importancia de los acontecimientos triviales de la clase hay que tener en cuenta la frecuencia con que ocurren, la uniformidad del entorno escolar, y la obligatoriedad de la asistencia diaria. En otras palabras, tenemos que reconocer que los niños pasan mucho tiempo en la escuela, que los locales en que se desenvuelven son muy parecidos entre sí y que se encuentran allí lo quieran o no» (Jackson, 1975, 15).

Esta rica descripción nos permite reafirmar que la vida escolar es vida cotidiana. La escuela establece rutinas, horarios, tiempos y actividades, los niños saben moverse dentro de la vida en las aulas igual que aprenden a moverse en el mundo social. Es cierto, –como lo afirma Jackson–, que los niños bostezan, esperan, se aburren a veces, pero también ocasionalmente la vida cotidiana nos aburre y nos cansa. Existen días en que no queremos ir a trabajar, nos da pereza cocinar o no tenemos deseos de manejar entre el tránsito de la ciudad.

Pero, he de plantear una pregunta que surge a raíz de afirmar que la escuela es vida cotidiana: ¿qué pasa con los niños que por cualquier razón abandonan la escuela? Por supuesto que no dejan de tener vida cotidiana, pero sí pierden, (además de la preparación que la escuela les ofrece, que ya es razón suficiente de preocupación), una parte primordial de vida cotidiana, porque en ella hemos de aprender nuestro traslado a ese otro ámbito de la vida cotidiana: el trabajo, a saber:

Elsie Rockwell en su excelente ensayo De huellas, bardas y veredas: una historia cotidiana en la escuela, nos brinda una rica descripción de las escuelas mexicanas; argumenta que «si se mide en tiempo, la experiencia escolar tiene un peso importante en el contexto formativo del niño. Le presenta prácticas o elementos poco usuales en otros ámbitos o aun desconocidos. Sin embargo, también le cierra opciones, es decir, por asistir a la escuela los niños pierden otras experiencias formativas» (Rockwell, 1982, 16).

Si tomáramos como referencia el tiempo que el niño pasa en la escuela, tendríamos en cuenta cuán importante es la vida escolar para el niño, independientemente de que su aprendizaje le sea útil o no para vivir en el mundo del trabajo; ésa es otra cuestión. Sí, –como dice Rockwell– el niño se pierde de otras experiencias formativas, es cierto también que siempre, en cualquier momento, nos estamos perdiendo de experiencias formativas: al ir a un museo pierdo la oportunidad de leer un buen libro, al ir de visita al zoológico y conocer animales que nunca había visto pierdo la oportunidad de aprender en el museo de geología sobre los diferentes tipos de rocas. Las posibilidades de aprender siempre existen, en todos los ámbitos, la escuela es una de esas posibilidades; que si bien es cierto, se ha estancado en ciertas prácticas repetitivas y anquilosadas, también lo es que existen en ella grandes posibilidades de aprendizaje que tendrán que ir descubriéndose todavía.

Con este trabajo espero haber ofrecido algunos elementos para entender a la escuela como vida cotidiana descubriendo su heterogeneidad y jerarquía.

Bibliografía

Delval, J., (1999), Aprender en la vida y en la escuela, España, Morata.

Heller, A., (1970a) Sociología de la vida cotidiana, España, Ediciones Península.

Heller, A. (1970b) Historia y vida cotidiana. Aportación a la sociología socialista, Barcelona, Grijalbo.

Jackson, (1975) La vida en las aulas, Madrid, Marova.

Rockwell, E. (1982) «De huellas, bardas y veredas: una historia cotidiana en la escuela». En: E. Rockwell (Comp.) La escuela cotidiana, México, F.C.E.

Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, M�xico. Se permite su uso citando la fuente. Direcci�n www.unidad094.upn.mxias formativas: al ir a un museo pierdo la oportunidad de leer un buen libro, al ir de visita al zoológico y conocer animales que nunca había visto pierdo la oportunidad de aprender en el museo de geología sobre los diferentes tipos de rocas. Las posibilidades de aprender siempre existen, en todos los ámbitos, la escuela es una de esas posibilidades; que si bien es cierto, se ha estancado en ciertas prácticas repetitivas y anquilosadas, también lo es que existen en ella grandes posibilidades de aprendizaje que tendrán que ir descubriéndose todavía.

Con este trabajo espero haber ofrecido algunos elementos para entender a la escuela como vida cotidiana descubriendo su heterogeneidad y jerarquía.

Bibliografía

Delval, J., (1999), Aprender en la vida y en la escuela, España, Morata.

Heller, A., (1970a) Sociología de la vida cotidiana, España, Ediciones Península.

Heller, A. (1970b) Historia y vida cotidiana. Aportación a la sociología socialista, Barcelona, Grijalbo.

Jackson, (1975) La vida en las aulas, Madrid, Marova.

Rockwell, E. (1982) «De huellas, bardas y veredas: una historia cotidiana en la escuela». En: E. Rockwell (Comp.) La escuela cotidiana, México, F.C.E.

Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, M�xico. Se permite su uso citando la fuente. Direcci�n www.unidad094.upn.mx

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