winnicott y la ética del cuidado

08.11.2013 20:56

Winnicott y la ética del cuidado

En este apartado consideraremos las teorías filosóficas subyacentes a la teoría de la maduración de Winnicott y a las llamadas éticas del cuidado. Los elementos teóricos que comparten ambos discursos son: la actividad concreta es el fundamento (tanto ético como existencial) y no principios o modelos abstractos –el cuidado no es un principio, es una actividad cuya estructura es relacional e interdependiente-; la contextualidad, no parten de un sujeto independiente y socialmente aislado sino de un sujeto con necesidades concretas en relaciones de la vida real, y, la necesidad es el rasgo principal del sujeto que lo define como un ser en relación.

Las llamadas éticas del cuidado2 se instauraron como opuestas a las éticas de la justicia. Las éticas del cuidado fueron, en sus modelos originales ligadas con los problemas relativos al género, lo que ha generado una serie de debates que tuvieron como disparador los resultados de los estudios de Gilligan (1982; 1985). Ella comenzó a revisar la investigación de Kohlberg pues le llamó la atención que la misma revelaba que las niñas tenían, generalmente, estados más bajos de desarrollo moral que los niños. Comenzó sus propias pesquisas y pudo valorar las diferencias de género, no consideradas por el modelo de Kohlberg, respecto a la asistencia y a los vínculos con los otros. La conclusión a la que llegó es que son las niñas las más inclinadas al cuidado, constatando que los hombres y las mujeres siguen patrones diferentes de desarrollo moral. La hipótesis que establece es que la diferencia se debe al género y las relaciones del niño con las madres. (Lefton, 2000) El estudio que llevaron a cabo Gilligan y Attanucci (1988) mostró que, la gente, en los dilemas morales de la vida real, se focaliza más, según el género, en el cuidado o en la justicia. Así, la moralidad tiene una "diferente voz" de la identificada por Kohlberg. Esta diferente voz expresa una ética del cuidado distinta a la de la justicia pues requiere de un modo de pensar contextual y narrativo y no uno que sea formal y abstracto.

La ética del cuidado, tal como la presenta Gilligan (1982) enfatiza el respeto a las diferencias y se basa en la atención de las necesidades del otro. Se trata de una ética relacional, vinculada con la posición que uno ocupa en la sociedad. A medida que crecemos desarrollamos aptitudes que nos permiten evaluar lo que es correcto y lo que está mal, este sistema moral es estudiado por Gilligan. (Lefton, 2000) Esta autora, junto a Grant Wiggins, se centró en la tensión entre afectividad y desigualdad en la relación entre padres e hijos y las consecuencias que esto tiene en el desarrollo de la subjetividad y de la acción. Todo niño, al momento del nacimiento está en una situación de dependencia con respecto a otra persona, la cual le provee del sostén para el desarrollo de sus aspectos físicos y emocionales mediante las interpretaciones culturales de lo que el niño necesita.

Muchas de estas autoras tomaron los aportes de Winnicott para establecer su teoría psicológica de la moralidad. Winnicott postula una zona de la vida humana que no está ni dentro ni fuera del individuo y que es el mundo de la realidad compartida. Este vivir ocupa un espacio potencial que varía de individuo en individuo y se funda en la confianza del bebé en la madre. Niega el espacio de separación entre el bebé y la madre. (Winnicott, 1971q/2007, p. 146)

Esta dependencia por un lado, crea en los niños los sentimientos de impotencia y poder respecto a otros. Por otro, los niños necesitan de la conexión emocional para sobrevivir. La dinámica de esos vínculos con la persona de la cual dependen crea la autoconciencia de los efectos que los otros tienen sobre ellos y viceversa, la cual varía según la cultura, la sociedad y las familias. Mahoney y Yngvesson (1992) se focalizan en los modos en los que la necesidad es construida culturalmente y mediatizada en la interacción entre el niño y la persona que lo cuida. Esta construcción es un eslabón crucial en el proceso de la emergencia de la capacidad de desear y de hacer que las cosas sucedan.

