Psicología Analítica de Jung: Introducción al Yo, Centro de la Conciencia. 1

27.03.2014 14:41
 
 El Yo es el sujeto consciente. Se le define como el centro del campo de la conciencia, aunque posee asimismo aspectos inconscientes. Es un complejo que se constituye en función de la unidad y la permanencia del cuerpo, a partir de confrontaciones sucesivas entre el factor somático (exigencias corporales) y el entorno. Se desarrolla mediante diferenciaciones sucesivas del mundo exterior así como del mundo interior. Y se afirma mediante la desestimación, en el inconsciente individual, de los elementos más incompatibles con su orientación general. Su preocupación por la estabilidad y la coherencia conduce a evitar la coexistencia en él de tendencias opuestas. Otorga así a lo consciente una orientación unilaterial que acumula, cada vez más sombra alrededor de ésta.
 
   El yo tiene la doble responsabilidad ética e intelectual de situarse en un equilibrio siempre en discusión entre las coacciones del entorno y los imperativos del mundo interior. En su seno es donde se producen las relaciones de compensación entre consciente e inconsciente.
 
   Partiendo de esta pequeña introducción en posteriores artículos seguiré hablando del Yo, dividiéndolo en dos partes. Por un lado hablaré de la Parte del Yo volcada hacia el mundo exterior y por otro hablaré de la Parte del Yo que está volcada hacia el mundo interior.
 

La constelación colectiva del Selbst en la humanidad actual”

Fundación C. G. Jung de Psicología Analítica

El Inconsciente Colectivo, los Arquetipos y su carácter “psicoide”

 

Lo Inconsciente Colectivo

 

“Pues hay algo en nuestra alma que no es individuo, sino pueblo, colectividad, humanidad. De algún modo somos parte de una sola gran alma, de un homo maximus, para decirlo con las palabras de Swedenborg.”[1]

 

            Jung suponía a la psique individual como sustentada en un trasfondo psíquico común de la especie. Solía establecer como ejemplo una relación de analogía con lo biológico: Del mismo modo que nuestro ADN es único y singular[2] en cada ser humano, es no obstante indudable, que la información genética individual se sustenta en la herencia ancestral. En forma análoga, la psique individual hereda información de los ancestros (desde los más cercanos a los más lejanos hasta llegar a incluir a toda la especie). Los estratos psíquicos arcaicos que constituyen al Inconsciente Colectivo se expresan mediante la constelación de arquetipos y de situaciones arquetípicas[3].

 

“El inconsciente colectivo (…) es idéntico a sí mismo en todos los hombres y constituye así un fundamento anímico de naturaleza suprapersonal existente en todo hombre”.[4]

(…) “Los contenidos de lo inconsciente personal son en lo fundamental los llamados complejos de carga afectiva…(…)  En cambio, a los contenidos de lo inconsciente colectivo los denominamos arquetipos”.[5]

 

En “El hombre y sus símbolos”, Marie Luise Von Franz[6] señala que la psicología se encuentra aún lejos de entender al inconsciente y los arquetipos –los nuclei[7] dinámicos de la psique, según su propio decir- en todos sus alcances[8]..

 

Los Arquetipos

 

“La expresión “arquetipo” se encuentra ya en Filón de Alejandría en quien aparece referida a la Imago Dei del hombre. (…) Archetypus es una paráfrasis explicativa del έιδος platónico. Esa denominación es útil y precisa pues indica quelos contenidos inconscientes colectivos son tipos arcaicos o –mejor- primitivos.”

 

“…debemos distinguir entre “arquetipo” y “representaciones arquetípicas”. El arquetipo en sí representa un modelo hipotético, no intuíble”.[9]

“…el concepto de arquetipo sólo indirectamente puede aplicarse a representaciones colectivas, ya que en verdad designa contenidos psíquicos no sometidos aún a elaboración psíquica alguna…”[10]

 

La naturaleza real del arquetipo (…) permanece incognoscible, esto es, es una entidad metafísica y en tanto tal, no susceptible de una definición final o inequívoca[11].”

Los arquetipos son disposiciones vivientes y activas, ideas en el sentido platónico, que continuamente dan forma e influencian nuestros pensamientos, sentimientos y acciones[12].”

 

Las anteriores reflexiones acerca de los arquetipos me sugieren dos comentarios:

 

1) No debemos pasar por alto estas consideraciones de Jung, pues –si como suponemos en esta Tesina- estamos presenciando una constelación colectiva del arquetipo del Selbst (el cual simboliza a la totalidad psíquica, pero también a lo arcaico, el origen), esta manifestación vendrá necesariamente acompañada por un incremento en proporción geométrica de expresiones arquetípicas en tanto éstos, los arquetipos, son los constituyentes básicos o primigenios –los tipos arcaicos según el decir del propio Jung- del Inconsciente Colectivo.

