CONCIENCIA DEL YO 2; Correlaciones entre el Proceso de Individuación y nuestra percepción cosmológica

27.03.2014 14:59
 

Correlaciones entre el Proceso de Individuación y nuestra percepción cosmológica

 

 

1. Mundo antiguo y Medioevo

 

La Tierra estática y el cielo girando alrededor

  

Para un observador terrestre a simple vista, parecería que la Tierra está estática, y que es el Cielo el que se mueve en derredor.

 

Esto es lo que los antiguos veían al mirar al cielo. Tenían la impresión de que la Tierra estaba estática y era el cielo el que giraba alrededor de ellos.

En realidad lo que los antiguos creían es lo que nos dicen nuestros sentidos: Que es el Sol el que se mueve, saliendo en el horizonte desde el Este por las mañanas y poniéndose hacia el Oeste en el atardecer. A medida que se hacía de noche veían cómo iban apareciendo las estrellas, los planetas y la luna.

En la antigüedad y durante el medioevo, los seres humanos se guiaban por la información procedente de los cinco sentidos. Era el período del paradigma aristotélico, con su “física del sentido común”.

Con la observación de los ciclos de la Luna y el Sol, los hombres de la antigüedad calculaban las épocas de siembra y de cosecha, la mejor época para la pesca, etc.; en fin, se regían por los ritmos biológicos de la naturaleza. Elaboraban calendarios para acompañar estos ritmos naturales.

Desde el punto de vista del proceso de individuación colectivo, ese primer período, en que se creía a la Tierra como estática y como siendo el centro del Universo, es semejante a la posición del niño, cuando se percibe a sí mismo siendo el centro del universo de sus padres, y al mismo tiempo, no diferenciándose completamente de ellos. Son éstos, los padres, quienes a semejanza del Sol y de la Luna en el hombre primitivo, instalarán un ritmo o ciclicidad en la vida del niño con sus horarios de vigilia o sueño, y sus horarios de hambre-saciedad. La recurrencia y repetición de estos ritmos le irá dando un sentido de pertenencia, identidad, y seguridad. El hombre de ese entonces no se percibía “separado” de la Tierra y del Cosmos, del mismo modo que para el niño, sus padres constituyen parte de su propio ser y todo su universo.

En forma análoga, éste era el estado infantil del psiquismo colectivo en ese momento. Esa posición autocentrada era lo que la psique humana como colectivo podía integrar en su conciencia: Se percibía a la Tierra como centro y en reposo, en una sucesión rítmica sin fin, entre el día con su bóveda celeste y el Sol; y la noche con su bóveda nocturna y la Luna. 

“Estrellas que titilan y estrellas que no titilan”

Hay registros históricos “oficiales”, de la división en signos zodiacales que datan del s. VI a.c. en Grecia[65].

Los griegos creían que existían dos tipos de estrellas: “las pequeñas y fijas que titilan” (que se corresponden con las estrellas genuinas); y “las grandes que no titilan y se mueven” (que no eran sino los planetas visibles del sistema solar).

Los griegos también sabían que la Tierra era curva (Aristóteles incluido), y pudieron incluso calcular con muy buenos métodos (que sólo fallaron en dar los resultados correctos por la falta de una mínima tecnología) la distancia de la Tierra al Sol, y de la Tierra a la Luna (Eratóstenes).

Si bien se sabe que el pitagórico, Aristarco de Samos proponía una visión heliocéntrica del sistema solar, ésta no fue la opinión predominante de la época. En el mundo antiguo, y en el medieval, prevaleció la concepción geocéntrica (o mejor dicho, geostática) del universo.

Durante el medioevo, en particular, rigió el paradigma aristotélico, en el cual, el universo era visto como una especie de cebolla formada por capas cristalinas. Cada capa se correspondía con uno de los planetas, y el Sol. Las esferas eran perfectas y llevaban los nombres de los dioses del panteón greco – latino: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio. Los movimientos celestes eran perfectoscirculares. Éste era el mundo supralunar, habitado por dioses. Por debajo de la Luna estaba el mundo sublunar –en el cual vivimos los seres humanos-: Imperfecto (y en donde además, hay otros tipos de movimientos que no son como el movimiento perfecto circular).

 La mirada aristotélica imperante pensaba a la Tierra como esférica, en el centro del Universo; y a los planetas orbitando aferrados a esferas perfectas cristalinas, con el movimiento perfecto: el circular.

