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04.04.2013 12:31

 


 
EL ORO REFINADO DE LA ENSEÑANZA ORAL
CONCERNIENTE A LA PRÁCTICA DE LA VISIÓN, MEDITACIÓN Y CONDUCTA DE ACUERDO AL MAHAMUDRA
 
por Kunga Tenzin (1680-1728), maestro Drukpa Kagyü y Nyingmapa
 
 
Homenaje al Guru Prabhakara,
maestro del linaje Drukpa, unión de todos los refugios liberadores,
a quien en una condición de no separación invoco ahora.
A ti, que deseas establecer una buena conexión con las enseñanzas,
te las explicaré seguidamente con unas pocas palabras del corazón.
 
Ahora que has alcanzado un cuerpo humano,
el hecho de mantener los tres votos es algo muy precioso.
Si no te dedicas a llevar a la práctica las enseñanzas perfectamente puras
durante esta vida, en la que has alcanzado un cuerpo semejante,
tal vez no obtengas un cuerpo similar en el futuro.
Así pues, durante la vida presente, practica circunvalaciones y postraciones.
 
La muerte, el enemigo, el abrazo feroz del señor Yama,
carece de un momento concreto para alcanzarte
y, mientras aún estás pensando “Pondré en práctica estas enseñanzas”,
la muerte te sobreviene.
Por tanto, a partir de ahora, abandona la negatividad y practica la virtud.
 
El mero hecho de oír hablar sobre el sufrimiento
de los tres estados miserables de existencia,
hace que el corazón se ponga a temblar.
¿Qué harás entonces cuando ese sufrimiento te alcance realmente?
Reflexionando de ese modo, evita la negatividad como si fuese veneno.
Las Tres Joyas tienen el poder de conferir refugio
de la condición del implacable sufrimiento de la trasmigración.
Por tanto, en perfecta unión, 
debes invocarlas desde lo más profundo del corazón.
 
Piensa que los seres de los seis estados de existencia son tus madres
y que, a  lo largo de la secuencia de incontables vidas pasadas,
todos han sido tus padres.
Dado que ahora son ellos los que están padeciendo 
esa condición de transmigración,
dedica a su completo beneficio todas las prácticas que lleves a cabo.
 
Entonces visualiza a tu maestro encima de tu cabeza,
de aspecto señorial y adornado con los signos de esa condición
e invócale con fervor desde lo más profundo de tu corazón.
Después se disuelve en luz y se integra con tu propia conciencia.
 
Sin corregir esa condición, observa la mente.
Obsérvala vaya donde vaya,
Externa, internamente y cuando no se manifiesta.
Permanece, sin corregir nada, en esa condición natural de la mente.
 
No puede afirmarse que la mente existe,
pues carece de substancia.
Y, sin embargo, tampoco podemos decir que no existe,
pues se manifiesta sin cesar.
A veces la mente está quieta, y otras se mueve.
Obsérvala continuamente con atención.
 
La esencia vacía de la mente
es Amitabha, la mente del Dharmakaya;
La naturaleza luminosa y clara de la mente
es Avalokiteshavara, la mente del Sambhogakaya;
Todos los pensamientos que emergen en la mente
son Padmasambhava, la mente del Nirmanakaya.
 
Con independencia de los pensamientos e impulsos, 
vinculados a los cinco venenos,
que se manifiesten en la mente,
si logras reconocer su naturaleza 
son, en sí mismos, los budas de las cinco familias.
 
Si la mente es clara, observa la esencia de esa claridad.
Esto es Mahamudra, la unión de vacuidad y claridad.
 
Si la mente es gozosa, observa la esencia de ese placer.
Esto es Atiyoga, la unión de gozo y vacuidad.
 
Si la mente está vacía, observa la faz del vacío,
esto es Mahamadhyamaka, la unión de vacuidad y reconocimiento.
 
Si la mente está temerosa, observa la esencia de aquel que tiene miedo.
Ésta es la sagrada enseñanza del Chöd.
 
Si percibes que la mente carece de substancia,
eso es la Prajñaparamita, la vacuidad de la mente.
 
Ya sea que te muevas o estés quieto, observa la mente.
Entonces quietud y movimiento
se transforman en la verdadera práctica de circunvalación.
 
Mientras comes o bebes, observa la mente.
Entonces comer y beber se convierten en puro Ganachakra.
 
Mientras estés acostado o durmiendo, observa la mente.
De ese modo, dormir se transforma en la práctica de la clara luz.
 
Mientras efectúas las profundas prácticas de mantra y visualización,
el profundo significado radica en la observación de la mente.
 
Si aspiras a disipar a demonios y obstáculos,
sólo lo conseguirás observando la mente.
 
En el momento presente, puedes pensar sobre lo que te plazca
pero, en última instancia, permanece en contemplación hasta tu muerte.
No caigas en la distracción de las charlas y escenas de la gente ordinaria,
de los hechos y acciones que atraen a la mente.
 
Ésta es la práctica esencial de la contemplación profunda.
No la olvides y mantén, en cambio, una clara presencia.
Gobiérnate a ti mismo gracias al poder de dicha presencia
y te convertirás poco a poco en tu propio maestro.
 
Familiarízate con la práctica de la contemplación.
Si, de ese modo, incrementas su duración,
después su continuidad ya no se verá interrumpida
ni permanecerá confinada a períodos determinados.
 
¡Qué signo tan auspicioso es
que la contemplación fluya de manera incesante
como la poderosa corriente de un río!
 
 
Esta enseñanza oral, cual oro refinado, del Khams pa ngag dbang Kundga ‘bstan ‘dzin dge legs dial bzang po, reencarnación de Karma bstan ‘phel, fue expuesta de ese modo para sus discípulos afortunados, tanto monjes como laicos, tanto mujeres como hombres.
04.04.2013 12:11

 

A María

Rozo de cerca la distancia de las cosas

No me llega el pie al zapato
ni la suela al suelo
ni la mano a ti

No me calza el adjetivo
Nada toca nuestro cuerpo

No existió lo que sucede al olvido
Jamás el beso cierto abandona los labios

Está la luz por su lado
el color en el aire
el ojo vacío
la palabra hablando sola el puro ahora

Aquiles jamás alcanza a la tortuga
Un punto resume infinitas geometrías

 
Acabada la noche 
aún no arriba el día
El sueño que dormía no es el sueño que despierto

Me tiendo: otro se levanta
Ninguno respira dos veces los mismos átomos

Cada semilla entraña su bosque
Un corazón perdura sólo a cada golpe
Nada pasa de éste al siguiente ahora
El paisaje acaba y comienza en distinta mirada

Nazco y algo vive
Existo pero no soy yo quien muere
Algo perece: alguien surge
Nadie ha sucedido todavía

Mas cuán decisivos los puentes deseados
el hilo inasible del cariño
la cadena de los tiempos
el intervalo que enlaza tu pulso con el mío
Como cielo
bruma
agua suelta
claridad sin asidero
abandonando peso y pensamiento:
ido en el latido vacío

Vieja flor de infinitas primaveras:
lo que te falta no está fuera de ti
 
Por lo mismo que estallan estrellas
nosotros somos el calor que recibimos:
carbono y fúlgido polvo en pie sobre la playa
en el climaterio de los cielos

«Radiación cósmica de fondo»
Modulada explosión de lo impensable
Escisión del vacío plena de topacios
hielos ardientes y vanidades
que treparon desde el limo de los mares

Para unir este pulgar y este índice
que te escriben derramando negros golpes
como letras

Para mirar siempre a otra parte
con los ojos del mundo
cuando sufro y goteo por todos mis agujeros

Para llamarte hacia dentro

Para estar poco a poco más lejos
hasta que dejemos de vernos

El Big Bang del universo
también se halla en este cuerpo

Tiene final pero es ilimitado
 
Donde el deseo es espejo
el reflejo cuerpo
ola la forma:
sueño despierto

Donde el cuerpo es espejo
deseo y pensamiento
vigilia de sombras:
sueño despierto

Donde el reflejo es espejo
y dormido en las olas
deseo tu cuerpo:
sueño despierto
Cuando afirmo
—los que aún buscáis un clavo en el vacío
los que sopesáis con desigual balanza
realidad y mentira—
que lo humano es humo entre manos
o género literario
estoy diciendo
que nada es más necesario que el relato