 

2) Las fuerzas arquetípicas del inconsciente, no se manifiestan sólo en el material clínico (sueños, fantasías, alucinaciones). La psicología junguiana ha mostrado a través del trabajo de Jung y de sus sucesores, cómo éstas se expresan en las sincronicidades, la mitología, la religión, el arte, y también en la ciencia.

            Me interesa especialmente remarcar en el actual trabajo este último punto enunciado: El que los arquetipos se expresan también en la actividad científica. Nos es fácil darnos cuenta o admitir que los mitos, la religión y el arte son expresiones de fuerzas arquetípicas. No nos es, sin embargo, tan evidente que los descubrimientos científicos también emergen de este trasfondo arquetípico suprapersonal. Esta actitud de reserva para aceptar cuál es la fuente de inspiración en las ideas científicas es debida a la fuerte impronta racionalista propia de la actividad científica, renuente a incluir cualquier referencia a lo “suprarracional” en su quehacer.

Las ideas científicas surgen –como el arte y los mitos-, de un trasfondo arquetípico (aunque nos cueste aceptarlo por los obstáculos epistemológicos[13] actuales en este sentido). Dedicaré un apartado específico para el desarrollo de esta cuestión.

 

El carácter psicoide de los arquetipos

Para poder justificar lo anterior (la fuente arquetipal de las ideas científicas), tenemos que avanzar un poco más en derredor la naturaleza de los arquetipos, los factores constitutivos del Inconsciente Colectivo. Le llevó varios años a Jung, tener claridad sobre la cuestión. Finalmente, el gran psiquiatra suizo llega a una afirmación sumamente paradojal:

 

“…los arquetipos… tienen una naturaleza que no puede ser designada con certeza como psíquica[14]”. (1946)

 

Sin embargo, también leemos en Jung:

“los arquetipos son un factor estructurante del campo psíquico[15].

 

Como vemos, ésta – el ser un factor estructurante del campo psíquico- es una característica de los arquetipos que parece contradictoria con el enunciado anterior (“su naturaleza no puede ser designada con certeza como “psíquica”).

 Jung se ha referido, de este modo, a la condición paradojal del arquetipo. A esta condición paradojal la cualifica como “psicoide” o “casi psíquico”. “Psicoide” es un concepto adjetival que expresa la posibilidad de que algo sea mucho más que “psíquico o no psíquico.[16].”

 

“Del mismo modo que hacia abajo, la psique se pierde en su base orgánico–materialhacia arriba, pasa a una forma que es denominada espiritual y cuya naturaleza conocemos tanto como la base orgánica del impulso.”[17]

 

            Señala Aniella Jaffé, secretaria de Jung por muchos años, y analista junguiana, respecto de esta pregunta que inquietaba a Jung (“¿Dónde empieza y dónde termina lo psíquico?”)

 

“Esta antinomia [si el arquetipo es psíquico o no psíquico][18] alcanza ahora la tensión más extrema imaginable entre “espíritu y materia”. “El concepto de arquetipo psicoide agrega una nueva dimensión conjunta, por la nueva posibilidad que da una impronta arquetípica en el mundo tanto orgánico como en el inorgánico, y en el cosmos en sí mismo, el cual también debe ser considerado[19].

Esta concepción de lo psíquico es revolucionaria, pues deja al cosmos mismo sujeto a esta impronta arquetípica, es decir, creado y dotado con una naturaleza arquetípica[20].

 

Jung fue más allá aún y vio en el arquetipo psicoide, el puente hacia la materia en general: La rigurosa separación de psique y mundo es abolida[21].”

 

Por lo pronto, al enunciar y conceptualizar el carácter psicoide del arquetipo, Jung tiende un puente superador de la clásica dicotomía entre Psicología y Psiquiatría, pues a partir del mismo, el “fenómeno psi” ya no es una mera entelequia, pero tampoco se lo puede reducir a impulsos bioeléctricos o al resultado de la interacción entre ciertos neurotransmisores en la dinámica cerebral. Así, con lo “psicoide”, Jung da un punto de apoyo teórico de avanzada a los nuevos experimentos psico-neuro-endócrino-inmunológicos: ¿Dónde empieza la dimensión material, dónde termina, y dónde lo psíquico se separa de la materia o del espíritu? Y si deseamos profundizar la meditación en derredor de este tema, Jung argumenta con mucha lucidez demostrando que la psique y la conciencia son mucho más que un mero epifenómeno cerebral.[22]

 

Sincronicidad

Por tal, se entiende a la simultaneidad de cierto estado psíquico y de uno o varios acontecimientos exteriores que se manifiestan como elementos objetivos paralelos en la vida del sujeto, y que le son significativos en relación con el estado subjetivo del momento y viceversa.

