Una mirada hacia "latifa"

09.04.2013 17:51

 

El gran Yihad (esfuerzo) se librará en lo más recóndito de tu interior, en el secreto más íntimo de tu naturaleza. Tiene por arma el "dikr" (recuerdo de Allah), y como campo de batalla el “zohd” (la renuncia a la servidumbre de los deseos). Su estandarte es el “sahl” -la sencillez-, (entre dos opciones la más sencilla es la más probable). Cabalga sobre el “fakr” (pobreza como desapego de los deseos) y su conquista es Al Haq (La Verdad Esencial)".

El proceso por el cual se desarrolla Haqiqa, el Conocimiento de la Verdad Esencial -no nos referimos al simple archivo de datos-, constituye una dinámica que interactúa directamente sobre el total de las diversas áreas que forman la naturaleza humana.

Consideramos a la naturaleza humana como un Microcosmos, representación y síntesis de lo Macrocósmico, a través de la que se pueden mostrar ciertos aspectos de la Conciencia del Ser.

Creo innecesario hacer aquí un extenso comentario sobre la indiscutible realidad, ya por todos conocida, de que el orden material no es mas que una manifestación, ante nuestros sentidos, de las diversas formas organizadas de la Energía Primigenia. No es necesario demostrar nuevamente lo ya demostrado. La energía es la primera manifestación desde “el Punto de Singularidad”, el Origen. Conocido y aceptado, previamente, este anterior planteamiento, espero que no será considerado por el lector un exceso de “esoterismo” este tratado sobre “las Latîfas”.

Pero si, inicialmente, no es posible aceptar su evidencia, admitamos al menos la hipótesis, cuando menos razonable, ya que está bien asentada sobre el análisis crítico y la experiencia práctica de la Tradición. Y tras el ejercicio, el tiempo y la experiencia personal, se irán modificando los criterios al respecto. El total de nuestra naturaleza, al igual que el resto de la Creación, es un compuesto de diversas formas de organización de Un mismo y Único Elemento, llamémosle “Energía Primordial”. No habrá de parecernos descabellada la afirmación, ya de todos conocida, de que la actuación sobre uno de los elementos incide sobre el comportamiento del total. Es bien sabido, por la ciencia médica, que los estados de ánimo influyen decisivamente sobre el desarrollo inmunológico de los pacientes, amén de otras interacciones en el mismo y otros campos, por poner un solo ejemplo.

Aceptado lo anterior admitiremos sin esfuerzo que; “La evolución integral del ser humano está sujeta a las mismas leyes interactivas que rigen el resto de la Creación”. “No podemos tocar una flor sin que se estremezca una estrella”.

El comentario al proceso de modificación de la energía primordial como las siete Latîfas, y la relación que existe entre ellas, el comportamiento general y la evolución del ser humano, formará parte del eje en torno al que, en adelante, gire este tratado.

Decíamos, por lo tanto, que el proceso por el que se desarrolla el acceso a Haqiqa, como percepción de la Realidad, no puede ser formulado desde la separatividad de los diversos elementos que constituyen nuestra naturaleza. Sino que la actuación sobre uno de estos elementos determina la evolución del total.

Así pues, la modificación en los estados de conciencia se basa, además, en la relación del resto de los elementos entre sí.

No podemos pretender que una actuación conscientemente perversa por parte del individuo no interfiera sobre el resto de su vida y de su desarrollo, y que desde luego no actúe sobre un hipotético deseo de perfección. Y viceversa, desde un deseo de perfección, acompañado de la actuación correspondiente, podemos inferir sobre nuestro comportamiento hasta eliminar una actuación negativa y mejorar, posteriormente, el resto de nuestra vida.

Los estados emocionales en los procesos de modificación de la conducta, así como los actos determinados por la voluntad, mueven mecanismos diversos en los que la interacción de los campos de energía tienen una función indiscutible. Comprendiendo esto habremos comprendido sin dificultad alguna el objetivo de este razonamiento.

Un proceso de modificación en los estados de conciencia opera, por lo tanto, modificaciones en el resto de los múltiples componentes de nuestra naturaleza y a la inversa. Dado que determinados estadios de la evolución modifican “el contenido”, es lógico admitir que, de alguna manera, también se opere una cierta modificación en el “continente”, lo que progresivamente irá dando lugar a la aparición de la naturaleza nueva. Morir al viejo individuo para nacer al nuevo. “Si no nacierais de nuevo no entraríais en el Reino de los Cielos”, Jesús de Nazaret (a.s.).

Las diversas etapas durante el proceso del desarrollo mantienen grandes semejanzas entre las diversas antiguas y nobles tradiciones, hasta el punto de que las diferencias no lo son en sustancia, sino en cuanto a método.

En la T. Sufi hablamos de tres periodos –Mâqamât- de aprendizaje; Sharia, Tárika, y Haqiqa. Estos Mâqamât o periodos engarzan entre sí cuatro estados contenidos en el proceso del TASSAWUF; Tawua, Safa, Wilaya y Faná. La diferencia entre uno y otro estado es evidente, pero “la línea fronteriza” entre ellos no lo es. Podríamos decir que cada momento de la vida en cada persona es un “pequeño estado nuevo”, pero por necesidad de definición y aproximación a “los centros” de “los grandes estados” hacemos subdivisiones que nos ilustren el entendimiento.