El grupo de investigadores y activistas que se han unido alrededor del "cuidado" tienen el objetivo de cambiar el mundo y muchos han usado el concepto de cuidado como la base para un nuevo sistema de ética (Tronto, 1987). Gilligan y sus seguidores relacionaron esta ética con el género. Gran parte de la literatura ha descripto esta propuesta como feminista, sin embargo, mientras que Alonso y Fombuena Valero (2006) sostienen:

La voz de Gilligan no es la voz de las mujeres, es la voz de la diferencia. Las críticas que hace Gilligan a Kohlberg son las que se hacen a las filosofías neokantianas por los críticos comunitaristas, neoaristotélicos y neohegelianos que cuestionan el formalismo, el cognitivismo y la universalidad. Por ejemplo, una política que se base sólo en una perspectiva jurídica de las relaciones humanas carecería de solidaridad. Asimismo es difícil pensar acerca de cómo los juicios morales referidos a la justicia, se pueden aislar, como lo propone Kohlberg, del contenido cultural de las concepciones de la vida buena. Las cuestiones morales no se analizan como si fueran situaciones mecánicas, colocadas desde fuera de la cotidianidad. La vida cotidiana genera dificultades concretas, con posibles soluciones específicas, adecuadas provisionalmente. La teoría de Kohlberg plantea dificultades desde la misma forma de los dilemas porque los plantea en términos de derechos formales mientras que las mujeres los viven como una pregunta personal. (Alonso & Fombuena Valero, 2006, p. 102)

Sin embargo, las éticas del cuidado fueron y son adoptadas por muchas feministas,3 contra lo que, Tronto (1987), por ejemplo, entre otros, sostuvo la necesidad de separar la ética de los asuntos del género, pues, considera, hay muchas opciones para ubicar al cuidado en la sociedad y en la vida moral como asimismo cuestionar al modelo del desarrollo cognitivo de Kohlberg. Tronto (1987) señala que hay varios grupos étnicos cuyos puntos de vista morales están más cerca de la ética del cuidado que de la justicia. Los patrones de pensamiento de grupos de otras culturas podrían identificarse como la diferente voz a la que apela Gilligan en los que la comprensión llega a través de la simpatía.

En la cultura occidental, han sido las estipulaciones de la justicia las que han determinado los límites del cuidado. El cuidado expresa la moralidad privada, la que se da en el ámbito de las relaciones cercanas, mientras que la justicia articula la moralidad pública. El problema, según Tronto (1987), reside en que la segunda se proyecta en la primera y, de este modo, la moral privada no es considerada en sus propios términos y es establecida como secundaria y dependiente respecto a la pública. La crítica principal de esta autora se dirige a la adopción de la idea según la cual la ética del cuidado es una ética específicamente femenina. Ella sostiene que sus premisas deben ser comprendidas en el contexto de una teoría moral y no en el de los hechos relativos a un género basados en una teoría psicológica. Es en el plano metaético, esto es, filosófico, el lugar donde debe ser dirimida la cuestión referida al lugar insignificante del cuidado en la ética de la justicia. Las premisas metaéticas que establecen lo que es una buena teoría moral son diferentes para las respectivas éticas en consideración. La metaética que ha predominado es derivada de Kant, es decir, una teoría moral consiste en la elección de principios morales racionales, de los cuales se espera que encarnen nociones estándares de moralidad, tales como: universalidad, imparcialidad, lo correcto, etc. La metaética alternativa es contextual. Según este modelo, la moralidad debe ser situada concretamente, dicha concreción no puede ser captada por principios abstractos. Como teoría moral, la ética del cuidado adquiere la forma de una teoría moral contextual: las situaciones morales son definidas en términos de relaciones de cuidado y no en términos de derechos y deberes. El conflicto radica entre el cuidado de sí y el de los otros, el problema moral consiste en cómo lograr el balance entre ambos y mantener la red social de relaciones en la que uno se encuentra. Recurrir a principios abstractos y universales es salirse de dicha red. De esta forma, desde una metaética contextual, el cuidado establecería los límites a las preocupaciones por la justicia. Para Tronto (1987), una tradición moral no kantiana puede fundamentar una ética del cuidado en una filosofía teórica4.