 

Arquetipos y sincronicidad

Otra implicancia del carácter psicoide del arquetipo, más radical aún, es que permite plantear el tema de la sincronicidad[23], al abolir la rigurosa separación entre “psique” y “mundo”, ya que una fuerza arquetípica puede manifestarse en el mundo subjetivo, y también en el objetivo.

Las consecuencias epistemológicas de la noción de sincronicidad son inestimables aún hoy, pues la misma –la noción de sincronicidad-, deja abierta la puerta no sólo a la correlación entre el mundo externo y el mundo interno, sino que también deja planteada la vinculación entre Psique y Cosmos, dado el carácter extendido de lo psicoide.

En síntesis, así vemos, cómo el descubrimiento de una dimensión psíquica inconsciente, y además de una dimensión inconsciente colectiva, con sus fuerzas arquetípicas y con las manifestaciones sincronísticas, nos plantea la necesidad de una lectura simbólica de la realidad objetiva exterior, en resonancia con los estados subjetivos internos. Sin embargo, solemos temerle a la idea de un inconsciente, pues al “yo” le aterra quedar expuesto a lo que está más allá de su control.

 

“Es este miedo a la psique inconsciente el mayor obstáculo en el camino, no sólo al autoconocimiento, sino también a la comprensión y difusión del conocimiento psicológico.”[24]

 

4. El proceso de individuación y Arquetipo del Selbst

 

Jung denominó “proceso de individuación” a este proceso de despliegue, que es autónomo de la voluntad consciente, aunque portador de un sentido y dirección –no evidentes en lo inmediato-, y que se nos va revelando sólo si tomamos grandes períodos temporales en la vida de un humano o de un colectivo humano.

En efecto, Jung observó que en todo ser humano existía la manifestación espontánea de un proceso inconsciente cuyo sentido de vida es la realización del Selbst[25].

El psiquiatra suizo también observó que el proceso de individuación respetaba una ley y tenía un sentido, a pesar de la variedad y complejidad de patrones y configuraciones que éste producía en cada sujeto. Tiene unadirección, y un fin o meta en cada ser humano. La dirección es hacia el despliegue de una conciencia cada vez más amplia. El factor operativo de este proceso es el arquetipo del Selbst, mediante la presión que éste ejerce a la conciencia para conciliar aspectos considerados por ella, antinómicos u opuestos.

La meta del proceso de individuación no es un ser humano perfecto, sino un ser humano íntegro[26], que ha sabido ir reconociendo y conciliando sus propias oscuridades con las luminosidades, como así también las del entorno. La meta de la individuación,  la actualización del Selbst,[27] nunca es plenamente alcanzada:

 

“La meta de la individuación es importante sólo como una idea. La cuestión esencial es la Obra (Opus) que conduce a la meta: ésa es la meta de vida.”[28]

 

“Debido a que trasciende la conciencia, el arquetipo del Selbst nunca puede ser totalmente aprehendido, y debido a esto, su infinitud nunca puede ser completamente vivenciada en la vida actual. Una “individuación exitosa” nunca es total, es sólo un alcance óptimo de totalidad. Sin embargo, es precisamente la imposibilidad de la meta lo que la hace tan significativa.”[29]

 

A medida que crece la comprensión del sentido de la propia vida, va sucediendo pari pasu otro tanto con el sentido de la condición humana como especie, y aún más, con respecto al vínculo “ser humano”–planeta, y “ser humano”–Cosmos. A la concientización creciente de este vínculo de analogía (o fractal) entre “microcosmos” y macrocosmos”, Jung lo refiere como una coincidencia entre la experiencia del Selbst con la del Unus Mundus[30].

 

“La individuación es exclusivamente adaptación a la realidad interior, por lo que es un proceso “místico”.”[31]

 

Hay dos grandes momentos en el proceso de individuación. Durante el primero, se desarrolla un necesario conocimiento del mundo profano [32]; y durante el segundo, existe la posibilidad de una apertura a la instalación de una dimensión sagrada[33], otorgadora de sentido y de dirección a la propia existencia.

 

Individuación, encuentro con la sombra, la hierogamia y el arquetipo del Selbst

 

Del mismo modo que durante el primer momento del proceso hay una necesidad de ir configurando y afianzando un centro de conciencia, que denominamos yo; durante el segundo, será imperativo ir integrando lasombra. El yo debe ser capaz de aceptar como propios, ciertos aspectos de su personalidad que tiene proyectados.

 

“Si existe ya en el sujeto (singular o colectivo) cierta integración mínima de la propia sombra, esto significa que ya ha atravesado un conflicto moral de aceptación de rasgos propios o atributos que desvalorizaba o negaba viviéndolos como ajenos. Cuando se instala la necesidad de confrontar la sicigia[34], la vivencia es de confrontación de la personalidad con el inconsciente, el cual, asume un signo o polaridad complementaria al del consciente. Es decir, el hombre irá al encuentro de su ánima (lado femenino), y la mujer de su ánimus (lado masculino).”