Digo sí
que la tristeza puede no ser cierta ni falsa
pero no hay engaño tan bello
como el poema entendido
o la carne que se ofrece en mitad del sueño

Digo que no hay quimera o fantasía
donde no repare mi ceguera

Y añado que no hallo medida
red o límite por donde no se escurra al instante
el agua del mundo

 

04.04.2013 11:57

 
l viaje exterior
 
Murciano de nacimiento y sevillano de adopción —puesto que en esta última ciudad vivió desde los siete años hasta que abandonó, a la edad de treinta y seis, definitivamente al-Ándalus—, Muhammad ibn ‘Alî ibn al-‘Arabî al-Tâ’î al-Hâtimî, también conocido generalmente como al-Saykh al-Akbar («El más grande maestro») y Muhyaîddîn («Vivificador de la religión»), vino al mundo el 17 de Ramadán del año 560 de la era islámica, correspondiente al 28 de julio del año 1165 de la cristiana. Siempre firmaba sus obras con el sobrenombre de «el Andalusí», poniendo de relieve el profundo respeto que le producía su ascendencia cultural. El motivo de su temprano traslado a Sevilla fue que el padre comenzó a trabajar en la administración del floreciente régimen almohade que, por aquel entonces, gobernaba buena parte de al-Ándalus y del norte de África. Es precisamente el año del traslado a Sevilla de la familia de Ibn ‘Arabî (es decir, el 568/1172), el elegido por el sultán almohade Abû Yaqûb Yûsuf para convertir a la ciudad hispalense en capital de su imperio.
De este modo, su infancia transcurre felizmente, dedicada principalmente a los estudios y otras actividades —como cacerías, fiestas, etcétera— propias de las clases acomodadas de la época, hasta que, cierta noche, mientras se encuentra en una fiesta con sus amigos, escucha de pronto una voz procedente de su interior, que le espeta: «¡Muhammad, no es para esto para lo que te he creado!» Siente en ese mismo instante el impulso irresistible de abandonar la vida superficial que ha llevado hasta entonces y, sin mediar palabra con sus compañeros, abandona el lugar para dirigirse a uno de los muchos cementerios que entonces rodeaban la capital sevillana. Todavía es objeto de debate si es, en este primer retiro, cuando disfruta de una importante visión en la que se le aparecen Jesús, Moisés y Muhammad —las tres principales figuras del monoteísmo—, dándole cada uno de ellos un mensaje, especialmente dirigido a él, al que se atendrá durante el resto de su vida. Jesús le aconseja que renuncie a todas sus posesiones materiales, Moisés le entrega un disco solar y le vaticina la plus.google.com/101324160249998018800/posts

 

04.04.2013 11:53

 

Hoy es un día grato para mí porque estoy leyendo el libro  Ibn Àrabi. Vida y enseñanzas del gran místico andalusí, escrito con gran acierto por Fernando Mora y editado por Kairós. Sonreí al encontrarme que esta obra comienza con los mismos versos con los que inicié, en 1997, mi ensayo novelado (agotado), Los códices templarios de río Lobos. Los custodios del Grial, donde hay dos capítulos en los que el protagonista, frey Diego de Ucero, embebe en Alejandría, de labios de Ibn 'Arabi, sus  palabras.

Años atrás, cuando me adentré en el esoterismo islámico, un gnóstico shiita me confiaba un secreto: las enseñanzas del Guru penetran cuando se le ama. Y bien cierto es que  amo a Ibn 'Arabi. Lo expresé torpemente en dicho ensayo novelado, y luego, hondamente, en otros ensayos y en libros como Guía espiritual y artística de San Baudelio de Berlanga. Más allá del Paraíso (2008), Y la vida sigue(2009), Perdidos en el Mundo Imaginal (Mandala Ediciones, 2010)...

Así que, encontrarme ahora con esta excelente exposición de la vida y obra de Ibn 'Arabi ha sido un reencuentro con él, pues en los últimos meses he estado inmerso en la lectura-meditación de las enseñanzas de maestros de la Vedanta Advaita, una de las Grandes "Tradiciones" de la No-Dualidad, como igualmente lo es la metafísica akbariana de este Maestro de los Maestros del Esoterismo Islámico, conocida como "Unidad del Ser o la Realidad" que centra temáticamente el capítulo tercero.

Este blog, que nació con la esperanza de ahondar en la Imaginación Creadora desde el sufismo al junguismo, ha ido inclinándose más hacia los aspectos psicológicos que a los esotéricos y metafísicos, pero aun así pueden leerse en él varios posts akbarianos y recomendaciones de enlaces en la columna derecha. También en Soriaymas.com tengo diversos artículos akbarianos.


 
En el libro que reseño, Fernando Mora dedica el capítulo sexto al "barzaj" y la "luz de la Imaginación", donde me he encontrado con algunos párrafos que cito también en Perdidos en el Mundo Imaginal, y escribo esto mientras sincronísticamente escucho el tema "Life and Death" de "Lost". Fernando Mora nos indica que Ibn 'Arabi aporta datos de tres tipos de Imaginación Creadora: la Imaginación Ilimitada o Aliento del Todo Misericordioso (Imaginación Matricial Demiúrgica en mi terminología de Perdidos en el Mundo Imaginal), la ontológica del Mundus Imaginalis y la imaginación contigua o mental. 


Asimismo, en el capítulo siguiente nos advierte de que, más allá de las percepciones-iluminaciones-visiones que se tengan en el Mundus Imaginalis y que tanto ha sobrevalorado Henry Corbin y sus seguidores, el Conocimiento Inefable es "sin formas" "no-dual", de ahí que que haya titulado a este séptimo capítulo "Luz sobre Luz: más allá de las imágenes", cuestión en la que igualmente he incidido en el subtítulo de mi guía sobre San Baudelio ("Más allá del Paraíso") y también con el mismo título de mi penúltimo libro: "Perdidos en el Mundo Imaginal".
 
04.04.2013 11:24

 

