"Patrones iniciáticos" capII

05.04.2013 11:36

Cada repetición ritual de la cosmogonía viene precedida por una regresión simbólica al
caos. A fin de ser creado de nuevo, el viejo mundo debe ser primero aniquilado. Los diversos
ritos llevados a cabo en relación con el Año Nuevo pueden clasificarse en dos categorías
principales: 1) los que significan un regreso al caos (por ejemplo, apagar hogueras, expulsar el
"mal" y los pecados, la inversión del comportamiento habitual, las orgías, el retorno de los
muertos); y 2) los que simbolizan la cosmogonía (por ejemplo, alumbrar nuevas hogueras, la
marcha de los muertos, la repetición de los actos utilizados por los dioses para crear el mundo,
la predicción solemne del tiempo para el año venidero). En el escenario de los ritos iniciáticos,
la "muerte" corresponde al regreso temporal al caos. Es la expresión paradigmática del final de
un modo de ser: el modo de la ignorancia y la irresponsabilidad infantil. La muerte iniciática
proporciona una página en blanco sobre la que escribir las sucesivas revelaciones cuyo fin es la
formación de un hombre nuevo. Más tarde describiremos las diferentes modalidades de
nacimiento a una vida nueva y espiritual. Pero ahora debemos señalar que esta nueva vida es
concebida como la auténtica existencia humana, porque está abierta a los valores del espíritu. Lo
que se entiende bajo el término genérico de "cultura", comprendiendo todos los valores del
espíritu, sólo es accesible para aquellos que han sido iniciados. Por ello, la participación en la
vida espiritual se hace posible a través de las experiencias religiosas que son liberadas durante la
iniciación.
Todos los ritos de renacimiento o resurrección, y los símbolos que implican, indican
que el novicio ha alcanzado otro modo de existencia, inaccesible para quienes no han pasado
por los calva rios inciáticos, para los que no han probado la muerte. Debemos señalar esta
característica de la mentalidad arcaica: la creencia de que un estado no puede cambiar sin
necesidad de ser aniquilado primero, y en el ejemplo presente eso significa que el niño muere
en la niñez. Es imposible exagerar la importancia de esta obsesión con los comienzos, que, en
resumen, es la obsesión con el principio absoluto, la cosmogonía. Para poder hacer bien una
cosa, debe ser hecha como la primera vez. Pero la primera vez, esa cosa -esta clase de objetos,
este animal, este comportamiento en particular- no existía; cuando, al principio, este objeto, animal,
o institución, vieron la luz, fue como si apareciese de la nada mediante el poder de los
dioses.
La muerte iniciática es indispensable para el inicio de la vida espiritual. Su función debe
entenderse en relación a lo que prepara: el nacimiento a un modo de ser más elevado. Como
veremos más adelante, la muerte iniciática suele aparecer simbolizada, por ejemplo, por la
oscuridad, por la noche cósmica, por la matriz telúrica, la cabana, el vientre de un monstruo.
Todas esas imágenes expresan regresión a un estado preformal, a un modo de ser latente
(complementario respecto al caso precosmogónico), en lugar de una total aniquilización (en el
sentido en que, por ejemplo, un miembro de las sociedades modernas concibe la muerte). Estas
imágenes y símbolos de la muerte ritual están relacionadas de forma inseparable con la germinación, con la embriología; ya señalan una nueva vida en preparación. Obviamente, como
veremos más adelante, también existen otras valoraciones de la muerte iniciática, por ejemplo:
unirse a la compañía de los muertos y de los antepasados. Pero aquí también podemos distinguir
el mismo simbolismo del principio: el principio de la vida espiritual hecho posible, en este caso,
por el encuentro con los espíritus.
Así pues, para el pensamiento arcaico, el hombre es hecho; no se hace a sí mismo por sí
mismo. Los que le hacen son los viejos inciados, los maestros espirituales. Pero estos maestros
aplican lo que les fue revelado al principio de los tiempos por los seres sobrenaturales. Sólo son