 

El ánima y el ánimus[35] representan funciones que el inconsciente colectivo transmite al consciente para ser integrados. Trata del arquetipo de la pareja divina o sicigia. El principio femenino, el ánima,predomina en las mujeres; y el masculino, el ánimus; en los varones.

El arquetipo del Selbst suele ser definido como el arquetipo de la totalidad de la psique. Por ejemplo, la psicóloga junguiana Jolande Jacobi lo expresa de este modo:

 

“El sí mismo es una magnitud superior al yo consciente. Incluye no sólo la parte consciente de la psique, sino también la parte inconsciente, y es también por este motivo la personalidad que “también somos nosotros.”[36]

 

“…el yo es sólo el sujeto de mi conciencia, pero el sí mismo es el sujeto de mi psique entera, también, por tanto, de la psique inconsciente.”[37]

 

Sin embargo, toda definición conceptual, en cuanto a arquetipos se refiere, y en particular en este caso especialmente, queda sumamente estrecha y dice muy poco de lo que será una dramática e intransferible vivencia para el sujeto que la atraviesa, así como de inconmensurable será la confrontación entre los opuestos que representa: De un lado del espectro, hay una tensión insoportable que atraviesa al ego, y del otro, la posibilidad de un estado de gracia y comunión en el cual los opuestos (ego vs. Totalidad, Bien vs. Mal, consciente vs. Inconsciente, etc.) alcanzarán eventualmente una resolución dialéctica, mediante una integración trascendente en un “tercero incluido”[38].

La confrontación con el arquetipo del Selbst es, podríamos decir, la meta de la individuación. Se expresa en arquetipos de totalidad como los mandalas, la cuaternidad, o imágenes divinas. Sin embargo, lejos de tener una posición ingenua, Jung advertía de la importancia de una conciencia que estuviera bien afianzada en sus funciones de brindar luz –a modo de un faro- a los contenidos numinosos del inconsciente:

 

“Cabe considerar como una catástrofe psíquica que el yo sea asimilado por el sí mismo. La imagen de la totalidad permanece en el inconsciente. Por lo tanto, participa por un lado de la naturaleza arcaica de éste(…)…si el yo cae por determinado lapso bajo el control de algún factor inconsciente, se perturba su adaptación y queda abierta la puerta para accidentes de toda clase.

Es de suma importancia anclar al yo en el mundo consciente y afianzar la conciencia por medio de una adaptación lo más precisa posible.”[39]

 

El proceso de individuación colectivo

 

“Para mí, el alma del pueblo no es sino una formación algo más compleja que la del individuo”[40]

 

Jung observa que si bien el Selbst  se manifiesta de modo único en el proceso de individuación de cada sujeto; también enfatiza que es universal y eterno. Lo individual y lo universal no son incompatibles entre sí. Lo individual es abarcado e incluido en lo universal.

Desde esta perspectiva, nos remite a considerar la posibilidad de un proceso individual colectivo.

Así como el proceso de individuación individual es observable a lo largo de toda una vida de un ser humano; en forma análoga, el proceso de individuación colectivo va tomando forma a través de la ampliación y diferenciación gradual de la conciencia colectiva a lo largo de los siglos y milenios.  

 

HIPÓTESIS

  

            La ciencia actual, a través de los descubrimientos astronómicos, astrofísicos y cosmológicos recientes nos ha hecho llegar hasta el Punto Originario de creación del Universo, el Big Bang.

            Desde un abordaje simbólico y no meramente semiótico, este Punto Originario del Cosmos –el Bing Bang- está sincronísticamente relacionado con el Selbst y la vivencia del Unus Mundus.[41]

            De este modo, para la psicología analítica profunda, los descubrimientos astronómicos, astrofísicos y cosmológicos recientes están correlacionados con un hecho psíquico sin antecedentes históricos: la conciencia colectiva de la humanidad (y no ya meramente la de un ser humano), está expuesta a una constelación del Arquetipo del Selbst, pero esta vez, en escala planetaria y no sólo personal.

 

TESIS

 

La humanidad está siendo aceleradamente confrontada en su proceso de individuación colectivo con el arquetipo del Selbst[42], y esta situación inédita tiene dos posibilidades resolutivas: atravesarlo sanamente (estableciendo una relación dialéctica entre las dos dimensiones de la psique: consciente e inconsciente); o negativamente, (quedando expuesta a un contacto con el aspecto numinoso del Selbst).

DESARROLLO DEL TEMA

 

“Empero, que Quien gobierna mi destino, dirija el rumbo de mi nave”

Shakespeare, “Romeo y Julieta”, Escena 4, (254).