Bāyazid Bastātmi
El rey de los gnósticos
el sufismo amoroso
y la ebriedad interior
Existen en el sufismo dos tendencia o
escuelas principales: La de serenidad
(shaw), conocida también como la
escuela de Bagdad (en Irak), y la escuela
de la ebriedad (sokr), llamada también
la escuela de Jor -as -an (en Persia). Prácticamente
todas las órdenes y maestros
sufíes apuntan como fundador de la
primera escuela, la de Bagdad, a ^ Yoneid,
uno de los maestros más grandes
del sufismo, originario de la ciudad de
Nah - awand (Irán). Para la escuela de
Jor -as -an no se conoce un fundador, ya
que, en realidad, suponía la continuidad
de la tradición y^aw
a-nmardi
(la caballería)
y de la antigua Teosofía
de los
Persas (Hekmat Josrawa
-ni) en el seno de
la religión islámica. No obstante, como
personaje más relevante de la segunda
escuela se cita a B - ayazid. Serí Saqati
(siglo IX), tío y maestro de ^ Yoneid, y
uno de los maestros más respetados de
Bagdad, refiriéndose a la escuela del
Jor -as -an decía: «Mientras esta sabiduría
exista en el Jor -as -an, existirá en todos los
demás lugares. Cuando desaparezca de
allí, desaparecerá en todos los lugares».
Como principal diferencia entre estas dos
escuelas (aunque la fuente de ambas es la
misma) podemos destacar que la primera
-la escuela de Bagdad-, a causa de estar
directamente bajo el dominio y la presión
de los califas y las autoridades de la Ley,
se inclinaba más hacia la serenidad,
la estricta observancia de los cánones
de la ley, la vida ascética (aunque el
mismo ^ Yoneid rechazaba esta forma de
vida) y a hablar sobre los misterios de la
Senda de una forma indirecta. Por lo que
se refiere a la escuela de Jor -as -an, al estar
más lejos del dominio y el control de los
gobernadores y los doctores de la ley, se
inclinaba más hacia la ebriedad (en el
amor de Dios), las reuniones musicales
(Sama -’), las palabras extáticas y el amor
divino. El Dr. Javad Nurbakhsh en su
conferencia sobre el sufismo pronunciada
en la universidad de Londres, dijo acerca
de la diferencia entre las dos escuelas:
En el dintel de los centros sufíes de
Bagdad se leía: «A quien entra, primero pregúntale sobre su religión,
luego dale de comer». Y en el dintel
de los centros sufíes en Jorasan estaba
escrito: «A quien entra, no le preguntes
por su religión, dale de comer».
El sufismo de B - ayazid, es un sufismo
amoroso y apasionado, que lejos de las
prácticas ascéticas, de la mayoría de los
sufíes de los primeros siglos del Islam,
se apoya más en la gracia divina que en
los propios actos devocionales. Cuando
preguntaron a B -ayazid acerca del ascetismo,
contestó:
Para mí el ascetismo no tiene valor. Yo
fui asceta durante tres días, el primer
día, rechacé este mundo; el segundo
día, rechacé el otro mundo; y, el tercer
día, rechacé todo cuanto
no era Dios. Y
preguntó: ¿Qué valor tiene este mundo
para que uno lo rechace?4
En una época en
que toda virtud y bienaventuranza
del hombre
se resumía, según las
autoridades religiosas,
en la estricta observancia
de la Ley, en el número
de las oraciones,
ayunos y peregrinaciones
y, en un permanente
y absoluto temor a
un Dios trascendente,
B -ayazid aclara:
En las oraciones y en
los ayunos no vi sino
el cansancio del cuerpo y
el hambre del estómago.5
E insistiendo en que:
La perfección del gnóstico es su ardor
y aniquilación en el amor del Amigo.
Los peregrinos giran con sus cuerpos
alrededor de su Casa en busca de la
vida futura; sin embargo, los enamorados,
giran con sus corazones
alrededor de su Trono en busca de su
encuentro. (Ibid)
Para B -ayazid lo esencial es el amor,
amor hacia el Amado y hacia sus criaturas,
ya que cada una de ellas es reflejo
del Ser absoluto; por ello, no duda en
cambiar lo aparentemente valioso a
cambio de la nobleza de la compasión y
el acto del servir a las criaturas de Dios.
Sin embargo, esta compasión y servir, al
que B -ayazid apunta, no es un servir en
el sentido que nosotros conocemos (es
decir, un acto en el que nuestro propio
«yo» juega un papel central, sea por
convicciones religiosas y la búsqueda de
la recompensa de un paraíso prometido,
sea como algo en lo que uno saborea el
gozo y la satisfacción personal), es un
acto mucho más sutil y difícil de realizar,
en el que el «yo» no encuentra cabida.
Como ejemplo de dicha actitud,
Afl -aki escribe:
Cuentan que el maestro B - ayazid, en
su viaje de peregrinación a La Meca,
llegó a un pozo en el desierto, donde
un grupo de gente se amontonaba para
beber agua. A pocos metros del pozo
vio a un perro sediento sentado en un
rincón. El maestro gritó: «¡Oh gente!
¿Existe alguien entre vosotros que me
dé un poco de agua y acepte a cambio
la recompensa de las oraciones, los
actos buenos, los ayunos y las peregrinaciones
que he realizado durante
mis cincuenta años de edad?». Uno de
los presentes, que conocía al maestro,
aceptó y le ofreció su cuenco de agua.
B - ayazid, orgulloso por su acto, cogió
el agua y se lo puso delante del perro,
pero el perro se negó a beber el agua
y se apartó de él. En ese momento
Dios dijo a B - ayazid: «¿Acaso todavía
te enorgulleces de tus actos de haber
hecho esto y de haber hecho aquello?
¿No ves que ni siquiera este perro les
da valor alguno?» B - ayazid se tiró al
suelo y llorando pidió el perdón de
Dios por haberse mirado a sí mismo.
En ese momento, el perro se acercó al
cuenco y bebió el agua.
La compasiñón y el servir en este
sentido llevan a la liberación de su
propio «yo», de su propio ego; pues no
hay otro obstáculo en el camino del sufí
hacia Dios que su propio «yo» relativo.
B -ayazid cuenta:
Vi al Señor en mi sueño y le pregunté:
«¿Cuál es el camino hacia Ti?» Me
contestó: «Abandónate a ti mismo y
habrás llegado a Mí».6
Y por eso B -ayazid aclara:
La recompensa del gnóstico es de
Dios a Dios.7
En la senda de Bayazid todo lo ritual,
vacío del amor y presencia del corazón,
carece de valor y no conduce a la experiencia
de Dios. Por ello insiste:
Recordar a Dios con la lengua, es
signo
de estar
desatento
de Él.8
Y añade:
Esto es obra de la
pena [del corazón]
y no de la pluma
[de los exégetas].
9
Para finalmente
recordarnos que:
Dios posee en este
mundo siervos que
si se les oculta por
un solo instante,
ellos serán aniquilados,
y él aniquilado ¿cómo puede
rezar
04.04.2013 11:20

Emociones Causantes de los Dolores de Espalda

Frecuentemente confundida con los riñones y comúnmente asociada al dolor de riñones, esta área se sitúa entre la cintura y el coxis.
Es una parte del sistema de sostenimiento.

· Dolores en esta región manifiestan la presencia de inseguridades materiales (trabajo, dinero, bienes) y afectivas.
· “Tengo miedo de carecer de…!” “Nunca lo conseguiré!”, “ Nunca conseguiré realizar esto!” expresan bien los sentimientos interiores vividos.
· Estoy tan preocupado por todo lo material que siento tristeza porque hay un vacío y este vacío me duele.
Incluso puedo fundar mi valor personal en el número de bienes materiales que poseo.
· Vivo una gran dualidad, porque deseo tener tanto la “calidad” como la “cantidad”, tanto en lo que a relaciones interpersonales se refiere como a lo que poseo.
· Tengo tendencia a tomar demasiadas cosas sobre mis hombros y tengo tendencia a dispersar mis energías.
· Intento hacerlo todo para ser amado y me entretengo con la opinión que tienen de mí los demás.

También puede tratarse de una inquietud frente a una u otras personas.

· Estoy preocupado por ellas y quizás tengo tendencia en “coger los problemas de los demás sobre la espalda” y querer salvarlos.
· Mi impotencia frente a ciertas situaciones de mi vida me vuelve amargo y rehuso someterme, pero tengo miedo.
Este sentimiento de impotencia que puede llevarme hasta la rebelión, podrá conducirme a un “lumbago” o un “dolor de cintura”.
· No me siento sostenido en mis necesidades de base y mis necesidades afectivas.
· Tengo dificultad en hacer frente a los cambios y a la novedad que se presentan a mí porque me gusta sentirme en seguridad en mi rutina y mis viejas costumbres.

Esto revela frecuentemente que soy inflexible y rígido y que quisiera ser sostenido a mi modo.
Si acepto que los demás puedan ayudarme a su modo, voy a descubrir y tomar consciencia de que tengo el apoyo que necesito.
Así me vuelvo más autónomo y responsable.

Si se trata de un pinzamiento de los discos lumbares, pongo probablemente demasiado presión sobre mí mismo en hacer cosas para que me amen.
Ya que se revela necesario un período de reposo, aprovecho para mirar lo que está sucediendo en mi vida y volver a definir mis prioridades.
Al no sentirme sostenido, me vuelvo rígido (tieso) hacía los demás.

¿Tiendo a culpar a los demás de mis dificultades? 

¿Me tomo el tiempo de expresar mis necesidades?

Acepto que mi único sostén viene de mí mismo. 

Volviendo a tomar contacto con mi ser interior, establezco un equilibrio en mis necesidades y reúno todas las fuerzas del universo que están en mí.
Estas fuerzas me dan confianza en mí y en la vida porque sé que me traen todo lo que necesito: físico, emotivo, espiritual. 
Estoy sostenido en todo momento!


 
Foto: Emociones Causantes de los Dolores de Espalda
 
Frecuentemente confundida con los riñones y comúnmente asociada al dolor de riñones, esta área se sitúa entre la cintura y el coxis.
 Es una parte del sistema de sostenimiento.
 