Como vimos en la sección anterior, las éticas de la justicia están organizadas alrededor de reglas y derechos formales y abstractos y el sujeto freudiano se define a avés de los modelos abstractos de su metapsicología. En oposición, las éticas del cuidado y el sujeto winnicottiano toman a la crianza como modelo y enfatizan la importancia de las actividades relativas a la atención personal y el mantenimiento de las relaciones humanas. Le dan un alto valor, moral y existencial –en los discursos respectivos-, a las actividades de sostén en la crianza y a los espacios en los que ellas tradicionalmente se dan, en especial la vida familiar y las relaciones personales cercanas. En oposición a las teorías de la justicia que enfatizan la autonomía y las obligaciones contractuales voluntarias, las de cuidado focalizan en responsabilidades a menudo no elegidas pero que son inherentes a la interdependencia humana y a las relaciones. Definen al cuidado en términos de la naturaleza de la actividad misma y no sobre la población a la cual es dirigida. El cuidado es presentado como un proceso o práctica que tiene una dimensión emocional muy fuerte y es basada en la conexión que se da en la relación entre los seres humanos.

Tanto los valores morales en las éticas del cuidado como el elemento fundamental para "llegar a ser" en la teoría de la maduración de Winnicott se fundan en el cuidado como actividad y no en principios o modelos abstractos. Esta concepción de moralidad, al poner en el centro la actividad del cuidado, le da un alto alcance a la comprensión de la responsabilidad y a las relaciones en vez del entendimiento de derechos y reglas. Winnicott, a su vez, también privilegia la comprensión por encima de actividades intelectuales cuando sostiene que la madre-ambiente se adapta a las necesidades del bebé y puede hacerlo pues se encuentra en un estado de "preocupación maternal primaria" (Cfr. Winnicott, 1971f[1967]/2007, p. 28). En este estado, la madre puede identificarse con su hijo y puede interpretar sus necesidades. Desde esta concepción "interpretar" no se refiere a un acto mental deliberado sino que la madre sabe las necesidades de su hijo porque se puede identificar con él. El cuidado que la madre suficientemente buena le proporciona al bebé se refiere a los cuidados efectivos de una madre real, falible y confiable. El cuidado no es determinado por un protocolo que la madre debe seguir sino que es un hacer basado en la espontaneidad sin consideraciones intelectuales sobre dicho cuidado. Orientada por su capacidad de identificarse con él, pues ella misma fue bebé y es un ser vivo que está atento y entregado a ese cuidado. Cuando por alguna razón, la madre no logra esta identificación el cuidado se vuelve mental, sus actos no son espontáneos y siguen reglas intelectualmente establecidas, haciendo que el cuidado sea impersonal, lo cual tiene consecuencias graves en el proceso de maduración del niño.

Si bien varían, entre los distintos teóricos de las éticas del cuidado los modos de definir esta actividad, incluyen los mismos sentimientos como elementos esenciales: responsabilidad, acción sensible y relación. Estas son las cualidades que han sido identificadas como las características que definen al cuidado como una actividad, independientemente de que se dé en una familia o en otra institución, en un contexto privado o público. (Duffy, 2005)5. Joan Tronto y Berenice Fisher (1990), por ejemplo, lo describen como un proceso de cuatro fases intervinientes, cada una de las cuales envuelve responsabilidad y relación. Ellas son: "preocupación por" -involucra el prestar atención a las necesidades de los otros, presupone conexión relacional e incluye una dimensión emocional-; "El cuidado de" -envuelve la responsabilidad en satisfacer esas necesidades de algún modo-; la "prestación de cuidados" -envuelve el "manos a la obra" de las tareas cotidianas-; el "cuidado del receptor" -hace énfasis de que el cuidado sucede en un contexto de una relación de doble sentido más que en un sentido de dispersión de servicios-.

Las teorías basadas en la justicia median las relaciones humanas aplicando principios abstractos a casos particulares, en cambio, las teorías del cuidado parten de las necesidades particulares de personas concretas e intentan dirigir estas necesidades en contexto. Estas éticas están ligadas a circunstancias concretas, parten de la vida cotidiana, es decir, que en su punto de partida hay un sujeto socialmente situado, en ese sentido, no pueden ser universales sino que son contextualizadas. Se funda en experiencias cotidianas y en problemas morales de la gente real en la vida cotidiana. Las evaluaciones morales requieren un conocimiento específico de la situación, del contexto. No se preocupan con principios de distribución que sean adecuados e imparciales, ni con una ley universal a la que se debe acomodar la acción. En oposición a la noción de justicia como concepto universal, aquí, la justicia se hace cotidiana y se contextualiza en base a aquellos con los que se tiene relación.