 

Introducción

 

Los avances científico-tecnológicos y la pérdida del sentido mítico: Si algo llama y seguirá llamando nuestra atención cuando miremos retrospectivamente al pasado siglo XX y a los comienzos del siglo XXI, será entre otras cosas, el tremendo y acelerado desarrollo de la ciencia y de la tecnología.

            Sin embargo, nos encontramos con la paradoja de que tanta “ciencia” va acompañada -como nunca antes en la historia conocida de la Humanidad- de un vacío de sentido, de una desvalorización del mito, y de su consecuente falta de efectividad: En una palabra, los símbolos dejaron de hablarnos, o para ser más justos, nosotros, humanos post modernos[43], dejamos de escucharlos. Por el momento, dejaré este tema en suspenso, y lo retomaré más adelante; sin embargo, me interesa remarcar ya desde el inicio, nuestra actual situación colectiva de una tremenda disminución en el ejercicio cotidiano de apertura al universo de lo simbólico. Nuestro mundo ha perdido espesor, vivimos en la superficie unidimensional semiótica, cerrada, del signo.

            Es decir, abordamos la vida con un exceso de intelectualidad y materialismo, dejando de lado otras funciones humanas naturales, entre otras, nuestra capacidad simbólico/mítico/religiosa, la cual nos enraíza con la vivencia de lo sagrado. En este sentido, Jung consideraba lo siguiente:

 

“…una función natural existente desde siempre no puede suprimirse mediante una crítica racionalista e ilustrada” (…)[44]

“Cada vez que el hombre pierde una de sus funciones naturales[45], es decir, cada vez que una función natural queda excluida de la actividad consciente y deliberada, surge una perturbación general. Es por lo tanto perfectamente natural que con el triunfo de la Diosa Razón se instaure una general neurotización del hombre moderno, es decir, una disociación de la personalidad análoga a la actual división del hombre moderno.”[46]

 

Los avances científico – tecnológicos y el origen de la Vida: Otro contraste impactante al apreciar el desarrollo científico – tecnológico, es que éste permite con su tremendo avance, un adelanto que curiosa y paradojalmente nos habilita para ir hacia atrás, hacia la fuente de origen, como nunca antes, y llegar a la cuestión del Punto Primordial, o de la Base, en distintas disciplinas. Citemos algunos casos notables:

            En biología, por ejemplo, los avances han permitido decodificar el genoma humano[47]. En el ADN se encuentra inscripto nada menos que el misterio del origen orgánico, físico y funcional del ser humano. El denominado “Proyecto genoma”, se inició en la década de los ´90, con el fin de determinar la secuencia de pares de bases químicas que componen el ADN y para cartografiar los aproximadamente 25.000 a 30.000 genes del genoma humano. Hace algunos años, líderes mundiales anunciaron que el genoma humano, se había decodificado. Si bien todo conocimiento científico siempre es relativo, no obstante, es notable haber logrado este “mapeo” del origen de la vida humana.

            En paleontología (del griego palaios: “antiguo”, onto: “ser”, logos: “ciencia”), ciencia que estudia e interpreta el pasado de la vida sobre la Tierra a través de los fósiles, se está trabajando[48] en el límite entre lo humano y lo animal, es decir, también en este ámbito estamos “tocando” nuestros orígenes como especie. En el año 2009, se hizo un anuncio de un importante “hallazgo del eslabón perdido”. Si bien el concepto de eslabón perdido está en desuso hoy en día,   porque se considera que no hay “uno”, sino muchos eslabones. Por esta razón, los hallazgos no son vistos como eslabones de una cadena, sino más bien como partes de un gran árbol. No obstante, es imprescindible reconocer, que aunque no pueda determinarse con exactitud si venimos o no del mono, hubo avances tremendos en relación a nuestros orígenes como especie, y que la ciencia se está moviendo allí, en ese interregno entre simios, y humanos…

            En arquelogía[49] se han descubierto ciudades antiquísimas que estaban hundidas, tapadas por las selvas, o debajo de ciudades más modernas. En todo caso, también en este campo hubo avances que nos llevan hacia atrás hasta los orígenes de la civilización.

 En matemática, en lo que podríamos denominar una arqueología de la matemática, se vienen realizando estudios, por ejemplo, que tienen como hipótesis una unidad de medida antigua. Ésta sería la denominada “yarda megalítica”, la cual formaría parte de un sistema de medida integrado (común) ya desaparecido pero que constituyó no sólo la base de nuestro sistema métrico convencional y el del británico, sino también las bases de construcciones muy pretéritas como las de Stonhenge y la de las pirámides. Estos estudios, ponen en tela de juicio lo que se sabía acerca de los orígenes de las medidas del mundo moderno dándole una nueva dimensión[50].