 Los epiciclos de Ptolomeo

En el siglo I, Ptolomeo calculó con certeza el movimiento de los planetas, es decir, pudo matemáticamente predecir dónde estarían ellos, recurriendo a los llamados epiciclos (es decir, ciclos menores sobre ciclos mayores). Esto le permitió mantener las órbitas circulares aristotélicas y al mismo, tiempo predecir el movimiento planetario. Fue una verdadera proeza matemática. Sus dos obras astrológico-astronómicas que perdurarán por siglos como fundamentales hasta el Renacimiento serán el Almagesto (literalmente “el más grande”) y el Tetrabiblos.

 

2. La revolución renacentista. Percepción heliocéntrica del universo.

 

E pur si muove” (“Y sin embargo, se mueve”)

La astronomía se detuvo en sus avances después del logro matemático de Ptolomeo (en el siglo I) hasta el siglo XV. Fue recién en el Renacimiento, en que Nicolás Copérnico (1473/1543), astrónomo y sacerdote polaco (más precisamente diácono que administraba la Catedral) revoluciona la ciencia con su Teoría heliocéntrica del sistema solar, expuesta en su libro “De las revoluciones de las esferas celestes”. En ese libro, Copérnico relaciona eltamaño de las órbitas de cada planeta con el período de revoluciónA órbitas más pequeñas, períodos más cortoscon órbitas mayores, planetas más lentos. Por ejemplo, calculó que Mercurio tenía un período de traslación de 3 meses terrestres; y Saturno, uno de 29 años y medio.

 

 Lo verdaderamente revolucionario, fue que Copérnico enuncia que la Tierra se movía. La Tierra no estaba estática. Giraba sobre sí misma en 24 horas, y esto hacía que nosotros, observadores terrestres, tuviéramos la ilusión de ver moverse al Sol ascendiendo cada mañana, y descendiendo por la tarde. Según las suposiciones de Copérnico, el Sol era el corazón de nuestro sistema… y no la Tierra.

 

Copérnico tuvo la diplomática habilidad de presentarle sus ideas a la Iglesia, en calidad de “suposición”, y además, el gesto de dedicárselas al Papa, y de dar su permiso para publicarla en el último año de su vida. De modo que esta poderosa institución –que representaba al sector más conservador del alma colectiva-, si bien seguramente se inquietó, no obstante, no pudo ni tuvo tiempo suficiente como para acusarlo de herejía. Copérnico proponía sus enunciados en estos términos: “Supongamos que la Tierra girase alrededor del Sol, entonces, esto facilitaría el entendimiento del movimiento planetario…”. Es decir, Copérnico presentó la revolucionaria idea, pero tuvo la prudencia de no afirmarla taxativamente (y además, como explicábamos, para suavizar aún más su presentación, ¡se la dedicó al Papa!). Si lo hubiera hecho de otro modo, posiblemente su destino hubiera sido la hoguera, tal como le sucedió al monje dominico Giordano Bruno[66].

Hubo que esperar hasta el siglo siguiente, en que Johannes Kepler, astrónomo, astrólogo y matemático alemán (1571 – 1630) pudo pensar el movimiento planetario como elíptico y no circular. Ni el genio revolucionario de Galileo había aceptado que las órbitas podían ser elípticas.

Hasta ese momento, como vimos, el movimiento celeste estaba asociado a los dioses, a la perfección, y no había figura más perfecta que el círculo para representar esta perfección. La elipse era vista como una “curva deforme”.

Entre otros fenómenos revolucionarios para la época encontramos que Galileo Galilei, físico, matemático, y astrónomo italiano (1564- 1642) fabrica un instrumento de observación que aumenta veinte veces el tamaño del objeto: el telescopio. En realidad, Galileo fabrica este instrumento mejorando la comprensión de las lentes, que ya habían sido estudiadas por el franciscano Roger Bacon (s. XII).

Galileo observando las fases de la Luna, descubre que este astro no es perfecto como creía la física aristotélica. Así que el paradigma aristotélico comienza a ponerse en entredicho y entra en un período de crisis.

 

Nuestro universo: de Sistema solar a Vía Láctea

Galileo también observa la Vía Láctea, cuenta las estrellas de la Constelación de Orión y constata que ciertas “estrellas visibles” a simple vista no eran tales, y que en verdad eran cúmulos de estrellas[67].