Durante el proceso de maduración de estos cuatro estados sobre los que comentamos aparecen siete “momentos” o periodos de “alteración estable de conciencia”. Están inducidos por una modificación responsable en el comportamiento y en la dirección que va tomando el pensamiento. Y estos siete periodos, cuyas “fronteras” se entremezclan, están vinculados a modificaciones de los diversos planos de la energía que nos constituye. Estos planos, o niveles de energía, han sido divididos y denominados por la T. Sufi como; “Las Siete Luces” o “Las Siete Latîfas” que, como ya hemos apuntado, se van “afinando” según se opera en nosotros la modificación progresiva de la conducta y del concepto. A la par que elaboramos y establecemos en nosotros la modificación conductual elegida, propiciamos también el acceso a otros estados de la conciencia.

Este es un proceso interactivo entre todos los ámbitos de nuestra naturaleza que consta de tres pasos y, aunque aquí los clasifiquemos por un orden para facilitar la comprensión, en la práctica interactúan al unísono.

Primero, modificamos la conducta porque ponemos en práctica determinados ejercicios; procesos de reflexión, de maduración, de cambio de costumbres, de hábitos alimenticios, de relación con el ámbito de Lo Trascendente y del conjunto de todo aquello que llamamos la ‘Ibadat.

Segundo, los cambios en la conducta y en los procesos de pensamiento modifican la percepción de la Consciencia Intelectiva.

Tercero, al mismo tiempo que se operan los cambios anteriores se modifican progresivamente y de forma interactiva los planos de energía correspondientes.

Queda aclarado entonces que, la transformación de los procesos del pensamiento inciden sobre la modificación de nuestra conducta. Y ambos, a su vez, sobre los estados de conciencia. El conjunto de todo ello interactúa al unísono con la modificación de las energías afectadas en cada área y momento del desarrollo. Actualmente la física cuántica ya admite estos procesos interactivos en las personas.

“Mi cuerpo es mi morada más íntima, mi mansión mas secreta, y es imposible separarlo de todo el Universo espiritual que siento vibrar dentro de mí”. Decía un poeta.

Descripción de Latîfa

"Latifa" es una palabra árabe derivada del verbo “Latâfa”, cuyo significado literal es diverso; “Allah evitó la desgracia”. “Allah nos dio su Gracia”. “Algo se nos hizo más evidente, mas claro”. “Luz que ilumina con suavidad”.Es, en definitiva, un concepto que nos indica bendición, desarrollo, visión mas profunda, luz que ilumina pero no deslumbra.

Latîfas son aquellos diversos niveles de energía que, durante la andadura espiritual, se corresponden con los diferentes “planos o estados” del desarrollo de nuestra naturaleza. Son las “Luces o formas de energías” vinculadas a los procesos del desarrollo integral del ser humano. Son, interactivamente con el método –la ‘Ibadat que conduce al Istislam o perfección del Islam-, responsables de la “espiritualización” del individuo y de su desarrollo integral. En tanto que “la atrofia” de estas energías son signo evidente de cercanía al aspecto más simple de nuestra naturaleza. Son como “la marca” de la “evolución” ó “involución” que nos señala a cada uno de nosotros, desde la naturaleza adámica elemental hacia el Insan al Kamil (el Hombre Perfecto, el Hombre Universal), o desde la naturaleza primordial hacia la identificación con el Arquetipo.

La pretensión desafortunada de algunas personas que, desde cualquier método, pretenden una evolución íntegra pero a tenor del capricho, como quien compra en un área comercial, les incapacita para arribar a puerto seguro.

El desarrollo del ser humano que busca la causa y razón de su existencia, ha de observar, necesariamente, una disciplina integral en la que cada una de las partes forma, y guarda en sí misma el total de lo irrenunciable.

No es posible que después de un inmaduro capricho, esto sí quiero ó esto no quiero, a tenor de no importa que“¿justificación bien argumentada?”, el resultado sea el óptimo. Las Antiguas Tradiciones, donde quiera que se hallen y bajo la cultura en la que se nos presenten, han repetido incansablemente a través de los siglos que, la enseñanza sobre la Unicidad del Ser, -Wahdat al Wuyud- nos enseña que; “El Total esta en la parte” y esto es extensible a todas las formas y factores de cualquier existencia. Pero si tu propio criterio, la intocabilidad de “tus molestias”, de tus expectativas y de tus ocupaciones, no te permiten dominar “justificadamente” a tu ego y nos “traes tu cesto lleno” ¿qué podremos introducir en él?.

La Tradición no es un mercadillo donde se puede comprar al gusto o cuando se quiera; “si alguien quiere hacerlo así, a su gusto, no puede ser “Aquí”. Y si se quiere hacer el proceso “Aquí”, entonces..., no puede ser al gusto, sino como la Tradición enseña”.