los representantes de esos seres; en realidad, en muchos casos los encarnan. Eso es tanto como
decir que a fin de convertirse en un hombre, es necesario parecerse a un modelo mítico. El
hombre se reconoce a sí mismo como tal (es decir, como hombre) hasta el punto en el que deja
de ser un "hombre natural", en el que es convertido por segunda vez, obedeciendo a un canon
paradigmático y transhumano. El nuevo nacimiento iniciático no es natural, aunque a veces
viene expresado en símbolos ostétricos. Este nacimiento requiere de ritos instituidos por los
seres sobrenaturales; por ello se trata de una obra divina, creada por el poder y la voluntad de
dichos seres; pertenece no a la naturaleza (en el sentido moderno o secularizado del término),
sino a la historia sagrada. El segundo nacimiento iniciático no es una repetición del primer
nacimiento biológico. Para poder alcanzar el modo de vida iniciático hay que conocer realidades
que no forman parte de la naturaleza sino de la biografía de los seres sobrenaturales, y de ahí
arranca la historia sagrada preservada en los mitos.
Incluso cuando éstos parecen estar tratando únicamente acerca de fenómenos naturales -
como el curso del sol, por ejemplo-, los mitos hacen referencia a una realidad que ya no es la
realidad de la naturaleza tal y como el hombre moderno la concibe hoy en día. Porque para el
primitivo, la naturaleza no es simplemente natural; es también, y al mismo tiempo, sobrenatural,
es decir, la manifestación de fuerzas sagradas y encarnación de realidades trascendentes.
Conocer los mitos no es (como se creía en el siglo pasado) hacerse consciente de la regularidad
de ciertos fenómenos cósmicos (el curso solar, el ciclo lunar, el ritmo de la vegetación, y otros
semejantes); es, en primer lugar, conocer lo que ha sucedido en el mundo, lo que realmente ha
sucedido, lo que los dioses y los héroes civilizadores hicieron, sus obras o trabajos, aventuras y
dramas. Es conocer una historia divina, que no obstante sigue siendo una "historia", es decir,
una serie de acontecimientos imprevisibles, aunque consistentes y significativos.
En términos modernos podríamos decir que la iniciación pone punto y final al hombre
natural e introduce al novicio en la cultura. Pero para las sociedades arcaicas, la cultura no es un
producto humano, pues su origen es sobrenatural. Y eso no es todo. Es a través de la cultura
como el hombre restablece contacto con el mundo de los dioses y otros seres sobrenaturales y
participa en sus energías creativas. El mundo de los seres sobrenaturales es el mundo en el que
las cosas suceden por primera vez: el mundo en el que empezaron a existir el primer árbol y el
primer animal; en el que un acto -que a partir de entonces ha sido religiosamente repetido- fue
realizado por vez primera (caminar adoptando una postura determinada, desenterrar un
tubérculo específico, ir de caza durante una fase lunar determinada); en el que los dioses o los
héroes, por ejemplo, tienen tal y cual encuentro, sufren tal y cual contratiempo, pronuncian una
palabras en particular, proclaman unas normas específicas. Los mitos nos llevan a un mundo
que no podemos describir únicamente como "narrado", porque consiste en la historia de actos
realizados libremente, de decisiones imprevistas, de transformaciones fabulosas, y de otras
cosas por el estilo. Es, en pocas palabras, la historia de todo lo significativo que ha sucedido
desde la creación del mundo, de todos los acontecimientos que han contribuido a hacer del
hombre lo que es en la actualidad. El novicio, al que la iniciación introduce a las tradiciones
mitológicas de la tribu, es introducido a la historia sagrada del mundo y de la humanidad.
Esa es la razón por la que la iniciación resulta tan importante para un conocimiento del hombre
premoderno. Revela la seriedad casi pasmosa con la que el hombre de las sociedades arcaicas
asumía la responsabilidad de recibir y transmitir valores espirituales
Miercea Eliade

Contacto

María del Carmen

609458688 idrisazzahra@gmail.com