Winnicott, a diferencia de Freud, no presenta una metapsicología, no presenta un modelo a priori de la psiquis y considera siempre a la persona total y concreta cumpliendo la tarea que la vida le demanda para su existencia. La contextualización en la teoría de la maduración de Winnicott se expresa a través de uno de sus conceptos fundamentales: el ambiente. La estructura del ambiente es relacional. Cada ambiente es un modo de vínculo, no entendido éste como una relación entre dos dados previos, sino en el sentido de modo de ser, es decir, se trata de una relación en la que los términos de la misma no son separables. Debe quedar claro que el ambiente no es el espacio dónde se dan las relaciones, el amiente son las relaciones y éstas son también aquello que se relaciona:

En un comienzo el bebé es el ambiente y el ambiente es el bebé. (Winnicott, 1964e[1963]/2007, p. 85) En las primeras etapas del desarrollo emocional del niño desempeña un papel vital el ambiente, que en verdad aun no ha sido separado del niño por éste. Poco a poco se produce la separación del no-yo y del yo y el ritmo varía según el niño y el ambiente. (Winnicott, 1967c/2007, p. 147) La unidad es el conjunto ambiente-individuo, unidad de la cual el bebé es apenas una parte (Winnicott, 1988/1996, p. 153) El ambiente –que, en el inicio, es la madre, o mejor, los modos de ser de la madre- es parte del bebé, indistinguible de él. No hay, aquí, dos individuos, sino una relación sui generis que puede ser llamada dos-en-uno. (Oliveira Días, 2003, p. 130)

La maduración es un proceso de integración el cual es una tendencia que está presente en el niño en el momento de nacer. Para que esa tendencia se actualice se requiere de un ambiente que provea de los cuidados que el bebé necesita. Así, el ambiente es indisociable de la dependencia absoluta del recién nacido y es lo que posibilita que habite en un mundo subjetivo, base para la creencia en la realidad del sí-mismo y del mundo. (Oliveira Días, 2003, pp. 123-124). La necesidad nos pone ante un ser humano que no es un individuo aún, que no es autosuficiente y, para llegar a ser, requiere del ambiente. El ser humano no puede comenzar a ser, excepto bajo ciertas condiciones (Winnicott, 1965n[1962]/2007, p. 43)

 

4. Conclusión

Como hemos visto, las teorías psicoanalíticas de Freud y la teoría de la maduración de Winnicott comparten con diferentes éticas ciertos supuestos teóricos, esto pone en conexión ámbitos, que, en Kant y en la tradición epistemológica dominante, habían sido concebidos como separados. Estos supuestos teóricos forman también parte de las matrices disciplinares respectivas, son supuestos filosóficos que están presentes en sus modelos ontológicos y heurísticos y constituyen el punto de intersección con los discursos éticos.

 