Esto también es un paso muy importante en el desarrollo de la psique humana, porque hasta ese momento solamente se creía que el universo estaba constituido por el sistema solar teniendo como trasfondo a las estrellas fijas que oficiaban como una especie de “telón de fondo” estacionario que rodeaba las esferas cristalinas del paradigma aristotélico. A partir de ahora, se verá al Sistema Solar formando parte de la galaxia, la Vía Láctea.

Galileo observa los anillos de Saturno pero no descubre su naturaleza. Estudia igualmente las manchas solares.

Observa los satélites de Júpiter, que llama CalixtoEuropaGanímedes e Io, (llamadas hoy “satélites galileanos”). Éste es otro hito importante desde el punto de vista psicológico colectivo: Para él, Júpiter y sus satélites son unmodelo de Sistema Solar. Es decir: Ya no sólo está nuestro “sistema solar”. Júpiter bien podría formar un “sistema solar” por sí mismo. De hecho, muchos astrónomos en la actualidad creen que Júpiter evolucionará hasta convertirse en un Sol y sus satélites serán los planetas del futuro sistema. Esta percepción de Galileo, también produce un “corrimiento” en la misma dirección que el corrimiento inaugurado por la teoría copernicana: la Tierra ya no es el centro del universo, y además el solar no necesariamente es el único sistema. No sólo los planetas dejan de ser vistos como girando alrededor de la Tierra. Galileo se da cuenta además de que no todo gira alrededor del Sol. Descubre que Júpiter tiene varios satélites o “lunas” que giran a su alrededor.

 

 La historia de la cosmología es la historia del corrimiento de la Tierra del centro del escenario celeste.

Y análogamente, podemos ya plantear que:

 El proceso de individuación colectivo, es la historia del corrimiento de la conciencia psíquica desde un ego naciente que se reconoce como único centro en lo obvio, en lo literal, hacia algo –lo inconsciente- que constantemente lo irá trascendiendo y lo confrontará con un misterio.

 

Estos detalles históricos no son insignificantes, pues para una observación psicológica cuidadosa y atenta son indicadores de que una poderosa transformación está aconteciendo en la psique humana. Están señalando una expansión en la conciencia humana planetaria, y un afianzamiento de ésta en la psique colectiva. A partir del Renacimiento, la conciencia humana individual, empieza a desprenderse de la matriz colectiva indiferenciada, representada en la “voz única oficial” que establecía cómo ver el mundo y cómo actuar en él.

Si abordamos lo que sucedió históricamente no de un modo puramente semiótico, sino con un alcance simbólico, como las pistas que nos da un sueño, y si tomamos a los detalles de esta historia como factores que nos ayudan a comprender su sentido, el relato se transformará en una experiencia apasionante que irá poniendo en evidencia el viaje de individuación colectivo.

Los hechos históricos ofician como el contenido manifiesto de un sueño, dándonos pistas para comprender un proceso cuyas raíces son simbólicas. Los sucesos históricos están correlacionados con un proceso interno que está aconteciendo en la psique colectiva, y que se encuentra a la espera de ir siendo simbolizado, comprendido.

           El aceptar al Sol como centro del sistema, evidencia un avance en la maduración psíquica colectiva. Refleja el nacimiento de una conciencia que se va individualizando, y que por lo tanto comienza a desprenderse lentamente de las aguas matriciales de lo colectivo, representadas aquí en la posición de la iglesia y en el paradigma predominante.

 

El movimiento elíptico: “La curva deforme”

La aceptación de las elipses en los movimientos orbitales también es de importancia trascendente en la historia humana. No sólo marca uno de los puntos bisagra que inaugurarán el nacimiento de paradigma newtoniano. Desde un punto de vista psicológico, el movimiento elíptico tiene una implicancia simbólica: Una elipse es una curva determinada por dos focos y ya no por uno sólo… De modo análogo sucede en nuestros procesos psíquicos. Nuestra psique, así como sucede con los planetas, también “tiene un movimiento” determinado por dos focos: consciente e inconsciente.

El descubrimiento matemático/astronómico del movimiento elíptico planetario alrededor del Sol, anticipa simbólicamente que en algún momento el hombre descubrirá la correlación psíquica de este hecho: La presencia de una dimensión inconsciente en el psiquismo.