            En antropología, se ha desarrollado la escuela antropológica mitográfica, representada principalmente por Ernst Cassirer, Mircea Eliade y Gilbert Durand, quienes, con gran esfuerzo, han realizado la tarea de intentar conectar al hombre actual con sus orígenes, del cual se encuentra prácticamente desenraizado. En esta dirección de trabajo, han recolectado un formidable material histórico que evidencia aspectos comunes de las distintas culturas antiguas. A partir de la evidencia proporcionada por este material, se desprendería la presencia transcultural de una sabiduría perennis, presente desde los inicios mismos de la civilización.[51]

La psicología no se ha quedado atrás: también ha penetrado profundamente en los misterios de los orígenes de la psique. Y Jung en particular, fue quien conceptualizó la noción de inconsciente colectivo para referirse a la base psíquica común, los estratos psíquicos originarios sobre los cuales se sustentan las psiques individuales. Es en esas capas psíquicas primigenias donde se borran los límites entre psiqué, materia y espíritu.

            En astrofísica[52] y en cosmología[53], por primera vez en la historia, hay elementos con valor experimental que permiten ya no sólo hipotetizar acerca del origen y nacimiento de nuestro sistema solar, sino realmente pesquisarlo a través de los materiales recogidos por las múltiples sondas lanzadas al espacio, de los cometas, etc. De hecho, en este mismo campo los logros son tales, que hoy podemos presenciar y acompañar visualmente la gestación de estrellas y de sistemas solares, así como el nacimiento y la muerte de los mismos, la formación de agujeros negros y su modus operandi.

            Las observaciones de la morfología y estructura de las galaxias y cuásares han proporcionado una fuerte evidencia del Big Bang. La combinación de las observaciones con la teoría sugiere que los primeros cuásares y galaxias se formaron alrededor de mil millones de años después del Big Bang. Asimismo las observaciones sugieren que el universo como lo conocemos empezó hace aproximadamente 13.700 millones de años. Nuevamente –esta vez, en el ámbito de la astrofísica y la cosmología- nos encontramos tocando el tema del origen, en este caso, nada más y nada menos que del universo, de las galaxias, de los sistemas solares, de los soles y de los planetas…

 

Constelación del Arquetipo del Selbst: Hasta aquí, citamos a modo de ejemplo, sólo algunos de los campos en que la ciencia con sus adelantos, nos posibilitó casi irónicamente, “retroceder” hasta nuestros momentos de inicio.

 

Observados estos “avances” que nos “hacen regresar” al punto primordial y originario de la vida en tantos campos simultáneamente, no puede pasar inadvertido para un psicólogo junguiano que esta situación nos “está hablando” simbólicamente de un arquetipo que viene constelándose con fuerza arrolladora en niveles colectivos y ya no meramente personales. Nos referimos al arquetipo del Selbst o arquetipo de totalidad psíquica.

 

            El hecho de que la ciencia en sus diferentes ramas nos lleve a la cuestión de los orígenes –ya sea del universo, de la biología humana, de las profundidades más arcaicas de la psique, o de nuestra civilización- marca una dirección, un telos en el proceso de desarrollo humano.

             Si de modo tan contundente la ciencia apunta notablemente hacia el origen, independientemente de las complejidades que presenta cada disciplina con sus específicos grados de especializaciones; es imperativo ver las implicancias simbólicas de este hecho, y destacar ese algo que insiste diría, hacia ese lugar común -el núcleo, la raíz o punto originario que sostiene lo viviente-. En el simbolismo tradicional, y específicamente en el junguiano, esto está correlacionado con el arquetipo del Selbst, arquetipo de totalidad psíquica, de origen y de destino.

            Entonces, si algo nos está conduciendo hasta nuestro origen, es necesario que nos preguntemos:-“¿Qué está simbolizando? ¿Qué está diciéndonos si somos capaces de abrir nuestras mentes y corazones, y escuchar? ¿Qué pueden representar para la Psique Colectiva estos hallazgos, cuyo factor común es el estar bordeando con insistencia ese punto inicial, originario?”

 

Arcaico significa inicial, primigenio” (…) “…la psicología arcaica no es solamente la psicología de los primitivos, sino también la del hombre moderno civilizado…” “Igual que nuestro cuerpo sigue siendo el de un mamífero, (…) también nuestra alma es un producto evolutivo que si nos remontamos a sus orígenes, sigue poniendo de manifiesto innumerables arcaísmos.”[54]

 

En palabras del propio Jung encontramos alguna pista, cuando en su libro Aión, expresa comentado acerca de la “chispa inicial[55]:

 

“Se trata de una típica simbólica de individuación”. (…)

“El símbolo del punto llega hasta la alquimia, donde representa la “sustancia arcana”; así en Michael Maier[56] el punto significa “la pureza” u homogeneidad de la esencia”. “En la yema, es el punto solis(punto solar) lo que se convierte en huevo” (…) “…igualmente dice John Dee [57]-que todas las cosas han tenido comienzo sobre la base del punto y de la mónada.”