Referências

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1 La frase "complejo de Edipo" sólo fue usada por primera vez en Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre (Freud, 1910/1997, p. 164) aunque ya se figuran sus elementos desde antes.
2 La primera generación de los teóricos del cuidado estaba principalmente interesada en diferenciar los conceptos de justicia y de cuidado, pero los debates más recientes se centraron en cómo la justicia y el cuidado pueden ser combinadas desde un punto de vista feminista, pues se revelaron potenciales debilidades en el ideal original del cuidado. Las éticas del cuidado fueron criticadas también por ignorar los modos en los que el poder estructurado institucionalmente puede comprometer las relaciones y el cuidado que les es inherente. Otros les criticaron que tales relaciones pueden caer en un paternalismo o en un parroquialismo si no son gobernadas por algún criterio objetivo de cuidado genuino. Nosotros no entramos en este debate y consideramos que muchas de estas críticas, como la de Mary Wollstonecr (Engster, 2001) adhieren a una filosofía política liberal que lejos de lograr una síntesis superadora entre justicia y cuidado, su propuesta permanece en el paradigma de la ética de la justicia. Otro es el caso de Nel Noddings (2003) quien sostiene que la condición y origen para una filosofía política es el hogar y no una entidad política más amplia. Si bien hay muchos hogares que no proporcionan cuidado, sin embargo, la orientación al cuidado surge en el hogar. Con un proyecto inspirado en Dewey propone, desde una perspectiva pragmatista, una noción de justicia definida en términos de preocupación cuando no se puede cuidar. Así, la justicia depende del preocuparse y éste del cuidado. No adherimos aquí a un pragmatismo pues consideramos que el mismo instrumentaliza la noción de cuidado.
3 Mientras algunas feministas intentan una teoría psicológica de la moralidad basada en la psicología de la mujer, Winnicott en Este feminismo (1986g[1964]/2007) intenta una explicación psicológica del feminismo. Lamentablemente, tal explicación no se da en los propios términos de su teoría de la maduración sino en términos de la teoría de la sexualidad freudiana: "Esta es una de las raíces del feminismo. No es mi culpa si el feminismo es mucho más que eso y si la lógica apoya gran parte de lo que dicen y hacen las feministas. Su base está en la creencia irracional generalizada, en las mujeres y también en los hombres, de que hay un pene femenino, y en la fijación especial de ciertas mujeres y hombres en el novel fálico, es decir, en la etapa anterior a aquella en que se alcanza la genitalidad plena." (Winnicott, 1986g[1964]/2007, p. 215)
4 Tronto (1987) señala que hay algunos problemas que las moralidades contextuales y, específicamente, una ética del cuidado, deben enfrentar. Una ética del cuidado requiere de más elaboración antes que las feministas puedan decidir si la adoptan como una teoría moral apropiada para el feminismo. El cuidado puede llegar a ser una justificación para cualquier conjunto de relaciones convencionales. Una defensa de una ética del cuidado necesita plantearse estas cuestiones: ¿cuáles son los límites apropiados de nuestro cuidado? Y más importante, ¿cuán lejos, pueden expandirse los límites del cuidado? Su legitimidad dependerá de la adecuación de la teoría social y política de la que es parte

5 Duffy (2005) en este trabajo el autor analiza las consecuencias de dos formas de formular el empleo que consiste en cuidar con el objetivo de comprender las intersecciones de raza, género y desigualdad económica en el cuidado pago. Una de ellas es la que es conceptualizada tomando como modelo la crianza. El autor la considera limitada porque deja a trabajadores fuera y propone otra forma. Propone la estructura de "trabajo reproductor" que la considera más inclusive que la conceptualización basa en la crianza. La conceptualización que se basa en el modelo de crianza es relacional mientras que la estructura como reproductor incluye tanto lo relacional como lo no relacional. Esta segunda estructura se refiere a los empleos que mantienen y reproducen la fuerza de trabajo. Una aplicación empírica de ambos modelos en el mercado laboral muestra que el énfasis teórico en el modelo de la crianza privilegia la experiencia de la mujer blanca y excluye de ser tenido en cuenta un gran número trabajadores de salario muy bajo de las formas de conceptualizar el cuidado. En función de este objetivo estudia ambas conceptualizaciones. Mientras la formulación en términos de crianza enfatiza la naturaleza de la actividad como inherentemente relacional, la conceptualización como trabajo reproductor se focaliza en el rol del trabajo para mantener y reproducir la fuerza de trabajo. El supuesto de la centralidad del carácter relacional del cuidado, que es fundamento de la estructura como crianza, está ausente en las discusiones del trabajo reproductor. Algunas de las tareas de la reproducción social son relacionales, otras no, en este sentido se trata de una conceptualización que es menos dependiente de la conexión emocional. Nosotros tomamos aquí sólo la basada en la crianza.
6 Winnicott diz isso da seguinte forma: "Devemos propiciar à criança mais crescida a oportunidade de ser criativa, que a prática das artes e a prática do viver oferecem a todos aqueles que não copiam e não se submetem, mas desenvolvem genuinamente uma forma de autoexpressão" (Winnicott, 1963d/1983, p. 98).

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