Simbólicamente la elipse representa que la psique no se mueve sólo alrededor de la conciencia, por el contrario, su movimiento está determinado por la relación de compensación y complementariedad entre dos focos –uno consciente y el otro inconsciente-, y cuya dinámica tiene una polaridad complementaria (ánimus–ánima).

 

 Desde un punto de vista psicológico, atendiendo al proceso de individuación colectivo, durante el Renacimiento, con la aceptación del Sol como centro del Sistema solar, se empieza a afianzar la conciencia como faro, que emerge solitario de las profundidades de las aguas maternas del Inconsciente Colectivo. Y la comprobación del movimiento elíptico planetario, deja asentadas las bases para que la conciencia asimile el futuro descubrimiento del Inconsciente.

3. Descubrimiento de los planetas transaturninos, e Inconsciente

 

En los últimos doscientos años, se hicieron descubrimientos claves y sin parangón en la historia de la astronomía que relataremos a continuación. Sin embargo, hemos de resaltar que curiosamente el desarrollo meteórico, súper veloz e impresionante de dicha ciencia, fue de la mano de una lamentable pérdida del sentido simbólico y mítico, lo cual fue dejando a la conciencia humana colectiva en una posición cada vez más riesgosa y endeble, al verse mutilada de sus raíces místicas, míticas y simbólicas. Éstas, las raíces místicas, míticas y simbólicas ofician de puente entre la realidad interna y la realidad externa, brindándonos la posibilidad de integrar a ambas en nuestra conciencia. De este modo, al verse debilitadas estas raíces, no sólo quedamos expuestos a un avance desmadrado de las fuerzas colectivas, sino que además, los sucesivos descubrimientos científicos que se dan en el campo de la conciencia, no van siendo entramados con su correspondiente sentido simbólico, quedando como meros hechos azarosos, fragmentarios, desconectados entre sí.

 

Pero sigamos con el desarrollo histórico: En 1781, William Herschel, un aficionado a la astronomía, descubre al planeta Urano, el séptimo planeta del sistema solar.

¡Neptuno, el octavo planeta, es un gigante gaseoso –al igual que Júpiter y Urano- que tendrá la peculiaridad (acorde al sentido arquetipal de este planeta) de ser descubierto sin haber sido observado directamente![68]

Plutón [69] fue descubierto en 1930 por el astrónomo estadounidense C. W.  Tombaugh (1906 – 1997) desde el Observatorio Lowell  en Arizona. Es el planeta más pequeño del Sistema Solar.

           También el descubrimiento de los planetas transaturninos marcará otro hito relevante en el proceso de individuación colectivo. Los planetas denominados “clásicos”, son aquéllos que son visibles a simple vista o a “ojo directo”. Son los que van desde Mercurio hasta Saturno. Al ser observables directamente eran conocidos desde la antigua Caldea. En miles de años de presencia humana, siempre se los conoció.

Los planetas transaturninos en cambio, necesitaron telescopios, porque no son visibles directamente. Fueron conocidos indirectamente por intermediación de las lentes de aumento. Y por lo tanto, desde un punto de vista histórico su descubrimiento por parte de la humanidad es muy reciente.

Obviamente, mirado este hecho con una perspectiva simbólica, esto no es “casual”. Estará indicando un cambio importante en la psique colectiva: Este salto astronómico fue símbolo de un salto psíquico que estaba por ver su alumbramiento en muy poco tiempo: el descubrimiento del inconsciente y en particular, el descubrimiento del inconsciente colectivo.

Un famoso astrólogo del siglo XX, Dane Rudhyar, relaciona simbólicamente a los planetas clásicos –los visibles a simple vista- con la personalidad y con los factores psíquicos que quedan dentro del campo de la consciencia o que son parte del inconsciente personal. Mientras que a los planetas transaturninos, al no ser directamente visibles, y al estar más allá del planeta que marca el límite visible a ojo directo de nuestro sistema (Saturno), los vincula al inconsciente colectivo.por eso, en astrología se los denomina también como transpersonales (se refieren a funciones y aspectos que están más allá de la dimensión psíquica personal).