El lector informado irá captando una cierta similitud entre la enseñanza que sobre las Latîfa propone la Tradición Sufi, y la enseñanza que sobre el aura, los chakras, etc., ofrece la tradición hindú desde el conocimiento del Yoga integral. La similitud no se ajusta a una perfecta correspondencia, pero la relación es obvia. Es uno de tantos signos de los que nos indican el común origen de la Antigua Sabiduría y su posterior adaptación a las diversas culturas y momentos de la historia.

Por las concordancias y las tradiciones escritas y orales sabemos que así se fueron creando una diversificación de Escuelas -en cuanto a forma- que ha propiciado, por su adaptación, una mejor comprensión para cada pueblo, cada periodo y cada naturaleza individual.

Como ya hemos comentado en otros escritos, hubo un tiempo en el que la T. Sufi se nutrió ampliamente de un flujo de aspirantes. Llegaron hasta ella desde el Budismo, el Yoga, el Taoísmo, o los clásicos griegos y los sabios del antiguo Egipto, por poner algunos ejemplos. Aquellas personas sabias que, desde otras nobles disciplinas, accedieron al Islam y Sufismo, no solo se alimentaron de la sabiduría Muhammadiana, sino que, en justa reciprocidad, dejaron sus conocimientos integrados en el Tassawuf.

Debido a esto y a la convivencia entre culturas, se mantienen similitudes por las que un Maestro de cualquiera de estas disciplinas podría enseñar, perfectamente, en cuanto a lo que consideramos fundamental y común entre cualquiera de las otras.

En el siglo XI en Jurasán, Turquía, la Tárika Qalandariyya recibió a numerosos intelectuales, monjes budistas, que pidieron ser aceptados en el Tassawuf. Y al igual que con el Budismo se enriqueció del sincretismo con el hinduismo monástico.

Quien conozca las enseñanzas del popular Sri Ramana Maharsi y las de su contemporáneo, no tan conocido todavía, pero también de gigantesca talla espiritual, el Sheyh ‘Isa Nur al Din Ahmed al ‘Alawi, de Mostagánem, Argelia, percibirá con mas evidencia la veracidad de mis afirmaciones. Nosotros visitamos su Tárika y mausoleo el día 6 de Septiembre del año 2.003, donde nos recibió, con tanta amabilidad como es costumbre, uno de sus sucesores, el Sr. Bentounes Mourad. Con él, y con uno de los responsables de la Tárika, tuvimos un más que interesante intercambio de ideas.

El Sheyh Al ‘Alawi, fue fundador de la Tárika Alawiya, de nuestra misma raíz Shadzili. Que el Creador Sede de Toda Sabiduría y Misericordia le haya otorgado aquello único por lo que vivió, la subsistencia “en” Allah, el Baqa’.

Apuntaré otro ejemplo para ilustrar esta afirmación. En el siglo III a. de C., Tung Kuo Tzu preguntó a su Maestro Chuang Tzu; “¿Dónde está eso que llaman TAO?. El Maestro respondió; -en todas partes. El discípulo pregunta; -dame un ejemplo de ello. La respuesta fue; -está en la hormiga. ¿Cómo puede el TAO ser algo tan bajo?... Nueva respuesta; -está en la brizna de hierba. ¿Cómo puede ser todavía mas bajo?... -está en el excremento. Esta vez Tung Kuo Tzu no respondió, y Chuang Tzu le enseñó esto; “Tu pregunta no concierne a lo esencial del TAO. No especifiques ninguna cosa en particular pues, no hay ninguna cosa en la que no este el TAO”.

En su Risalat al Ahadiyya –Tratado de la Unicidad-, y en semejanza con el diálogo entre Chuang Tzu y su discípulo, Ibn al Árabi en el siglo XII, quién sabe si inspirado en ello, o como lógica visión de su estado espiritual personal, enseñaba; “Supón que vemos una basura o una carroña, ¿Dirías tu que aquello es Allah?. La respuesta elemental es que, la elevación Divina prohíbe que Él sea tal cosa. Nuestro discurso se dirige a aquel que no ve la basura como basura, ni la carroña como carroña. Nuestro discurso se dirige al que está dotado de “basira” –visión- y no es “ciego”.

Encontraremos notables similitudes relativas a la clasificación de los estados del discípulo entre algunas ramas del Budismo y las que establece el Sheyh Jami, para quien en el primer nivel se halla el Abd, el devoto dócil a la dinámica creadora. El segundo nivel es para el Khâdim, el aplicado. En tercer lugar sitúa al Faqîr, el que ha renunciado al deseo, y en cuarto lugar el Zahîd, el asceta.

El “estado de Sufi”, en su plenitud, habría superado estas clasificaciones ya que su naturaleza es la misma Naturaleza Creadora. Si continuamos buscando similitudes las encontraremos casi todas, ya que, como dijimos en anteriores trabajos, si bien los cauces son diversos El Manantial es solo Uno.

 Tarika Shadilia

 

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