· Dolores en esta región manifiestan la presencia de inseguridades materiales (trabajo, dinero, bienes) y afectivas.
 · “Tengo miedo de carecer de…!” “Nunca lo conseguiré!”, “ Nunca conseguiré realizar esto!” expresan bien los sentimientos interiores vividos.
 · Estoy tan preocupado por todo lo material que siento tristeza porque hay un vacío y este vacío me duele.
 Incluso puedo fundar mi valor personal en el número de bienes materiales que poseo.
 · Vivo una gran dualidad, porque deseo tener tanto la “calidad” como la “cantidad”, tanto en lo que a relaciones interpersonales se refiere como a lo que poseo.
 · Tengo tendencia a tomar demasiadas cosas sobre mis hombros y tengo tendencia a dispersar mis energías.
 · Intento hacerlo todo para ser amado y me entretengo con la opinión que tienen de mí los demás.
 
También puede tratarse de una inquietud frente a una u otras personas.
 
· Estoy preocupado por ellas y quizás tengo tendencia en “coger los problemas de los demás sobre la espalda” y querer salvarlos.
 · Mi impotencia frente a ciertas situaciones de mi vida me vuelve amargo y rehuso someterme, pero tengo miedo.
 Este sentimiento de impotencia que puede llevarme hasta la rebelión, podrá conducirme a un “lumbago” o un “dolor de cintura”.
 · No me siento sostenido en mis necesidades de base y mis necesidades afectivas.
 · Tengo dificultad en hacer frente a los cambios y a la novedad que se presentan a mí porque me gusta sentirme en seguridad en mi rutina y mis viejas costumbres.
 
Esto revela frecuentemente que soy inflexible y rígido y que quisiera ser sostenido a mi modo.
 Si acepto que los demás puedan ayudarme a su modo, voy a descubrir y tomar consciencia de que tengo el apoyo que necesito.
 Así me vuelvo más autónomo y responsable.
 
Si se trata de un pinzamiento de los discos lumbares, pongo probablemente demasiado presión sobre mí mismo en hacer cosas para que me amen.
 Ya que se revela necesario un período de reposo, aprovecho para mirar lo que está sucediendo en mi vida y volver a definir mis prioridades.
 Al no sentirme sostenido, me vuelvo rígido (tieso) hacía los demás.
 
¿Tiendo a culpar a los demás de mis dificultades? 

¿Me tomo el tiempo de expresar mis necesidades?
 
Acepto que mi único sostén viene de mí mismo. 

Volviendo a tomar contacto con mi ser interior, establezco un equilibrio en mis necesidades y reúno todas las fuerzas del universo que están en mí.
 Estas fuerzas me dan confianza en mí y en la vida porque sé que me traen todo lo que necesito: físico, emotivo, espiritual. 
Estoy sostenido en todo momento!
 
Compartido de Ayurveda Tibetano.
04.04.2013 11:06

 

 un trabajo concebido, según su autor, para que tanto principiantes como aprovechados en la vida espiritual «...sepan desembarazarse de todo lo temporal, y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu...» Si bien la obra conocida y ha sido objeto de numerosos comentarios, el esquema gráfico que la precede, y que constituye por sí mismo un resumen completo del sendero místico espiritual cristiano, no parece haber merecido tanta atención. Y lo mismo ocurre con las cuatro estrofas que acompañan a la imagen y que, según su autor, «declaran el modo para subir por la estrecha senda del Monte de Perfección y dan aviso para no extraviarse por los caminos errados». Tal era la importancia que san Juan de la Cruz atribuía a este gráfico —que contiene el resumen del itinerario místico— que deseaba que figurase en el frontispicio de todas sus obras. Debemos a M. Magdalena que el gráfico haya llegado a la posteridad, pues a su muerte fue a parar a la clausura de Nuestra Señora de las Nieves, donde fue rescatado por el padre Andrés de la Encarnación quien hizo una copia fidedigna que se conserva en la Biblioteca Nacional de España (MS 6, 296).

El tema del monte, como símbolo de ascenso (o viaje de la multiplicidad a la unidad) y de descenso (retorno de la unidad a la multiplicidad) a través de la escala de la contemplación, ha sido utilizado muchas veces en la tradición cristiana. No hay sino recordar la ascensión efectuada por Moisés al monte Sinaí, de la ascensión de Jacob a la montaña del Betel —la montaña donde Abraham intentara sacrificar a su primogénito— y de la montaña del Gólgota en la que fuera enterrado Adán y crucificado Jesús, montaña a través de la que discurre el vía crucis, que también constituye, dicho sea de paso, un mapa alegórico de las estaciones que atraviesa el sendero místico cristiano.

La imagen del monte también resulta particularmente apropiada para ilustrar el hecho de que, si bien no todos los caminos conducen a la cumbre, sin embargo, los que llevan a ella van convergiendo y acercándose en la medida en que la montaña se hace más estrecha y escarpada. Otro punto fundamental que no podemos olvidar a la hora de acometer esta ascensión es que los buenos escaladores siempre van ligeros de equipaje.

A primera vista, uno de los principales elementos a destacar en los versos que sirven de pie a la representación gráfica de este Monte Carmelo es que no hacen mención directa de Dios, tal como cabría esperar en un santo cristiano, sino que recurren a la noción más abstracta y, en apariencia, más aséptica del «todo». El término «todo» se refiere a la integración o comunión de los opuestos, la plenitud capaz de contener elementos contradictorios o, en términos cusanos, coincidentia oppositorum, puesto que «Dios es el lugar donde coinciden todos los opuestos». De ese modo, estos cuatro breves pero profundos poemas nos ofrecen una somera descripción del camino que conduce desde el «algo» —es decir, la parte, el fragmento o el yo desgajado de su fuente— hasta la totalidad. Pero lo más paradójico es que este camino que conduce de la parte —o del algo, como dice san Juan— al todo no pasa por el incremento o la adición de más fragmentos, sino que discurre a través de la nada o de la aniquilación, que se considera, pues, más cercana a la totalidad.

Nos hallamos, pues, ante la incomprensible integración de la parte con el todo a través de la nada. Y es que, desde nuestro punto de vista limitado y relativo, el ser más profundo parece ontológicamente coincidente con la nada. Dicho con otras palabras, para poder ser verdaderamente, primero hay que dejar de ser, algo que parece estrechamente conectado con la enseñanza de Gurdjieff, el cual, dicho sea de paso, no efectuó una lectura mística o espiritual del mensaje contenido en la Biblia, sino una lectura psicológica. Sostiene Gurdjieff: «El hombre puede nacer, pero para nacer primero debe morir; y para morir, primero debe despertar». Y, de manera parecida, leemos en el Nuevo Testamento: «Porque quien quisiere poner a salvo su vida la perderá; mas quien perdiere su vida por el Evangelio la salvará».

De ese modo, la primera estrofa —titulada «Modo de tener al todo»—, es una exposición de la totalidad del camino observada, por así decirlo, a vista de pájaro. La promesa que se nos hace no es pequeña, nada menos que la totalidad del saber, del gusto y de las posesiones. Sin embargo, paradójicamente, san Juan recomienda el no-querer como vía para alcanzar dicha meta. Y repite tres veces el mismo imperativo:

Para venir a saberlo todo

no quieras saber algo en nada.

Para venir a gustarlo todo

no quieras gustar algo en nada.

Para venir a poseerlo todo

no quieras ser algo en nada.

La segunda canción —titulada «Modo para venir al todo»— nos introduce de pleno en el terreno de la contemplación que, en este caso, consiste en la progresiva familiarización con la insólita perspectiva de no-saber, de no-gustar, de no-poseer y, en definitiva, de no-ser. Dado que el todo es, esencialmente, desconocido e incognoscible, el camino para llegar a él es un no-camino puesto que discurre por donde no se sabe y por el no-ser. Es, pues, un camino de vaciamiento, despojamiento, negación y anonadamiento.

Para venir a lo que no sabes,

has de ir por donde no sabes.

Para venir a lo que gustas,

has de ir por donde no gustas.

Para venir a donde no posees,

has de ir por donde no posees.

Para venir a lo que no eres,

has de ir por donde no eres.

La tercera estrofa, «Modo para no impedir al todo» parece aludir a una etapa más avanzada del trabajo místico, esto es, el terreno de la contemplación infusa y más allá del esfuerzo. No reparar en nada significa no posar la conciencia en ningún objeto de conciencia sino en la fuente misma de la conciencia. Total abandono de lo externo y de lo interno, de cuerpo y mente.