 Al mismo Jung se le ocurrió aprovechar tal paralelismo:

 

“La existencia de una psique inconsciente es análoga, si se me permite decir, a la existencia de un planeta aún no descubierto, cuya presencia interfiere en la desviación de la órbita de algún otro planeta conocido[70]. Desafortunadamente, nosotros carecemos de la ayuda de un telescopio que nos dé certeza de su existencia. El inconsciente es una hipótesis.”[71]

 

Así como sucedió con Neptuno, los psicólogos de comienzos de siglo XX (Freud), supusieron y predijeron la existencia del inconsciente, por los efectos que éste causaba en la vida cotidiana de los seres humanos: Al igual que sucede con los planetas transaturninos o transpersonales, el inconsciente no es observable directamente.

 

“El inconsciente colectivo no es accesible a la observación directa. Pero puede ser investigado de un modo indirecto y rodeándolo, a través de la observación del consciente, y entonces, emergen sus contenidos comprensibles que permiten realizar inferencias acerca de su naturaleza y estructura.”[72]

 

4.De una percepción galáctica a una multigaláctica.

 

Llegamos entonces, en nuestro recorrido, a los comienzos del siglo XX. Hasta ese momento, repito– y aunque hoy nos cueste creerlo- hasta comienzos del siglo XX, para la percepción colectiva y también para la ciencia, nuestro sistema solar habitaba el Universo, solamente constituido por “la” Galaxia, la Vía Láctea.

Se descubre, entonces (1924/1925), que nuestra galaxia, la Vía Láctea, a la cual se la creía –en principio- única, no lo era.

Ya en el siglo XVIII, el filósofo Imanuel Kant, había hipotetizado sobre la posible existencia de otros “universos isla” (como se denominaba a otras galaxias eventuales). Sin embargo, ésta era sólo una hipótesis, y no había podido ser demostrada. Con lo cual, la mayor parte de la comunidad académica consideraba que nuestro sistema solar formaba parte de la “Galaxia–universo” de la “Vía Láctea”.

El 1 de enero de 1925 Edwin Hubble da a conocer el hallazgo experimental de otros “universos isla”, es decir, de otras galaxias. Había demostrado que la

Vía Láctea no era única, y en consecuencia ya no podía llamarse simplemente “la Galaxia”, ahora había que referirse a ella como "nuestra galaxia".

 

5. De un universo estacionario a un universo dinámico. El Big Bang

 

Para la misma época que nos mostraron que nuestra Vía Láctea (la cual era considerada hasta ese entonces como el universo in totto), era sólo “una galaxia más” entre millones y millones de galaxias, también se discutía si el universo era infinito y estático o era dinámico y finito[73].

Edwin Powell Hubble (1889–1953), fue uno de los astrónomos más importantes del siglo XX, porque además de haber mostrado que la Vía Láctea era sólo una entre millones de otras galaxias, también puso en evidencia –a partir de las ecuaciones de Einstein- la expansión del universo midiendo el desplazamiento al rojo de galaxias distantes –en seguida nos referiremos a este punto-.

Antes de Einstein, se creía que el Universo siempre había existido, que era estático e infinito. Incluso ésta era la idea de universo que tenía el propio Einstein.

Para evitar la consecuencia de la expansión del universo que se deducía de los resultados de sus propias ecuaciones, Einstein agregó su famosa “constante cosmológica”, a la que le “eligió” un valor erróneo para que hubiese una “gravitación repulsiva” capaz de contrabalancear a la “gravitación atractiva” –la común, conocida por todos nosotros, gracias a Newton-. Logró así que su modelo del universo resultara estático y eterno, en vez de dinámico y en constante expansión –que era lo que predecía su teoría original-. “Fue mi mayor equivocación” –tuvo que reconocer años más tarde, ante la evidencia experimental lograda por Edwin Hubble de la expansión cósmica en 1929-.

Y aquí me gustaría hacer un paréntesis, para recordar que los Vedas[74] tienen crónicas astronómicas antiquísimas, y que el modelo de universo que proponía la vieja India, hablaba poéticamente del universo como surgiendo cíclicamente “de las espiraciones de Brahma”, y finalizando su ciclo vital “siendo reabsorbido cíclicamente en las inspiraciones de Brahma.” Quiero decir, la idea de un Universo que surge de un punto –como la actual teoría del Big Bang-, y que termina en algún momento, no es nueva. Esto es otra evidencia de la viabilidad de la “noción de arquetipos”, y de su atemporalidad. Pues el nacimiento del Universo a partir de un punto primordial, es decir, la idea del Selbst, ya lo podemos leer en los antiguos Vedas.