 

En síntesis, es mi intención a lo largo del trabajo que estoy presentando, señalar dos significativos hechos actuales que determinan una situación inédita para la humanidad:

 

1.      Hay una constelación colectiva del arquetipo del Selbst, hecho explícito en los hallazgos del avance científico como recién hemos visto. En mi tesina, escogí restringirme -a modo de ejemplo y demostración, ilustrativo de esta situación- al desarrollo histórico de la concepción astronómica del universo, partiendo del momento en que a nivel colectivo se consideraba a la Tierra, a) como un cuerpo en reposo y b) como el centro de un universoestacionario, en equilibrio e infinito. Luego, saliendo de ese momento primitivo de la humanidad, realizaremos un recorrido histórico–científico (con sus implicancias epistemológicas y psicológicas) hasta llegar a la actual posición académica del siglo XXI de: I) un universo dinámico, en el cual nuestro planeta parece sólo un pequeño “grano de mostaza[58]”, en relación a la enormidad del Cosmos, y II) en el que se sabe que hubo un comienzo(el Big Bang, estando este descubrimiento correlacionado con la constelación del Selbst), que el universo está en expansióny que habrá un final.

 

2.      Este énfasis en la cuestión del punto primordial y de los orígenes, prácticamente omnipresente en la ciencia, acontece en un período de una oscuridad espiritual sin antecedentes, caracterizado por una ciencia sin alma, y por una cultura reducida a la estrechez semiótica unilateral y cerrada de los signos lingüísticos; una ciencia y una cultura que –salvo excepciones- dan la espalda al mundo polisémico de los símbolos y consecuentemente a su potencialidad  transmutadora.

 

Por tal motivo, nos encontramos en un punto de cruce civilizatorio en condiciones de fragilidad:

a)      Por un lado, cuando se constela el Selbst -en tanto arquetipo de totalidad psíquica, y en la medida que representa una complexio oppositorum- confronta intensamente a las fuerzas conscientes con las del inconsciente. En este caso, nos estamos refiriendo, remarco una vez más, al proceso de individuación colectivo. Y en tanto actualización de una complexio oppositorum, la constelación de este arquetipo implicará la necesidad de que nuestra psique acepte el reto de la tensión resultante de toda vivencia paradojal.[59]

b)      Por otro lado, estamos enfrentando este gran desafío de modo muy unilateral con sólo una parte de nuestros recursos psíquicos. Como no trabajamos hacia una dirección integradora de las potencias conscientes con las del inconsciente, estamos convocando a voces, a una compensación enantiodrómica cuyos alcances, en principio, son de inestimable magnitud por el carácter colectivo de tal empresa. Tenemos frente a nosotros una gran amenaza para el destino humano; y también –por paradojal que parezca- una gran oportunidad.

 

Citamos a continuación, algunos párrafos en los que Jung se refiere por un lado, al peligro de la crisis actual. Y luego, a la referencia que el mismo autor al hace mismo tiempo, acerca de la oportunidad que este momento representa para el ser humano.

Con respecto al peligro de la condición humana actual expresa:

 

“¿Qué nos reserva el futuro? Esta pregunta ha tenido ocupada a la humanidad desde tiempo inmemorial, aunque no en igual medida. (…)…sobre todo los tiempos de conflictos físicos, económicos y espirituales obligan a dirigir la vista, con amedrentada esperanza, hacia el futuro, anticipando utopías o visiones apocalípticas. (…) Vivimos hoy, cabe decir, en vísperas del cumplimiento del segundo milenio, un tiempo que nos sugiere imágenes apocalípticas de destrucción a escala mundial. (…) ¿Qué va a ocurrir con nuestra cultura, con nuestra condición humana, si empiezan a hacer explosión las bombas de hidrógeno o si acaban extendiéndose por toda Europa las tinieblas espirituales y morales del absolutismo estatal? No tenemos ningún motivo para tomarnos esta amenaza a la ligera”[60]

 

Con respecto a la oportunidad de la condición humana actual señala:

 