Cuando reparas en algo,

dejas de entregarte al todo.

Porque para venir de todo al todo

has de dejar del todo a todo.

Y cuando lo vengas todo a tener,

has de tenerlo sin nada querer.

Porque, si quieres tener algo en todo,

no tienes puro en Dios tu tesoro.

En este caso, más que de hacer o de practicar un determinado método espiritual, se trata únicamente de no impedir, de dejar ser, de permitir que aflore nuestra naturaleza más profunda. No hay que forzar en ningún caso la contemplación, sino dejar que ésta sobrevenga. La obra contemplativa no consiste tanto en hacer como en deshacer o, como dirían sabios taoístas y budistas, en hacer sin hacer. Los místicos teístas llegan a recomendar el desprendimiento de cualquier idea o concepto relativo a Dios puesto que éste se halla, en esencia, más allá de todo concepto. Porque, tal como Meister Eckhart sugiere: «Es por lo que ruego a Dios para que me libere de Dios; pues mi ser esencial está por encima de Dios».

En esta desnudez halla el espíritu quietud y descanso,porque, como nada codicia, nada la impele hacia arriba y nada le oprime hacia abajo; que está en el centro de su humildad. Que cuando algo codicia en eso mismo se fatiga.

El cuarto estadio alude al resultado o a la consumación del proceso contemplativo y lleva por título «Indicio de que se tiene todo». Nada impele al alma hacia arriba [el cielo] ni hacia abajo [el mundo], sino que mora en su propio centro, el centro cuyo círculo está en ninguna parte.

En lo que se refiere a los sustanciosos y brevísimos mensajes que completan el gráfico del Monte, podemos leer que el sendero central se denomina «senda estrecha de perfección» mientras que el camino lateral de la derecha se llama «camino del espíritu errado» y representa el burdo materialismo y la seguridad mundanas que nos traen a la memoria las múltiples alusiones a la renuncia que podemos hallar en las tradiciones espirituales del planeta. La senda de la izquierda es el «camino del espíritu imperfecto», que hace referencia a la persecución de las glorias celestiales o lo que, hoy en día, algunos modernos maestros —como Chögyam Trungpa, célebre y polémico maestro tibetano— denominan materialismo espiritual. Obviamente, pues, el camino místico no persigue los bienes de la tierra ni las glorias celestiales, sino que su objetivo es la unión con la misma Fuente del ser.

Ese escarpado y angosto sendero central de que nos habla san Juan y que intenta evitar tanto los placeres mundanos como los goces celestiales es comparable, hasta cierto punto, con la «vía del medio» budista. No debe sorprendernos este paralelismo entre las palabras del santo cristiano y la visión budista puesto que, en Dichos de Luz y Amor, san Juan escribe: «Apártate del mal, obra el bien y busca la paz». Y en el Dhammapada, una de las principales obras budistas, podemos leer que todo el camino del budismo está contenido en el siguiente consejo: «Abstenerse del mal, hacer el bien y purificar el propio corazón». Que los hombres espirituales, pertenezcan a la tradición que pertenezcan, hablan en ocasiones las mismas palabras, resulta evidente de las citas anteriores.

En la parte inferior del cuadro, e inscritos en el interior del estrecho sendero central, hay escrito: «Nada, nada, nada, nada, nada y en el Monte nada», que corresponden al camino de las sucesivas negaciones que ha de atravesar el alma hasta purificarse de todos los hábitos y conceptos y que nos remiten al neti neti upanishádico («no esto, ni eso»). La nada nos remite también a la imagen de la noche oscura, el tenebroso ámbito en que ocurre la divina unión. El sendero espiritual, según Juan de la Cruz, es noche al principio porque el ser humano ha de oscurecer sus sentidos y apetitos; es noche en el medio porque transcurre a través de la oscuridad de la fe; y es noche al final porque su término es Dios, que «es noche oscura para el alma en esta vida».

Como decíamos anteriormente, la nada de la que nos habla el místico poeta también nos indica que no afrontamos un proceso acumulativo, sino un proceso de desprendimiento y desasimiento donde el devoto no debe esperar nada de la obra contemplativa. «Sabe, oh Pandava, que aquello que se llama renunciación es en verdad el Yoga. Aquel que no ha renunciado a la imaginación del deseo, no puede convertirse en yogui.» No hay que conseguir ni fabricar una experiencia nueva, sino desvelar la realidad que ya está aquí, más allá del tiempo y el espacio, de la conceptualización y la expresión, la realidad que subyace a todas las experiencias. La verdadera realidad trasciende la consecución porque forma el tejido de nuestro propio ser y no podemos adquirir ni crear lo que ya somos. Pero el ser que somos verdaderamente no coincide con el ser que creemos o imaginamos que somos. Por consiguiente, tendemos a tomar lo irreal por real, lo perecedero por eterno y lo doloroso por placentero, sembrando continuamente las semillas del sufrimiento.

Para comenzar debemos denunciar que, al igual que el ser, la nada ha sido objeto de un persistente reduccionismo a lo largo de la historia del pensamiento occidental. Tal parece que la caída en desgracia del uno también ha acarreado la caída inevitable del otro. Si el ser se vio reducido al ente y éste al mero dato, la nada también se ha visto reducida al vacío inerte y la mera ausencia de características. Sin embargo, místicos como Miguel de Molinos —notablemente influido por san Juan de la Cruz— han sondeado en profundidad el corazón de la nada mística y nos refieren las muchas cualidades que atesora. Nadie mejor que él para hablar de los variados matices de la nada. Veamos.

Miguel de Molinos afirma que el camino para llegar a la unión con Dios es la nada, «pues yo te aseguro siendo tú de esta manera la nada, sea el Señor el todo en tu alma». El fracaso en la obra espiritual —prosigue diciendo el místico aragonés— tiene que ver con el abandono del centro de la nada, aunque sea en pos de bienes espirituales. Dios —concluye rotundamente— no se halla sino en la nada:

Conociendo que eres nada, que vales nada y que puedes nada, abrazarás con quietud las pasivas sequedades... Por medio de esa nada has de morir a ti misma de muchas maneras, en todos tiempos y a todas horas. Y cuanto más fueres muriendo, tanto más te irás profundizando en tu miseria y bajeza, y tanto más te irá el Señor elevando y a sí mismo uniendo.

Y, en idéntica tónica, refiere el texto conocido como Tratado de la unidad, atribuido a uno de los seguidores del sabio murciano Ibn ‘Arabî:

Quiero que entiendas que tú no eres, que tú no posees cualidad alguna, que no existes y que no existirás jamás, ni por ti mismo, ni por Él, ni en Él ni con Él. Tú no puedes dejar de ser porque no eres. Tú eres Él y Él es tú, sin mediación alguna y sin causa. Sólo si logras reconocer en tu existencia la cualidad de la nada, podrás reconocer a Allâh.

San Juan de la Cruz escribe: «De manera que todo el ser de las criaturas, comparado con el infinito de Dios, nada es...» No podemos obviar cierta resonancia con la filosofía vedanta que afirma rotundamente que «sólo el Brahman es real» o con la doctrina sufí de que sólo Dios es real. Por su parte la tradición cristiana sostiene: Vacate et videte quoniam ego sum Deus, un célebre dicho bíblico que, en versión directa de nuestro místico, sería: «Aprended a estaros vacíos de todas las cosas, interiores y exteriores, y veréis que yo soy Dios».