 

Continuando con nuestro relato histórico, paradójicamente, y a pesar de las opiniones del padre de la Relatividad al respecto, fueron sus propias ecuaciones –como señalábamos arriba- las que mostraron que el Universo está en expansión –y que por lo tanto éste no es estático, sino dinámico-.

Como el Universo está en expansión, si vamos hacia atrás en el tiempo, lo que se desprende obviamente de esto es que a medida que nos alejamos, el universo se irá contrayendo hasta un punto de origen. Así se llegó a la conclusión de que el Cosmos surgía de un punto inicial del tamaño de un átomo, el Bing Bang.

De este modo, otra creencia que parecía imperecedera es destruida: La de un universo eterno y estático.

 

Es mucho más segura para nuestro ego la idea de un universo infinito y eterno que la de uno que está constantemente cambiando, que tuvo un inicio y que tendrá un fin.

 

6. Correlaciones entre el Proceso de individuación y nuestra percepción cosmológica

Tratemos de acompañar con nuestra percepción este salto conceptual y perceptivo impresionante desde que comenzamos nuestro viaje histórico al momento actual. Durante la antigüedad y el medioevo consideraban a las estrellas como un telón de fondo estático y silencioso, junto al Sol y a la Luna -organizadores de nuestros ritmos naturales-.

Iniciamos este recorrido con una visión del universo como finito y esféricoconstituido sólo por el sistema solar, con centro en la Tierra, planeta en reposo.

Recién en el siglo XV se destrona a la Tierra como punto central del Universo, y se descubre que el Sol es el corazón de nuestro sistema. Asimismo Galileo vio de modo incipiente que la Vía Láctea también era nuestro hogar, y ya no sólo el Sistema Solar. Así pasamos a tener un conocimiento  galáctico de nuestro Universo. ¡Imaginémonos: Hace sólo cien años considerábamos que la Vía Láctea constituía todo nuestro Universo!

¡Será sólo recién a partir de 1925 que podremos pasar de una visión galáctica a una, multigaláctica de nuestro universo! Otro gran corrimiento teórico se había producido.

Nos encontramos hoy, como explicábamos más arriba, frente a la siguiente situación:

·      Nuestro Sol no sólo no está en el centro de la Vía láctea, sino que pasó a ser sólo una estrella más de otras 100 mil millones de estrellas que existen solamente en nuestra galaxia.

·      ¡Con el descubrimiento en la década del ‘20 de la Galaxia de Andrómeda, y de las que siguieron luego, nuestro universo pasó, en un “abrir y cerrar de ojos”, de ser un universo de mil años luz a ser uno de miles de millones de años luz, y potencialmente con 100 mil millones de galaxias!

·      ¡Y como si fuera poco, también sabemos ahora que los materiales con los cuales están constituidos nuestros cuerpos, provienen de las estrellas (de la generación o de la muerte de las mismas)!

El ser humano y el planeta Tierra, prácticamente en lo que podríamos calificar de un instante en la cadena temporal histórica, pasaron de ser “el centro de la Creación” a convertirse en un grano de arena en un desierto gigantesco. ¡Es tremendo imaginar los correlatos de los cambios psíquicos sincronizados con tamaños descubrimientos!

 

Frente a nosotros, se nos está revelando “todo” el Universo físico, y se ha llegado al punto mismo de origen del mismo, el Big Bang.

 

“Qué distinto era el mundo del hombre medieval: aquí estaba la Tierra, en el centro del mundo, eternamente firme y sosegada, circundada por un Sol que, solícito, aportaba calor…” (…) Todos sabían exactamente qué hacer y cómo comportarse para alcanzar, desde la mortalidad terrenal, una existencia eterna de plena alegría. (…) La ciencia natural rasgó hace tiempo ese velo. Ese tiempo quedó atrás, como la infancia, cuando nuestro padre era el hombre más hermoso y más poderoso del país.