“El enorme aumento, a escala mundial, del interés por lo psicológico durante los últimos dos decenios muestra irrefutablemente que la consciencia moderna se ha retirado un tanto de lo exterior material volviéndose hacia la interioridad subjetiva” (…) “El interés psicológico, propio de nuestro tiempo,  espera algo del alma…” (…) “No me refiero meramente al interés por la psicología como ciencia, ni mucho menos al interés todavía más limitado por el psicoanálisis de Freud, sino a ese gran aumento, francamente general, del interés por todo tipo de fenómenos anímicos, incluyendo el espiritismo, astrología, teosofía, parapsicología, etc. Desde finales del siglo XVI y durante el s. XVII no ha visto el mundo nada semejante. (…) No es ir demasiado lejos afirmar que la conciencia moderna, a diferencia de lo que ocurría en el s. XIX, se ha vuelto hacia el alma con las más íntimas y fuertes expectativas[61], y no en el sentido de ninguna confesión tradicional conocida sino en sentido gnóstico. El hecho de que estos movimientos adopten un tinte científico (…) es un signo positivo, pues se refieren a la ciencia, es decir, al conocimiento, en contraposición a la esencia de las formas religiosas occidentales, es decir, la fe. (…) Quiere saber, es decir, tener una experiencia primigenia.”[62]

 

“La época quiere experimentar por sí misma el alma. Quiere una experiencia primigenia, rechazando todos los presupuestos y a la vez, sirviéndose de ellos como medios para un fin, incluyendo las religiones conocidas y la ciencia propiamente dicha.”

 

“En la fascinación de la conciencia moderna por el alma veo yo el meollo del problema anímico de hoy. Visto de una manera pesimista es un fenómeno de descomposición, pero contemplado con optimismo es el germen esperanzador de una posible transformación más profunda de la actitud espiritual de Occidente.”[63]

 

            Semejante situación humana requiere del aporte colaborador de la totalidad de nuestras fuerzas psíquicas: De las conscientes, con su capacidad discriminadora y diferenciante, caracterizada por su lógica conceptual, dual y analítico-sintética. Pero también necesitamos integrar las fuerzas del inconsciente, mediante el ejercicio del diálogo consciente–inconsciente. Se requiere, para abordar esta complexio oppositorum que implica la confrontación con el arquetipo del Selbst, una conciencia receptiva al inconsciente, abierta a su lógica simbólica, plena de paradojas, misterios e incertezas, para ir concientizando o ligando aquello que aún está en penumbras para ella. Es imperativo  proveernos de coraje moral y psíquico, y hacer el trabajo necesario para ir disolviendo las proyecciones de lo no integrado a la conciencia.

            A lo largo del trabajo, intentaré plantear los posibles alcances masivos y los caminos de respuesta colectiva a la constelación del arquetipo del Selbst –los saludables y los perturbadores-; y también reflexionar acerca de qué puede implicar esta situación trascendente -para la psique de la especie- si la abordamos desde una cultura con semejantes desbalances y escisiones psíquicas (desarrollaré este tópico, más adelante, pero en principio, me refiero al escotoma[64] producido por una práctica científica intelectualista que deja de lado la dimensión simbólica).

En el trabajo actual, me limitaré a abordar la observación del proceso individual colectivo. Elegí como variable de observación para ir pesquisando el despliegue de la conciencia colectiva, al desarrollo astronómico, astrofísico y cosmológico desde la edad antigua hasta llegar a nuestros días, en que el nuevo “tercer ojo” desarrollado en nuestro planeta –el telescopio espacial Hubble- y los avances en físico matemática, nos han permitido llegar al momento de origen de nuestro universo –el punto inicial del Big Bang-, así como pueden anticipar teóricamente un final del mismo. Como psicólogos junguianos podemos y debemos preguntarnos: ¿Qué implicancias simbólicas pueden tener en la conciencia colectiva el descubrir que no sólo no somos el centro de nuestro sistema solar, sino que el Sol, nuestra estrella “eje”, es sólo una de entre cientos de miles de millones de otras estrellas de nuestra galaxia? ¿Y cómo impactará sobre la conciencia colectiva el hecho de que la Vía Láctea -galaxia a la cual considerábamos “el” universo in totto-, es sólo una galaxia más entre cientos de miles de millones de otras galaxias? Pero sobre todo, la pregunta a instalar es: ¿Qué está simbolizando en el proceso colectivo de individuación la comprobación experimental del Big Bang, el Punto de origen de este universo en que vivimos?

En lo que sigue desarrollaré el tema de Tesina en dos Partes. La Parte 1 estará dedicada al desarrollo astronómico, astrofísico y cosmológico a lo largo de la historia y a sus correlaciones con la maduración de la psique colectiva. En laParte 2 me ocuparé de las tremendas implicancias relacionadas con la constelación del Selbst en un alcance colectivo.

He agregado un Anexo al final del trabajo en el cual expongo algunas correlaciones notables entre la concepción junguiana de la psique y la física cuántica, en un humilde intento de hacer más evidente la unidad entre Phycis y Psique. Esta unidad fue propuesta en el siglo XX por Jung en su concepción psicoide del arquetipo, sin embargo, era ya aceptada por los alquimistas, gnósticos y cabalistas de todas las épocas.

 

 

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María del Carmen

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