Volvamos ahora al gráfico del Monte. Por encima de las cinco nadas que dan acceso a su zona intermedia hay escrito: «Tanto más algo serás cuando menos ser quisieres», lema que nos retrotrae a la cuestión de la renuncia al deslumbramiento de los objetos externos, renuncia al gozo de los estados internos y renuncia a la acumulación de conocimientos teóricos porque todo lo que podamos conseguir —tanto en el ámbito material como en el intelectual y en el espiritual— es provisional, inestable, transitorio. Más arriba, podemos leer: «Después que me he puesto en nada hallo que nada me falta». Y, en relación con esto, afirma el poeta místico en otro de sus escritos: «Del cielo y de la tierra siempre lo más bajo y el lugar y oficio más ínfimo». De este modo, cuando han sido sobrepasadas las desabridas noches del sentido y la razón discursiva, cuando ha sido retirado todo fundamento bajo nuestros pies, cuando el alma se halla sumida en la oscuridad más tenebrosa —reducida a la desnudez esencial de un espejo impoluto—, descubre que lo tiene todo en sí mismo y que es capaz de reflejar la condición divina del mismo modo que reflejaba antes las operaciones de los sentidos. Y san Juan de la Cruz nos refiere con mayor precisión cuál es la condición del alma que arriba a ese punto: «Desasida de lo exterior, desaposesionada de lo interior, desapropiada de las cosas de Dios, ni lo próspero la detiene ni lo adverso la impide».

El alma —representada en el lenguaje místico por la imagen de la mujer o la esposa— va ascendiendo por la angosta senda del monte de la contemplación en busca del Esposo, el Amado, Cristo, el mediador entre el ella y esencia divina. Cristo es, en rigor, «el primer pontífice», es decir, el que sirve de puente. En la mística vishnuita se afirma que todos los buscadores, sean varones o hembras, son mujeres y, consecuentemente, Krishna es el único hombre que existe en el universo.

El amor genuino nos remite nuevamente a la nada, al no ser, al néctar de la renuncia al egocentrismo del que beben los sabios de todas las épocas ya que, un poco más arriba, podemos leer en el gráfico del Monte: «Cuando por propio amor no lo quise, dióseme todo sin ir tras ello». Y es que la nada en que se baña y purifica el alma debe estar sazonada con algún elemento que infunda fuerzas al buscador que debe atravesar el tenebroso páramo de la búsqueda. Es por eso que el amor, «la luz y guía que en el corazón ardía», es ese elemento que suaviza los rigores del viaje a tientas por la aridez y oscuridad de los sucesivos tramos de la noche. El amor auténtico —que también se denomina caridad o calidez del corazón— no aguarda recompensa pues él mismo constituye ya su propia recompensa. Tampoco es un acto inducido o deliberado, sino un sentimiento que brota de manera natural y espontánea. De ahí la contradicción implícita al imperativo bíblico «¡Amarás!», un imperativo tan paradójico, por otro lado, como el oriental «No hagas» o «Actúa espontáneamente».

El amor esta conectado con la «gracia» divina —el agente fundamental de las noches pasivas del sentido y del entendimiento— y que nos remite al hecho de que el estado último de la contemplación no puede ser resultado del esfuerzo deliberado del yo. En la última fase de la práctica hay que renunciar a toda clase de esfuerzo personal y el fruto se logra solamente a través del completo abandono. Incluso en las escuelas espirituales que carecen de cualquier concepción teísta aparece, a veces con gran fuerza, el concepto de gracia. Así, por ejemplo, en el budismo tántrico se relaciona frecuentemente la gracia generalmente con el propio maestro y también con la iniciación en cuanto «transferencia de poder». En el budismo zen se habla de la transmisión «de mente a mente» y, por su parte, la noción de «iluminación súbita» también parece estar conectada con lo anterior. En la mística cristiana, y particularmente en Juan de la Cruz, se corresponde con la expresión técnica «contemplación infusa», correspondiente al término hindú pratyaksha o anubhava, traducidos usualmente por «realización».

Si bien en el dominio humano existen muchos tipos de relaciones amorosas, todas ellas están inspiradas en el amor divino. Así pues, las diversas manifestaciones del amor que podemos encontrar en nuestro mundo constituyen un reflejo de la suma total del amor que constituye Dios o el Todo, por utilizar las palabras de nuestro poeta. Según afirma el Brihadarankaya Upanishad: «En verdad un esposo no es amado por su mujer, pues sólo cuando se ama al ser el esposo es verdaderamente amado. Ciertamente una esposa no es amada por su marido, sólo cuando se ama al ser la esposa es verdaderamente amada». Y prosigue el pasaje upanishádico en idénticos términos reduciendo cualquier manifestación posible de amor al amor de, por y para el Ser.

Por su parte, cada forma particular de relación amorosa puede servir de base para el crecimiento del amor universal del ser. Los antiguos sabios vishnuitas clasificaron las relaciones amorosas del siguiente modo. Dios, el bíblico «Yo soy el que es» revelado a Moisés en la cumbre contemplativa del monte Sinaí, puede ser adorado como padre, a la manera del culto ordinario; como señor, considerándose el devoto como un siervo siempre presto a obedecer a su amo; como amigo y compañero de juegos; como hijo, tal como se adora al niño Jesús o a Krishna niño; como madre; y como amante, que es la forma más elevada e intensa de relación amorosa, llamada dulce (madhura en sánscrito).

Además de las diferentes clases de amor, existen distintos grados de intensidad amatoria. En el comentario titulado Noche Oscura, san Juan de la Cruz establece, al igual que hicieran los teóricos hindúes del bhakti yoga, los grados de creciente calidez y proximidad en la relación entre los amantes.

El primero, que se denomina «enfermedad de amor», es cuando el alma no halla sosiego ni consuelo en otra cosa que no sea el bienamado. El segundo se llama «búsqueda incesante». El tercero «calor del alma para no faltar», todo le parece poco si es para el Amado. El cuarto es «sufrir sin fatigarse», aguantar todas las pruebas y no desear nada del Amado. El quinto grado es «apetecer a Dios impacientemente», el alma siempre piensa que halla a cada paso al Amado y al percatarse de que no es así desfallece en su ansia. El sexto grado «hace correr al alma ligeramente a Dios y dar muchos toques en él». El séptimo grado es el que «hace atrever al alma con vehemencia». El octavo grado «hace al alma asir y apretar sin soltar». El noveno «hace arder al alma con suavidad» y el décimo grado de esta escala secreta de amor «hace al alma asimilar totalmente a Dios» y será Dios por participación, «porque la clara visión de Dios es la causa de la similitud total del alma con Dios».

Los tantras hinduista y budista nos ofrecen su propia clasificación acerca de los grados de unión amorosa. En el tantra hinduista destaca el símbolo de la serpiente (que hace alusión al kundalini, al alma, a la divinidad encerrada en el interior de la materia) enroscada al pie del Árbol del Conocimiento —el árbol de tres ramas o el monte de la contemplación y sus tres senderos— en lo alto de cuya copa reside el puro Espíritu. El tantra budista, por su parte, emplea la alegoría de las distintas fases de acercamiento en el cortejo amoroso para representar el grado de aproximación a la verdad. En el primer grado, la relación amorosa se produce solamente mediante la mirada. En el segundo, ocurre el contacto de las manos; en el tercero intervienen ya el beso y el abrazo, mientras que el cuarto y último grado se representa con la unión sexual completa. (...)

La culminación de la relación amorosa constituye la completa unión de amor, amante y amado o «amada en el Amado transformada», lo que traducido a términos epistemológicos constituye la fusión del conocimiento, el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Eckhart escribe: «El conocedor y lo conocido son uno. Los simples imaginan que deberían ver a Dios como si Él estuviera allí y ellos aquí. No es esto. Dios y yo somos uno en el conocimiento».

Sócrates —contemporáneo de Moisés, Buda y Lao Tzu, padre de la filosofía clásica y enemigo de los mitos— afirmaba que el amor es lo único capaz de entender. Platón, portavoz de Sócrates en la historia de la filosofía, distingue entre el amor humano y el amor celestial, precisando al igual que su maestro que es este último el que torna posible el conocimiento. (...) Por su parte, la diferencia fundamental entre las concepciones helénica y cristiana del amor estriba en que la primera concibe el amor como una aspiración desde lo imperfecto hacia lo más perfecto, mientras que el cristianismo concibe, por el contrario, el amor como un movimiento de lo perfecto a lo imperfecto, del Amado hacia el amante.

Sin embargo, dependiendo de sus condicionamientos ideológicos, las diversas tradiciones contemplativas acentúan más o menos la unión que caracteriza a los grados más excelsos del amor. Así, para el cristianismo y para los santos vishnuitas, el alma del devoto no se aniquila ni se absorbe en Dios. Por ejemplo, Ramanuja (1117/1137), máximo representante del monismo cualificado (vishishtadvaita) sostiene: «Hay que meditar en Brahman como si constituyera el yo del devoto que medita». Y, en otro texto, también afirma: «...Brahman que es distinto del alma, constituye la entidad del alma, mientras que el alma constituye el cuerpo del Brahman».