“Se nos han desvanecido todas las certezas metafísicas del hombre medieval, sustituyéndolas por el ideal de seguridad material, del bienestar general y del humanitarismo. Quien todavía siga manteniendo incólume este ideal tiene sin duda un grado de optimismo por encima de lo normal.”[75]

 

Desde un punto de vista psicológico, no todas las conciencias fueron acompañando estos corrimientos teóricos del campo del conocimientoEn esta dirección de pensamiento, Jung distingue entre conocimiento y comprensión. El conocimiento requiere de nuestros saberes generales, de nuestras habilidades intelectuales. Un ser humano puede ser  rico en conocimientos, pero pobre en comprensión. Pues “…la tarea de lacomprensión, sólo puedo emprenderla vacua et libera mente [con la mente vacía y libre]”[76]Es decir, la comprensión trasciende el campo del mero saber, y en este sentido, Jung propone un equilibrio entre conocimiento y comprensión. En todo caso, lo que queremos aquí señalar es que aunque un ser humano alcance teóricamente a entender la idea de un universo multigaláctico, no necesariamente su percepción acompañará este conocimiento. Podemos encontrar individuos con grandes dotes intelectuales, pero psicológicamente muy inmaduros en lo que a proceso de individuación se refiere.

 

Continuando con nuestra correlación de la “historia del desarrollo astronómico con el  proceso de individuación colectivo”, es experimentalmente  observable que en la Psique Colectiva constituida por toda la humanidad, hay personas que aún tienen una conciencia equivalente a la del hombre antiguo o medieval. Hay otros, que constituyen las capas intermedias de la misma, cuyo desarrollo corresponde a la postura del hombre del Renacimiento. Sólo unos pocos seres humanos han podido acompañar en el proceso de individuación las implicancias de los distintos avances de la humanidad, y como sugeríamos, alcanzar una percepción y comprensión multigaláctica del universo.

 

Así como, usando una metáfora astronómica, hay personas que viven –a pesar de los descubrimientos cosmológicos- en un universo del cual ellos se creen el centro; psicológicamente hablando, hay muchas personas que aún no aceptan el descentramiento que implica la existencia de un Inconsciente. Estas personas pertenecen a las capas colectivas que tienen una conciencia medieval.

Hay otros que aceptan la existencia de un inconsciente. Ésos pertenecen a las capas intermedias que se están acercando a la mentalidad del siglo XX.

Sin embargo, a muchos de aquéllos que aceptan un inconsciente personal les resulta intolerable e inadmisible aceptar una dimensión psíquica colectiva. Estos otros son como aquéllos que creen que la Vía Láctea constituye todo el universo.

Sólo unos pocos son capaces de tolerar vivencialmente la herida al narcisismo que implica que más allá de lo “especial” de la personalidad de cada uno, hay subyaciendo un estrato psíquico común, lo inconsciente colectivo, fundamento de toda psique personal.

Psicológicamente, en el proceso de individuación colectivo, sucede como con el desarrollo de la astronomía: Hay conciencias que no han sido capaces de tolerar las heridas narcisistas que supusieron los distintos corrimientos teóricos que fue mostrando la ciencia. Esto constituye unos de los problemas del hombre actual.

Jung denomina “hombre moderno”[77] a aquél que alcanza a tener plena consciencia del presente; a aquél que no ha quedado anclado en posiciones ideológicas del pasado, ni atado a prejuicios de ninguna clase.

 

“Los hombre modernos (…) son escasos, pues su existencia exige el más alto grado de consciencia, la consciencia más intensa y más extensa, con un mínimo de inconsciencia, pues sólo vive en el presente quien es plenamente consciente de su existencia como hombre.”

“Quien alcanza a tener consciencia del presente es por necesidad un solitario. El “hombre moderno” es solitario todo el tiempo, pues cada paso hacia una consciencia más elevada y amplia le aleja de la originaria participación mystique[78], puramente animal, del rebaño, ese estado de inmersión en una inconsciencia común. Cada paso adelante significa un desprendimiento esforzado del seno materno, en la que permanece la gran parte de la masa del pueblo. También en los pueblos civilizados las capas inferiores tienen un grado de inconsciencia de la vida que poco se diferencia del primitivo. Las capas inmediatamente superiores viven esencialmente en un grado de conciencia que corresponde a las primeras culturas de la humanidad, y las capas más altas tienen una consciencia semejante a la de siglos anteriores.”

“Sólo el hombre moderno, en el sentido que aquí le damos vive en el presente porque tiene conciencia del presente. Sólo para él se han desvanecido los mundos de los anteriores grados de consciencia, cuyos valores y afanes sólo le interesan desde el punto de vista histórico.” [79] 

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María del Carmen

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