Volviendo al gráfico, en la zona superior del camino central, más allá de la última nada, la nada de la primera parte del Monte que indica la superación de la meditación discursiva, fabricada o deliberada, hay escrito: «Ya por aquí no hay camino que para el justo no hay ley». «Ama y haz lo que quieras», decía a este propósito san Agustín de Hipona.

Este sendero, que transcurre por donde no se sabe, también parece tener cierta relación con la senda de los pájaros mencionada por los maestros zen, la senda carente de rastros y marcas definitivas, la «tierra sin senderos» de la verdad, el camino que discurre por la mar —según metáfora empleada por nuestro místico— y que no deja huella porque es senda que se hace y deshace al andar.

...y decir que la vía y el camino de Dios por donde el alma va a él esen el mar y sus pisadas en muchas aguas, y que, por eso, no serán conocidas, es decir que este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas sendas y pisadas no se conocen.

A esta altura del Monte, también descubrimos aquello que, en las tradiciones orientales, se conoce como poderes extramundanos (siddhis), que no deben entenderse como burdos poderes parapsicológicos —aunque éstos ocupen su lugar en la vida espiritual—, sino como las facultades que permiten trascender la visión ordinaria de la vida y que, en el budismo, reciben el nombre deparamitas o lo que lleva más allá. El cristianismo los denomina los «doce dones del Espíritu Santo», a saber: caridad, paz, longanimidad, fe, continencia, gozo, paciencia, bondad, benignidad, mansedumbre, modestia y castidad.

Cerca de la cima del monte reina un completo silencio, el silentium divinum que, junto a la divina sapientia —o la sabiduría silenciosa de Dios—, es el lema que corona la contemplación. Son el silencio y la paz que impregnan la última parte de noche, poco antes de la madrugada, «...en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora», el silencio y la sabiduría que preceden a la unión transformante, el «matrimonio espiritual», la última morada del camino, y que acaece en la cima del Monte. Entre otros, el fruto más importante de esa unión es la fecundidad espiritual que revierte en la acción ilimitada al servicio de todo lo creado. Es la obra del bodhisattva.

Por último, en lo más alto figura el lema Juge Convivium o Convite Eterno, aunque un significado alternativo podría ser el de «unión con la vida», pues el término «convite» significa etimológicamente «con la vida», porque la vida es el principio y el final de la búsqueda. No en vano también se alude a ella en la cita evangélica que hallamos al pie del Monte: «¡Cuán angosta es la puerta y estrecha la senda que lleva a la vida eterna! ¡Y son pocos los que dan con ella!».

La Causa universal... no tiene esencia, ni vida, ni razón, ni mente, ni posee cuerpo, ni figura, ni cualidad, ni cantidad... ni es nada de las cosas que son, ni posee el ser, ni nada posee... ni es palabra, ni intelige, ni habla, ni comprende... ni similitud, ni disimilitud; ni permanece, ni se mueve... ni posee la eternidad, ni tiene tiempo... ni ciencia, ni verdad... ni reino, ni sabiduría, ni la unidad, ni la divinidad, ni la bondad... ni es nada de las cosas que existen ni de las que no existen... ni existe en Él tiniebla ni luz, ni error ni verdad; ni en absoluto puede afirmarse de Él algo positivo o negativo... es trascendente más allá de cualquier negación, apareciendo simplísima por encima de todas las cosas y más allá de todo.

 

Y, en la Prajñaparamita, podemos leer:

La enseñanza del Buda está de acuerdo con la naturaleza de todos los seres, que está más allá de la asequibilidad. Esta verdad no conoce obstáculos en parte alguna. Es como el vacío del espacio que no es obstruido por nada y que rehúsa asumir ningún predicado. Como está más allá de cualquier forma de dualismo, en él no hay contrastes ni es posible su caracterización. Como en él no hay oposición, no conoce nada que vaya más allá de él. Como en él no hay originación, no deja rastros detrás de sí. Como en él no hay nacimiento ni muerte, es no-nacido. Como en él no hay senderos que señalen su transformación, es sin-sendero.

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04.04.2013 10:24

 

La obra magna de ‘Attár es una profunda reflexión sobre el anhelo humano en busca de Dios y el encuentro con Él. Se sirve para ello de un relato simbólico en el que todos los pájaros del mundo, “tanto los que son conocidos como los que son desconocidos”, se reúnen un día, cansados de que su país carezca de un rey al que recurrir en tiempos malos, como aquellos por los que estaban pasando. Inmediatamente entra en escena la abubilla –el mismo pájaro que había servido de guía a Salomón– y les comunica que, pese a que ellos ignoren si tienen un rey, él sabe dónde se encuentra: “Tenemos un legítimo rey, reside detrás del monte Kaf. Su nombre es Simorg (el legendario ave fénix); es el rey de los pájaros. Él está cerca de nosotros y nosotros estamos alejados de él”, les cuenta. Después de la expectación inicial que sus palabras provocan entre los concurridos, comienza un rosario de excusas por parte de las aves, una vez que ya han descubierto los avatares que han de pasar si emprenden el camino para ir en la búsqueda del Soberano. El ruiseñor declara tener suficiente con el amor de la rosa, la cotorra se refugia en su cansancio después de años encerrada en una jaula de hierro, el pavo real confiesa no tener mucha ambición, la perdiz se ha rendido a la belleza de las joyas, y así sucesivamente. Una nueva intervención de la abubilla les despierta definitivamente de su letargo y es así cómo inician la ruta para ver el rostro del Simorg, que es “tan brillante como el sol” y cuya sombra crea a cada instante millares de pájaros: “El pensamiento del Simorg se llevó el reposo de sus corazones; su amor único llenó el corazón de los cien mil pájaros”, escribe ‘Attár.

Después de un interminable rosario de sucesos, imposible de resumir aquí, en la escena final del libro, los treinta pájaros que llegaron vieron miles de soles a cuál más resplandeciente, miles de lunas y estrellas igualmente hermosas. Cuando finalmente el chambelán de la Corte Real hubo retirado, una después de otra, las cien cortinas que daban a la sala, entonces la más viva luz iluminó sus rostros, y fue ahí, junto al trono del Rey, donde se contemplaron a sí mismos en la faz indescriptible del Soberano y supieron que ellos y Simorgh eran uno solo.

Bahá’u’lláh retoma las siete jornadas de ascenso hacia Dios pero con un contenido y sobre todo una conclusión ciertamente diferentes de lo que había hecho ‘Attár www.adimadrid.com/.../080405_navid_mohhabat_los_sie.La primera línea de la obra aclara desde un principio que “este libro trata de los misterios habidos en las etapas de las jornadas conocidas como Los Siete Valles”. Al final de este mismo prefacio se explica que estas jornadas son también conocidas por otros como las Siete Ciudades y se lee: “Afirman ellos que, mientras el caminante no se haya apartado del yo y haya completado estas etapas, no habrá de alcanzar el mar del acercamiento y la unión, ni beber del vino incomparable.” Después de esa aclaración, Bahá’u’lláh se adentra en el primero de los valles o reinos, desentierra su significado íntimo, su sentido real, lo expone a la luz de la nueva revelación, lo dota de un nuevo contenido, y así lo hace sucesivamente con las siete etapas.

El valle de la Búsqueda: las tres condiciones indispensables del buscador en este valle son: 1) La paciencia: “Sin paciencia el viajero en esta jornada no llegará a lugar alguno ni alcanzará ninguna meta”. 2) Debe purificar el corazón de las tradiciones del pasado, la imitación ciega, y dejar a un lado todo aquello que le impida alcanzar “la Ciudad de Dios”. 3) El buscador verdadero no tiene prejuicio alguno, busca en cualquier lugar y habla y comulga con todo hombre y grupo, acaso le muestren indicios del camino que le conduce al Amado.

El Valle del Amor: al entrar en este valle el viajero se consume en el fuego del amor, el cual “devora por completo el producto de la razón”. Pierde la conciencia de sí mismo y de la realidad, y no sabe lo que es la duda ni lo que es la certeza. Si en el valle anterior el viajero cabalgaba el corcel de la paciencia, ahora va montado en el del dolor, “pues sin dolor esta jornada jamás tendrá fin”. Quien ama al Amado soporta sin rechistar toda tribulación en su camino; quien está encadenado en la prisión del amor se ha preparado para cualquier adversidad pues “para el paladar del amante el veneno del amor es más dulce que la miel”.

El Valle del Conocimiento: Después de que el buscador ha sido liberado “de las garras del águila del amor”, entra en este valle o, lo que es lo mismo, evoluciona desde el plano de la incertidumbre, la duda y la vacilación a la planicie de la certidumbre y la convicción. Esta es la etapa del discernimiento, de la razón y la sapiencia. Por conocimiento (‘Ma’rifat) no se refiere a una mera lista de cosas adquiridas a través del aprendizaje, sino un saber profundo, basado en el entendimiento y el conocimiento verdadero e interior.

El Valle de la Unidad: esta es la etapa a la que Bahá’u’lláh dedica una mayor atención en la obra, casi la tercera parte de la misma. No en vano el tema de la unidad de Dios y su creación era uno de los puntos de mayor importancia en el sufismo y había sido tratado extensamente a lo largo de su historia. Bahá’u’lláh rechaza las nociones de panteísmo (creencia según la cual la totalidad del universo es el único Dios) y antropomorfismo (atribuir a la divinidad la figura o las cualidades del ser humano) que habían sustentado algunos de los mayores exponentes de la mística sufí y que se había arraigado en diversas escuelas de la orden. La explicación de Bahá’u’lláh en Los Siete Valles arroja luz sobre las dos doctrinas más controvertidas del sufismo y a las que no era ajeno sin duda Shaykh Muhyi’d-Dín: el monismo existencial (wahdat al-wujúd) promulgado por la escuela de Ibn ‘Arabí y la unidad de percepción (wahdat ash-shuhúd) desarrollado por el místico medieval Simnání. Bahá’u’lláh dice al respecto: “Él (Dios) ha sido desde toda la eternidad libre de los atributos de las criaturas humanas y así permanecerá para siempre. Ningún hombre pudo nunca conocerlo. (…) Él es puro y santificado más allá del entendimiento del sabio.” Por la unidad, que el buscador contempla a lo largo de esta fase, se entiende pues lo siguiente: que todos los objetos de la existencia, todos los seres creados, manifiestan un origen común y son el resultado de una única fuerza de la que proceden, el Creador, y del que están separados. Dios es el sol cuya luz brilla por igual sobre todas las cosas, “mas sobre cada objeto refleja y derrama su generosidad en proporción a la capacidad del objeto.” Hay una unidad fundamental que sustenta la existencia, desde lo más pequeño a lo más grande, desde un átomo a una galaxia, y eso lo percibe el viajero que ha alcanzado esta etapa.

El Valle del Contento: el buscador que ha llegado a este plano irradia felicidad. Toda la pena y el pesar arrastrados a lo largo de las jornadas de búsqueda son dejados atrás, pues a partir de ahora el caminante sólo contempla “la Belleza del Amigo”, que se irradia como una luz brillante reflejada en lo más íntimo de la existencia.

El Valle de la Admiración: a estas alturas el viajero en el sendero que conduce a Dios está absorto en la contemplación de las maravillas de la creación y, conforme va profundizando en los secretos del universo, su asombro va en aumento: “es testigo a cada instante de un asombroso mundo y de una creación nueva, y de maravilla en maravilla queda atónito ante las obras del Señor de la Unidad.”

El Valle de la Verdadera Pobreza y la Nada Absoluta: en este estado ha desaparecido cualquier vestigio de egoísmo. El buscador ha alcanzado, por fin, la condición “de la muerte del yo y la vida en Dios”. Sus ojos presencian únicamente la belleza del Amado: “Sólo aquel que habita este plano o es vivificado por la brisa de este jardín comprende lo que aquí se declara.”

Quisiera finalizar con estas palabras de Bahá’u’lláh reveladas en las últimas páginas de Los Siete Valles: “¡Oh amigo mío! Escucha los cánticos del Espíritu con alma y corazón y atesóralos como si fuesen tus ojos. (…) La nube misericordiosa de Dios riega tan sólo el jardín del alma y derrama sus gracias tan sólo en primavera. (…) ¡Oh hermano! No se encuentran perlas en todo mar, ni florecen rosas, ni gorjea el ruiseñor en cualquier rama. (…) Esforzaos para que, tal vez, podáis aspirar en este mundo mortal la fragancia del inmortal jardín de rosas y habitar bajo la sombra de los moradores de esta ciudad.”

1 Simorgh significa literalmente “los treinta pájaros”.

2 El subtítulo de Los Siete Valles es: “Sobre los misterios de la ascensión hacia Dios el todo Poderoso y el Misericordioso”.

04.04.2013 10:14

 

 Hazrat Inayat Khan. Dice: "Hay un solo Dios, el Eterno, el Único Ser, no existe sino Él". En segundo lugar, "hay Un Amo, el espíritu que guía a todas las almas, que siempre lleva a sus seguidores hacia la luz". En tercer lugar, "Hay un libro sagrado, el manuscrito sagrado de la naturaleza, la única escritura que puede iluminar al lector". En cuarto lugar, "Hay una sola religión, el progreso firme en la buena dirección hacia el ideal,  con que se cumple el propósito de la vida de cada alma". En quinto lugar, "Hay una ley, la ley de la reciprocidad, observable por la conciencia desinteresada con sentido de la justicia". En sexto lugar, "Hay una hermandad, la fraternidad humana, que une a los hijos de la tierra de manera indiscriminada en la Hermandad de Dios". En séptimo lugar, "Hay una moral, el amor que brota de la abnegación y florece en obras de beneficencia". En octavo lugar, "Hay un objeto de alabanza, la belleza que eleva el corazón de sus adoradores a través de todos los aspectos de lo visible a lo invisible". En noveno lugar, "Hay una verdad, el verdadero conocimiento de nuestro ser, dentro y fuera, que es la esencia de toda sabiduría". Y, por último pero no menos importante, " Hay un camino, la aniquilación del falso ego en lo real, que eleva lo mortal a la inmortalidad, en la que reside toda perfección".

El mensaje de Hazrat Inayat Khan se basa en la guía de estos principios fundamentales. A primera vista pueden parecer directrices espirituales de carácter general que se han antepuesto a preceptos religiosos específicos pero, si se mira mejor, se verá que esos diez principios son, de hecho, el summum bonum de cada una de las religiones que han surgido en la tierra y, muy apropiadamente, del mensaje universal del Islam.

 
04.04.2013 10:04

 

Acerca de Médicos del Corazón

Recitación orante de los 99 Nombres de Dios ha sido una práctica sagrada por los sufíes, y por las órdenes sufíes diversos, desde la época del profeta Mahoma. A través de recuerdo activo de estas cualidades divinas, los viajeros en el camino espiritual puede superar el narcisismo, resolver sus problemas de separación de Dios y de la humanidad, y despertar a la presencia de Dios se manifiesta en todas sus relaciones, internas y externas, terrenal y celestial. 

Este libro te lleva al corazón del misterio de estos nombres sagrados. Es un vehículo para la comprensión de la naturaleza infinita de Dios, y para descubrir el potencial divino en cada alma. Lo hace a través de una amplia variedad de métodos. Los nombres se entiende mejor en grupos relacionales, y así es como el libro está organizado en familias como la familia de la abundancia, o éxtasis, o perdón. O las modalidades de la Omnipotencia, o cómo combinar los opuestos. 

Se trata de una guía para transitar por las etapas del camino espiritual y un manual de instrucciones para los maestros sobre cómo trabajar con estudiantes con prudencia, ya que los médicos del corazón. En el proceso de este viaje de descubrimiento, el lector es sistemáticamente expuestos a la mística universal codificado en el Corán y en las tradiciones sufíes clásicos, así como un enfoque moderno psicológico que funciona con los nombres de lograr la individuación y la integridad. 

- Wali Ali Meyerphysiciansoftheheart.com/

 

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